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Trump y su ambición expansionista: Groenlandia, Canadá y el Canal de Panamá bajo la lupa
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Trump y su ambición expansionista: Groenlandia, Canadá y el Canal de Panamá bajo la lupa

Por: Horacio Gutiérrez Areyte | 25.01.2025
Las ambiciones expansionistas de Donald Trump abarcan desde la compra de Groenlandia hasta la recuperación del Canal de Panamá y la integración de Canadá como el estado 51, desafiando alianzas históricas y el orden internacional en su pugna por mantener la hegemonía global.

La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos marcó el inicio de un nuevo capítulo en la política exterior estadounidense. Su administración ha dejado en claro su intención de ampliar el dominio de Washington más allá de sus fronteras, con propuestas que van desde la compra de Groenlandia hasta la recuperación del control sobre el Canal de Panamá.

Estas iniciativas, aunque polémicas, subrayan un enfoque estratégico y geopolítico que podría redefinir el equilibrio de poder en el hemisferio occidental.

Groenlandia: la isla estratégica en el Ártico

Desde su primer mandato, Trump expresó su interés en adquirir Groenlandia, la isla más grande del mundo con un territorio de más de 2 millones de kilómetros cuadrados y una población de apenas 57,000 personas.

Aunque la idea de comprar Groenlandia fue recibida con escepticismo y rechazo por parte de Dinamarca, la propuesta tiene raíces históricas.

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Estados Unidos ya había intentado adquirir la isla en 1867 y nuevamente tras la Segunda Guerra Mundial, cuando el presidente Harry Truman ofreció 100 millones de dólares.

El interés de Washington en Groenlandia no es solo territorial. La isla es clave para monitorear el Ártico debido a su ubicación estratégica y alberga una base militar en Thule, desde donde se vigilan las actividades en la Brecha GIUK (Groenlandia, Islandia y Reino Unido).

Además, Groenlandia posee valiosas reservas de hidrocarburos y tierras raras, recursos fundamentales para la transición energética global, en especial frente al dominio de China en este sector.

El calentamiento global también ha generado interés en las rutas marítimas del Ártico. El deshielo progresivo ha abierto nuevas posibilidades comerciales, como el Paso del Noroeste, que conecta los océanos Atlántico y Pacífico, acortando significativamente los tiempos de navegación entre Europa y Asia.

Controlar estas rutas podría posicionar a Estados Unidos como un jugador clave frente a la creciente influencia de Rusia y China en la región.

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Panamá y el control del comercio global

El Canal de Panamá, inaugurado en 1914 y transferido a manos panameñas en 1999, sigue siendo una infraestructura vital para el comercio global.

Aproximadamente el 6% del comercio mundial transita por este canal, y una gran parte de ese tráfico está vinculado a Estados Unidos.

Sin embargo, las tensiones con China, que ha incrementado sus inversiones en Panamá, han llevado a Washington a reconsiderar su influencia en la región.

Para Trump, recuperar el control del canal no solo tiene un valor económico, sino también estratégico.

Este paso conecta las flotas militares estadounidenses entre el Atlántico y el Pacífico, un punto clave para la seguridad nacional en un contexto de rivalidad creciente con China.

Sin embargo, las autoridades panameñas han rechazado las presiones de Washington, apelando a su soberanía.

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Canadá: Un vecino bajo presión

En un movimiento inusual, Trump también ha sugerido incorporar a Canadá como el estado número 51 de la Unión.

Aunque esta idea parece improbable, refleja las tensiones comerciales entre ambos países.

Canadá, uno de los mayores socios comerciales de Estados Unidos, genera un superávit que Trump ha criticado abiertamente.

Las amenazas de imponer aranceles del 25% a productos canadienses forman parte de una estrategia de presión económica que podría tener consecuencias para la relación bilateral.

Un nuevo paradigma en la política exterior

Las aspiraciones expansionistas de Trump no se limitan a estas regiones. Su administración ha propuesto incluso renombrar el Golfo de México como el "Golfo de América", un gesto simbólico que busca reafirmar el dominio estadounidense en el hemisferio.

Estas iniciativas, aunque muchas veces rechazadas por los aliados tradicionales de Washington, reflejan un cambio hacia una política exterior más agresiva y centrada en imponer la hegemonía estadounidense.

La estrategia de Trump, basada en la coerción económica y la presión política, ha generado preocupación entre los analistas internacionales.

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Aunque es improbable que Estados Unidos recurra a la fuerza militar contra aliados estratégicos, su enfoque podría debilitar las alianzas tradicionales y socavar el orden internacional basado en normas.

El ascenso de China como potencia global añade una capa de complejidad a este panorama, impulsando a Washington a consolidar su influencia en regiones clave como América Latina, el Ártico y el Pacífico.

El expansionismo de Trump plantea preguntas fundamentales sobre el futuro del liderazgo global de Estados Unidos.

¿Será posible mantener su hegemonía sin comprometer sus principios democráticos y el respeto por la soberanía de otros países? El tiempo dirá si estas ambiciones se convierten en realidad o si simplemente quedarán como un capítulo controvertido en la historia de la política exterior estadounidense.

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