
Sindicalismo, memoria y resistencia: Un marzo feminista en tiempos de amenaza
En marzo las trabajadoras ocupamos las calles el 8M no solo para recordar la batalla histórica por nuestros derechos, sino también para proteger lo que hemos conseguido y reclamar lo que todavía nos deben. En un escenario donde la derecha extrema avanza con un discurso y propuestas reaccionarias,͏ la actividad feminista se vuelve más importante que nunca.͏
Así, aunque jamás nos cansaremos de celebrar avances, no podemos detenernos ahí. Es cierto que en los últimos años se han logrado cambios legislativos relevantes, que el país ha actualizado su legislación interna conforme los estándares internacionales ya ratificados por Chile y que se encontraban vigentes, expresados en normas como la Ley Karin, la Ley Antonia y la Ley de Pago Efectivo de Pensiones de Alimentos, y que innegablemente han impactado positivamente en la percepción de justicia de miles de mujeres e infancias.
Estas normas responden a luchas históricas del movimiento feminista, que ha exigido justicia para las víctimas de violencia de género y mayor protección en el ámbito laboral. Sin embargo, estos siguen siendo “avances de papel” cuando no hay voluntad real para su implementación efectiva o cuando el resultado legislativo se queda corto.
Si bien dichas leyes, entre otras, establecen como obligación ciertos derechos con perspectiva de género, tanto derechos laborales, como derechos procesales y otros; en la práctica este mandato u obligación legal no ha logrado permear ni adaptar nuestra rígida y cuestionada cultura judicial.
Como mujeres feministas, trabajadoras por y para la clase trabajadora, nos negamos a mecernos eternamente en la cuna de la autocomplacencia normativa, donde nos hemos convencido de vivir con una justicia con perspectiva de género, que en la práctica, no es tal.
Aunque entendemos que varias de estas normas se encuentran en pleno proceso de implementación, buscando financiamiento e intentando ser viables, también decidimos no renunciar a miradas críticas que nos permiten evaluar con desconfianza el futuro de nuestros derechos.
En cuanto a los no-avances que nos refieren estas leyes, es necesario referirnos a derechos procesales que aún están lejos de implementarse. En particular, en el marco del derecho a la no revictimización en procesos judiciales, quienes litigamos vemos con frecuencia a mujeres sometidas a interrogatorios innecesarios y degradantes, que la inducen a retractarse, y donde la justicia muchas veces las presiona a llegar a acuerdos que no las protegen y en definitiva, procesos donde cuestionan su testimonio.
Estos casos aún se dan en materia penal, de familia, laboral y hasta administrativa. Todavía nos encontramos con datos personales de las víctimas en las actas y documentos judiciales, presenciamos el escaso uso de la regulación de oficio que deberían hacer los tribunales en los interrogatorios, atestiguamos preguntas humillantes o intimidatorias por parte de policías, operadores/as de justicia y litigantes, que cuestionan a las mujeres, sus relatos y su credibilidad en base a sesgos y estereotipos de género.
Es fácil firmar leyes llenas de derechos, pero aunque nos duela, hay que asumir algo importante: el Estado ha creado una legítima expectativa de justicia con enfoque de género, que las mujeres víctimas no ven reflejadas en sus procesos judiciales.
Frente a este escenario, la organización y la sindicalización son claves. El 8M, y marzo en general, no es solo un momento de memoria, es un llamado a la acción. No basta con leyes que prometan igualdad sin mecanismos de fiscalización y sanción.
Necesitamos fortalecer la sindicalización de las mujeres y a todas sus organizaciones, exigir auditorías salariales obligatorias, impulsar la ratificación plena del Convenio 190 de la OIT contra la violencia laboral y garantizar medidas efectivas para la conciliación del trabajo y el hogar, que tiendan al avance real en corresponsabilidad del trabajo de cuidados.
Sabemos que el camino no es lineal y que cada derecho conquistado puede ser arrebatado si no nos mantenemos en pie de lucha. No olvidamos a las que nos precedieron, ni dejamos solas a las que vienen delante. En tiempos de amenaza, nuestra respuesta es la organización. En las calles, en los sindicatos, en cada espacio donde se nos quiera silenciar, seguiremos gritando:
¡Arriba las que luchan!