¿Qué harán nuestras autoridades frente al proteccionismo?
En los últimos treinta años la inserción internacional ha sido uno de los componentes más importantes del “modelo chileno”. La política internacional ha privilegiado los intereses económicos por sobre los asuntos diplomáticos, porque desde hace décadas la economía y el poder empresarial, han sido dominantes tanto en la vida pública nacional, como en las relaciones exteriores.
La apertura de la economía chilena al mundo ha seguido la misma lógica de liberalización económica del mercado interno, que se instaló con los Chicago Boys, durante la dictadura de Pinochet; vale decir una disminución radical de las barreras externas.
En efecto, desde mediados de los años setenta, los economistas de la dictadura decidieron reducir unilateralmente los aranceles, otorgar el mismo trato al capital extranjero que al nacional y facilitar los flujos financieros.
Posteriormente, con el retorno de la democracia, desde 1990 en adelante, se continuó con la apertura de la economía al mundo, pero el instrumento privilegiado para ello han sido los Tratados de Libre Comercio (TLC).
En esa concepción de apertura económica al mundo no han existido diferencias entre los gobiernos de centroizquierda de la Concertación/Nueva Mayoría y de la derecha, con Sebastián Piñera. Con el actual gobierno del presidente Boric, esa lógica no ha podido modificarse, aunque su programa proponía cambios interesantes.
La inserción económica internacional de nuestro país ha sido radical. No reguló ni orientó los flujos de inversión extranjera directa; la apertura arancelaria no discriminó entre bienes de importación y tampoco compensó a las pymes que quebraron por las manufacturas provenientes de China. Tampoco se reguló la cuenta de capitales y se liberalizó el tipo de cambio.
Así las cosas, la apertura al mundo profundizó el extractivismo y no se ha logrado diversificar la canasta exportadora de recursos naturales. Los esfuerzos productivos en el litio y el hidrógeno verde, impulsados por el gobierno actual, son interesantes, pero insuficientes para superar la precaria ubicación exportadora de Chile, como productor de materias primas.
A pesar de la inédita ampliación de mercados abierta por los TLC, las fuerzas espontáneas del mercado internacional no han ayudado a la diversificación de la estructura productiva. Es que sin un Estado activo ello resulta imposible.
La inserción internacional de nuestro país ha sido funcional a la globalización excluyente, que ha caracterizado a la economía mundial en las tres últimas décadas: Estados Unidos y los países desarrollados como generadores de tecnologías de punta, China y otros países asiáticos productores de manufacturas y los países en desarrollo -Chile incluido- como exportadores de recursos naturales.
Hoy vivimos un momento de inflexión en el mundo, con la globalización en retirada.
En efecto, ya en su primera presidencia Donald Trump retoma el proteccionismo y eleva aranceles contra México, Canadá, Europa y China. En su candidatura acogió el descontento de los trabajadores que perdieron sus puestos de trabajo, como consecuencia de la exportación de las empresas manufactureras a China, México y otros países de bajos salarios.
Ello explica en parte los éxitos electorales de Trump, antes y ahora, en los tradicionales reductos demócratas, centros industriales empobrecidos como consecuencia de la globalización neoliberal.
Así las cosas, comienza a invertirse el orden mundial, abierto y liberal, que había caracterizado al mundo en las últimas décadas. El proteccionismo liderado por Trump, y continuado dócilmente por el presidente Biden, se ha convertido en política pública en Estados Unidos. Y, en esta misma línea replican Europa y China.
Chile debiera aprender de esta nueva realidad mundial y realizar esfuerzos en favor de una nueva estrategia de inserción económica internacional. Es la oportunidad para el cambio, con el agotamiento de la globalización excluyente. Un nuevo camino es difícil, pero ineludible.
Para ello habrá que considerar, entre otras cosas, lo siguiente:
Renegociar los términos de algunos TLC. Se requerirá un Estado más activo, para responder frente a probables políticas arancelarias agresivas, como las que ha anunciado Donald Trump.
Estudiar e implementar regulaciones a las inversiones y flujos financieros, en favor de sectores productivos y de servicios, agregadores de valor y generadores de empleo.
Habrá que ser muy pragmático en las relaciones con Estados Unidos, China y Europa, evaluando siempre nuestro interés en nuestro desarrollo productivo, antes que en la exportación de recursos naturales.
Persistir en estrechar vínculos con los países de la región, independientemente de diferencias ideológicas, en defensa del multilateralismo y para fortalecer las relaciones económicas en la región.
Por cierto, Chile no puede renunciar al espacio internacional para reproducirse económicamente. Pero ello debe hacerse con una apertura inteligente al mundo, no de forma indiscriminada y sobre todo teniendo muy presente el cuidado de los sectores industriales y de servicios, principales generadores de fuerza de trabajo.
En suma, el nuevo proteccionismo y el repliegue de la globalización, plantea nuevos desafíos que exigen a las autoridades económicas y a la Cancillería elaborar una nueva propuesta de inserción económica internacional.