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Salud urbana: La importancia de distinguir entre actividad física y deporte
Agencia Uno

Salud urbana: La importancia de distinguir entre actividad física y deporte

Por: Marianela Castillo Riquelme | 10.04.2025
Si queremos entornos urbanos más saludables, donde todas las personas -especialmente las personas mayores, las mujeres y quienes tienen dificultades de movimiento o padecen patologías crónicas- puedan ser más activas, es fundamental diseñar espacios que fomenten la movilidad activa y recreativa.

Los beneficios de la actividad física sobre la salud son indiscutibles. Sin embargo, en el debate sobre cómo fomentar el movimiento en las poblaciones, a menudo se confunden dos conceptos clave: actividad física y deporte.

Mientras que la actividad física incluye cualquier movimiento que implique gasto de energía -como caminar al trabajo, usar la bicicleta, bailar, hacer jardinería, subir escaleras o salir a trotar- el deporte es una forma estructurada y competitiva de actividad física. Comprender esta diferencia es clave, no solo para promover la actividad física de manera integral, sino también para abordar las desigualdades urbanas que influyen en los estilos de vida activos y la salud de las comunidades.

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Las enfermedades crónicas no transmisibles, como la diabetes, la hipertensión y la obesidad, son responsables de gran parte de la carga de enfermedad global. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda al menos 150 minutos de actividad física moderada a la semana para los adultos, pero gran parte de la población no lo logra.

¿Por qué? Si bien se han descrito muchos factores, el problema no es siempre la falta de interés, sino el entorno en el que vivimos y la idea errónea de que la actividad física debe realizarse únicamente en un contexto deportivo.

Las ciudades diseñadas para el automóvil, con veredas insuficientes, cruces y esquinas inseguras y pocas áreas verdes, desincentivan la movilidad peatonal cotidiana. Esto es preocupante, porque la actividad física incidental -como caminar o usar la bicicleta para transportarse- es una de las formas más accesibles de mantenerse activo.

Pero moverse no es solo una cuestión de transporte. Muchas personas buscan espacios públicos para realizar actividad física en su tiempo libre: salir a trotar, hacer yoga, subir un cerro, andar en bicicleta o simplemente caminar.

Estas formas de ejercicio, que no necesariamente son deporte, son esenciales para una vida saludable y dependen directamente de la existencia de calles en buen estado, parques, senderos y circuitos urbanos diseñados para ello. Además, la seguridad del entorno y la disponibilidad de tiempo libre son factores clave, que como sabemos están condicionados por los determinantes sociales de la salud.

Por otro lado, el acceso al deporte sigue siendo desigual. A pesar de sus beneficios físicos y sociales, está limitado por barreras económicas, funcionales y de género, infraestructura insuficiente o falta de programas accesibles. Esto refuerza la idea de que las políticas que promueven solo el deporte, pero no la actividad física cotidiana y recreativa, dejan atrás a una gran parte de la población.

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Para responder a estos desafíos, la OMS lanzó el Plan de Acción Global sobre Actividad Física 2018-2030, cuyo lema es claro: “Más personas activas para un mundo más saludable”. Este plan enfatiza la importancia de entornos urbanos que faciliten el movimiento en la vida diaria y en el tiempo libre, reforzando que la actividad física debe ser una parte natural de nuestra rutina, más allá del deporte estructurado.

Entre sus estrategias se incluyen la inversión en infraestructura para caminar y andar en bicicleta, la creación de espacios públicos seguros y la integración de la actividad física en las políticas de transporte y planificación urbana.

En conclusión, promover la actividad física no significa restar importancia al deporte, sino reconocer que no es la única ni la más accesible forma de moverse. Si queremos entornos urbanos más saludables, donde todas las personas -especialmente las personas mayores, las mujeres y quienes tienen dificultades de movimiento o padecen patologías crónicas- puedan ser más activas, es fundamental diseñar espacios urbanos que fomenten la movilidad activa y recreativa

Esto implica tener calles seguras para peatones, ciclovías funcionales, parques accesibles y transporte público eficiente. Y, en definitiva, la equidad en la distribución de la infraestructura urbana que favorece la actividad física debe ser estudiada y abordada como parte de políticas públicas orientadas a la salud.

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