
"Copiar sin entender": Chile, el estudiante que quiere los resultados sin procesos
¿Por qué nuestras soluciones siempre parecen llegar tarde?
Desde hace décadas Chile ha aspirado a ser una potencia a nivel mundial, ser referente en América Latina en ámbitos como innovación, economía, calidad de vida y educación. A los medios les encanta comparar a nuestra población con la de países “desarrollados” del “primer mundo”, pero, ¿qué hacemos cuando no estamos a la altura? La respuesta es simple: miramos lo que funciona en otros países y lo copiamos.
En los 90, Singapur se convirtió en el referente internacional de las buenas prácticas educativas en el campo de las matemáticas, con destacados resultados en pruebas estandarizadas internacionales como la TIMSS (Estudio de Tendencias en Matemáticas y Ciencias).
Chile, con su eterna obsesión por alcanzar los estándares del "primer mundo", decidió en el año 2011 implementar el codiciado “Método Singapur” en más de 300 colegios públicos y subvencionados, adaptándolo bajo el nombre de “Pensar sin Límites”.
¿Sirvió de algo? Pues sí y no. Académicamente, los resultados no fueron los esperados. Este método, que parecía ser la salvación de nuestro sistema educativo, quedó solamente en su versión piloto.
Pero si el método sigue funcionando en Singapur, ¿por qué a nosotros no nos funcionó?
La respuesta no está en la calidad del método, sino en nuestra incapacidad para darle el tiempo y la dedicación que requiere. Dinko Mitrovich, subdirector del Centro Félix Klein de la Universidad de Santiago de Chile, institución encargada de adaptar los textos escolares Pensar sin Límites: Matemática Método de Singapur, de la editorial Marshall Cavendish para Chile y Latinoamérica, fue consultado sobre las principales deficiencias del proyecto. Al respecto, señaló:
"Un factor clave que es la formación del profesor por medio de una buena preparación. El piloto hasta este momento ha entregado los textos y el material didáctico, pero prácticamente no ha capacitado a los profesores, por lo tanto, no estamos teniendo información real de su alcance. Nosotros hicimos esa observación al Ministerio cuando esto estaba recién comenzando, pero ellos estaban bien empecinados en que el texto por sí solo iba a lograr hacer una diferencia.
Considerando lo anterior, como centro participamos en una licitación e hicimos un estudio de impacto del aprendizaje en los alumnos de segundo básico, que era el nivel en que más alumnos se encontraban bajo este modelo a fines del año pasado" (Mitrovich, 2015).
Entonces, ¿por qué dices que sí funcionó? Te preguntarás… Y es que cuando digo que funcionó, me refiero a que, en mi caso, sirvió para entender por qué las cosas que funcionan en otros países no funcionan en Chile. Funcionó, pero para diagnosticar cuál es el verdadero problema tras los fallidos intentos de hacer de nuestro país “la copia feliz del edén”.
¿Entendemos que el problema no es el método? ¿Cierto?
Y es que Chile parece padecer de un trastorno de ansiedad generalizada; vivimos atrapados en un loop ansioso por resultados inmediatos.
Han pasado doce años desde la finalización y cierre del plan piloto del método Singapur en Chile. Doce años en los que pudimos haber trabajado y perfeccionado el método con base en estudios, implementación y resultados. Doce años que hoy podrían habernos puesto a la delantera en el ámbito matemático-educativo.
Pero no, porque si no resultó en dos años, significa que no va a funcionar… Y es que queremos los resultados, pero no somos capaces de soportar los procesos que hicieron de cada país y sus métodos una potencia.
Esta mentalidad ansiosa y compulsiva nos ha traído a un momento histórico en el cual prolifera la violencia, la delincuencia, la ignorancia, la dependencia tecnológica, las noticias falsas, la desinformación, las peleas por redes sociales, el no entender más que mi punto de vista y un largo etcétera de situaciones, acciones y acontecimientos que parecen no terminar, pero que se relacionan directamente a uno de los pilares de la sociedad: La educación.