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Las sombras de USAID en América Latina
El retorno de Donald Trump a la presidencia estadounidense no ha dejado indiferente a nadie. Aliado con el oligarca de extrema derecha Elon Musk, está analizando el cierre, fusión o ajuste a una serie de políticas públicas progresistas, entre ellas la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).
Para ambos, esta entidad solo sirve para el financiamiento de “agendas izquierdistas”. En su característico tono despectivo, Musk ha afirmado que USAID es “una bola de gusanos”, concluyendo tajantemente que “la vamos a cerrar”.
¿Cuál es la relación de USAID con nuestra región?
Entre EE.UU. y la Unión Soviética, en los álgidos años sesenta del siglo XX, el mundo experimentaba las principales tensiones de la Guerra Fría. Las zonas de influencia de ambos bloques generaron una serie de disputas geopolíticas en territorios como Alemania (especialmente Berlín), Corea y Vietnam.
En América Latina, EE.UU. no dudó en financiar y apoyar directamente golpes de Estado contra gobiernos con ideas distintas a las de ellos. Venezuela y El Salvador en 1948; Bolivia en 1952 y Guatemala en 1954 son ejemplos paradigmáticos de estas intervenciones en la región.
Sin embargo, el triunfo de la Revolución Cubana en 1959 cambió el panorama. La llegada al poder de los hermanos Castro provocó una crisis de gran magnitud en la Casa Blanca. La cercanía geográfica de Cuba con EE.UU. y su creciente vínculo ideológico con la URSS llevaron a una escalada de profundas tensiones que llegó a su momento peak con la Crisis de los Misiles en 1962.
Entre tanto, la respuesta de Washington incluyó múltiples estrategias; una de ellas fue la creación en 1961 de un programa de cooperación económica y social llamado Alianza para el Progreso. Impulsada por el gobierno de John F. Kennedy, esta iniciativa buscaba frenar la propagación del comunismo mediante reformas estructurales al interior de los países de la región.
Bajo ese contexto, ese mismo año Kennedy firmó la Ley de Asistencia Exterior que creaba la USAID, con el objetivo de canalizar ayudas técnicas y financieras de los EE.UU. hacia los países de la región.
El rol de USAID en América Latina: ¿Asistencia humanitaria o intervención política?
Si bien algunos programas de asistencia de USAID han incluido ayudas humanitarias significativas en la lucha contra el analfabetismo, la construcción de viviendas o el impulso de reformas agrarias, documentos desclasificados del gobierno estadounidense han demostrado que esta agencia también ha sido utilizada como fachada para operaciones de inteligencia para generar golpes de Estado, muchas veces en colaboración con la CIA. Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia y especialmente Chile saben de aquello.
Según medios de prensa, solo en 2023 USAID destinó cerca de 1.700 millones de dólares a sus operaciones en América Latina, siendo los principales beneficiarios: Colombia, Haití, Venezuela y Guatemala. Sin embargo, a lo largo de los años no todos estos fondos se han canalizado en asistencia humanitaria.
Como se ha documentado en el libro BoliviaLeaks, durante la administración de George W. Bush, USAID financió fuertemente a la oposición al gobierno constitucional de Evo Morales en Bolivia.
De manera más reciente, a inicios de 2019, con el respaldo de varios gobiernos regionales de entonces, como el de Duque en Colombia y Piñera en Chile, USAID desde la ciudad de Cúcuta intentó internar una supuesta ayuda humanitaria a Venezuela. En ese entonces, el gobierno de Nicolás Maduro denunció que dicha operación formaba parte de un intento de golpe de Estado en su contra.
Conclusión
Si bien inicialmente el objetivo de USAID era mejorar las condiciones de vida de los latinoamericanos para frenar los avances del comunismo, las estrategias que ha utilizado no siempre han sido éticas. La historia demuestra que esta agencia ha apoyado regímenes dictatoriales que, mientras recibían financiamiento de USAID, violaban sistemáticamente los derechos humanos de sus opositores.
En la actualidad, USAID sigue desempeñando un papel clave en la proyección de la influencia hegemónica de los EE.UU. en el mundo, operando en cerca de 180 países. No obstante aquello, el intento de la alianza Trump-Musk por cerrarla o absorverla parece responder más bien a un arrebato ideológico del momento que a una reflexión geopolítica de largo alcance.
Dada la creciente influencia de China en el mundo y en especial en América Latina, es altamente probable que EE.UU. opte por buscar nuevas estrategias institucionales para mantener su hegemonía en la región, adecuando la misión de USAID o de la institución que la absorba o reemplace, a la nueva configuración de poder total sustentada ideológicamente bajo el evidente principio de neofascismo presente en la actual administración de Donald Trump.