La pérdida de centralidad de la política en la sociedad como fenómeno universal
Desde hace años el mundo asiste a un extendido proceso de pérdida de centralidad de la política, del cual Chile no es ajeno. Las raíces de esta crisis son universales, están presentes en todos los países y al mismo tiempo se acentúan en cada país, o se aminoran, según las realidades nacionales. En esta columna me referiré a este fenómeno, pero a escala mundial.
Desde la aparición de los partidos políticos modernos en el siglo XIX, hasta los años 80 del siglo XX, los temas de la política estuvieron en el centro del debate a nivel universal, al comienzo a nivel de elite, para extenderse luego a la mayor parte de la sociedad. Ahora, nunca a toda la sociedad, porque los sectores más desposeídos social, económica y culturalmente tienden a ser más apolíticos.
Tanto en Europa como en América Latina los partidos políticos fueron actores relevantes en la difusión de visiones alternativas de la sociedad, como también en la conquista de derechos sociales y en la expansión del pluralismo y la democracia. Su aporte ha sido esencial.
Durante el siglo XX se vivió una época histórica marcada por el conflicto y debate entre alternativas político-ideológicas opuestas, en especial capitalismo o socialismo, y sus respectivas variantes. Este debate y conflicto, que marca la influencia que alcanzaron los partidos políticos de uno y otro sector, pierde vigencia rotundamente con la caída de los socialismos reales a partir de 1989, y la extensión en gran parte del globo de un capitalismo neoliberal, cuya esencia es un Estado mínimo frente a un mercado omnipotente y omnipresente en todas las áreas de la sociedad.
El fin de los modelos alternativos visibles de sociedad, en los hechos, jugó un papel primordial en la pérdida de centralidad de la política, puesto que al no haber alternativa concreta -otro modelo de sociedad deseable al cual aspirar-, la política fue perdiendo pasión e interés, y dejó de ser tema en la cotidianidad de las personas. A nivel político, la izquierda se quedó sin proyecto histórico por el cual luchar, y la derecha se quedó sin adversarios estratégicos, cayendo ambos en la irrelevancia y en la falta de sustancia ideológica y práctica.
La caída estrepitosa del socialismo no significó el fin de la historia, como auguró Fukuyama en su momento, los conflictos cambiaron de carácter y continúan, pero es innegable que el mundo cambió rotundamente. Se abre la época del neoliberalismo y del apoliticismo.
Derivado de la amplitud que alcanza el neoliberalismo como modelo ideológico vigente, se desarrolla en la sociedad a nivel mundial un expandido individualismo, muy propio del mensaje neoliberal en torno a los conflictos sociales ya no como problema colectivo sino individual. El problema es de usted y lo resuelve usted.
¿Cómo lo resuelve? A través del mercado y las alternativas que le ofrecerá, en donde usted tendrá la "libertad de elegir". La política, que es esencialmente una acción colectiva, movilizadora de voluntades sociales, pierde centralidad ante este individualismo, el que se encarna en las personas a través de una práctica mercantil cotidiana en todo orden de cosas (su plan de salud, su cuenta individual de AFP, su deuda crediticia).
Así, las personas se involucran en soluciones privadas, individuales, distanciándose de la acción colectiva y por extensión, de la política. Se instala así, la “libertad de elegir”, promovida por Milton Friedman en su libro del mismo nombre, Free to Choose, 1979. Quienes crean que la mentada frase es agudeza criolla están en un error, pertenece al principal impulsor del neoliberalismo
Hay en esto un reduccionismo economicista, como principio central del ideario neoliberal, en cuanto a que son los mecanismos de mercado la mejor instancia para organizar todas las acciones y actividades humanas. Dicho sesgo reduccionista consiste en que una serie de materias propias del ámbito de lo social, de la cultura y de la política, han sido planteadas y respondidas usando la misma teoría y metodología con que se intenta dar cuenta de una economía de mercado (Friz Cristóbal, 2016, citando al economista José Luis Coraggio)
Todas las políticas públicas, tanto económicas como sociales (educación, salud, previsión), son puestas al servicio de la lógica de mercado, para formar la subjetividad ciudadana que el modelo económico necesita: el consumidor competente, productivo, individualista y apolítico. Así se logra una tendencia a la desatención de la política por parte del ciudadano que hoy se ve especialmente acentuada.
Por otro lado, la crisis de representación que enfrentan hoy muchas democracias occidentales se manifiesta tanto en la desconfianza de las personas hacia las formas clásicas de la mediación política a través de los partidos, como en la pérdida de credibilidad de muchos sectores de la sociedad respecto a la capacidad de incidir en las decisiones de la esfera política. La política no está ofreciendo soluciones.
Hay otros factores sin duda, uno esencial es de carácter tecnológico, en torno al desarrollo que alcanzan las comunicaciones desde fines del siglo XX. Antes del desarrollo de la tecnología moderna las personas se informaban en la sede misma de los partidos políticos, allí estaba la última información.
También en los medios escritos, que podían tener amplia cobertura, pero jamás al nivel de la televisión. La masividad de la televisión y la posterior aparición de internet y la telefonía celular, revolucionan las formas de comunicación, y la extienden a niveles inimaginables. Para informarse ya no son primordiales los partidos políticos, porque la información está masivamente disponible.
Desde entonces se dispone de una cantidad abrumadora de información sobre los más diversos temas, al punto que las personas ya no alcanzan a digerir esta información gigantesca. En este verdadero tsunami de datos sobre las más diversas áreas (que también es muchas veces desinformación dirigida), la política pasa a ser un nicho entre miles de otros datos y pierde así su papel protagónico de antaño. Han cambiado los canales y la magnitud de la información.
Por otra parte, en este mundo globalizado surgen nuevos problemas junto a los antiguos no resueltos, como la desigualdad. Entre los nuevos, la migración en masa, la crisis climática, la inteligencia artificial, la economía criminal ligada a la delincuencia internacional, que requieren de medidas supranacionales para hacerles frente (Juan Pablo Luna, 2024).
En definitiva, la política no ha tenido respuestas, o las tiene a medias, o llega desfasada, pero no ha podido hacerle frente, adecuadamente, a estos problemas de nuevo tipo que afectan directamente a las personas, y que acentúan la pérdida de centralidad de la política.