
Capibaras viven oscuro momento en Perú: Los faenan y trafican su carne de forma ilegal
Los capibaras o —mejor conocidos en Perú como ronsocos (Hydrochoerus hydrochaeris)- se han viralizado por su apariencia dócil, llegando a usar su imagen en peluches, prendas de vestir, utensilios y otros usos cotidianos. Si bien la especie no se encuentra en situación de vulnerabilidad en la Amazonía peruana, investigaciones confirman que sí es utilizada ilegalmente dentro de la comercialización de carne silvestre y su hábitat corre peligro por la deforestación.
Esta especie es considerada el roedor más grande del planeta, logrando alcanzar 1.30 metro de largo y 65 kilos de peso. Su pelaje es pardo rojizo en la parte superior y en el cuerpo se vuelve pardo amarillo. Tiene un cuerpo pesado en forma de barril y una cabeza pequeña.
El animal se extiende por toda Sudamérica, principalmente en la Amazonía. Vive en bosques inundables o cerca de fuentes de agua, pero también necesitan un suelo firme para dormir, idealmente con una vegetación espesa que le sirve de protección. Además, es frecuente ver en comunidades indígenas a los capibaras como mascotas.
Tráfico de carne silvestre
“Cuando en el mercado de Belén [en la ciudad de Iquitos] observes carne de monte sin patitas, es muy probable que sea ronsoco [capibara]. Les sacan las patas porque es la forma en que la gente detecta de qué especie es la carne y el ronsoco [capibara] es muy poco consumido”, advirtió el investigador Pedro Pérez Peña, investigador principal del Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP).
El mito de que el consumo de carne de ronsoco genera vitiligo en los seres humanos ha permitido que la especie sea poco consumida. Sin embargo, los traficantes de especies llevan a los mercados ilegales al animal y tratan de pasarlo como carne de sajino, majaz o añuje.
En Perú, sí está permitido el consumo o aprovechamiento de animales con fines de subsistencia para las comunidades indígenas y ribereñas. También si proceden de zonas de manejo de fauna silvestre, comunidades y zoocriaderos.
El comercio de animales silvestres se vuelve una actividad ilícita cuando no se puede demostrar su procedencia legal, tanto de los especímenes como de sus “productos”. Esta actividad está focalizada en las regiones de Ucayali, Madre Dios y, en mayor medida, en Loreto.
Peña indica que se calcula anualmente el consumo de 440 toneladas de carne silvestre solo en la ciudad de Iquitos, capital de la región de Loreto. Y que esto representa solo el 8 % de las especies que se extraen en esta región, mientras el otro 92 % es consumido por las familias indígenas que viven en comunidades.
“Este engaño que realizan los traficantes a los comensales es una de las principales amenazas que tiene el ronsoco [capibara] en Perú, pero no representa un riesgo alto para disminuir su población”, explicó Pérez Peña.
Equilibrio ecológico
Otro de los peligros a los que están expuestos los capibaras es a la destrucción de su hábitat: los bosques inundables, que están adaptados para recibir millones de litros de agua durante la temporada de lluvias y permanecer inundados por varios meses, para luego pasar secos otra buena cantidad de tiempo.
Las especies que habitan este ecosistema dependen de una estrecha relación entre el agua y el bosque, como en el caso del capibara. Según el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Sernanp) esta especie se encuentra dentro de al menos siete parques o reservas nacionales: el Parque Nacional del Manu, la Reserva Nacional Pacaya Samiria, el Parque Nacional Bahuaja Sonene, la Reserva Nacional Tambopata, la Reserva Comunal El Sira, el Parque Nacional Yanachaga Chemillén y el Bosque de Protección San Matías San Carlos, entre otras.
Estas áreas alcanzan el 96 % de su conservación, señala Sernanp a Mongabay Latam, pero también advierte que la expansión de los cultivos agrícolas y la deforestación amenazan las zonas de amortiguamiento de estas áreas y otras zonas donde viven los capibaras.
Los capibaras son herbívoros, comen tanto plantas acuáticas como terrestres. Esta característica les permite moldear un ecosistema al controlar la población de una planta para evitar su exceso en un mismo territorio.
“El ronsoco [capibara] va moldeando los ecosistemas acuáticos, controlando la vegetación acuática, esa es su principal función dentro de un ecosistema porque en un bosque donde no hay animales, domina una sola planta y se convierte en perturbado y homogéneo”, explicó el investigador Pedro Pérez.
Esta es una nota original de Mongabay Latam.