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Del espectáculo al Congreso: el síntoma de una política en decadencia
Foto: Agencia Uno

Del espectáculo al Congreso: el síntoma de una política en decadencia

Por: Wido Contreras y Matías Rodríguez | 24.08.2025
Ante la desconfianza ciudadana, se apuesta por atajos mediáticos. Pero no creemos que esto revierta el desencanto. Al contrario, lo podría profundizar, pues el Congreso corre el riesgo de asemejarse más a un reality que a una institución democrática seria.

La política chilena atraviesa una profunda crisis de legitimidad. Lo que debiera ser el corazón del debate democrático y de nuestro proyecto de nación, hoy se encuentra vacío de contenido. Y como todo vacío, tarde o temprano, algo lo llena. En este caso, lo está llenando el espectáculo.

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La lista de candidatos y candidatas al Congreso está plagada de figuras que no llegan por sus ideas, convicciones o trayectoria social, sino por su fama televisiva. Gonzalo Egas, exganador del reality La Granja (distrito 8), o Marlén Olivarí, que aspira a representar a Evópoli en el distrito 6, son ejemplos claros. A ellos se suman otros rostros del espectáculo y la música, cuya principal -y muchas veces única- credencial es haber estado en pantalla durante años.

Un síntoma de decadencia política

Esto no es anecdótico; es un síntoma de la decadencia política. Cuando los partidos abandonan la formación de liderazgos, los movimientos sociales quedan sin representación efectiva, y la ciudadanía desconfía de las instituciones, lo que surge es una política hueca: la notoriedad reemplaza a la propuesta, la farándula a la ideología y el aplauso al programa.

Esta dinámica se agrava con figuras como Pablo Herrera, Jean Pierre Bonvallet o Francisco Orrego, cuya visibilidad se sustenta más en la polémica que en el debate de ideas. El problema no es haber pasado por la televisión -todo ciudadano puede participar-, sino que esa sea su única credencial política y que los partidos suplan la trayectoria por audiencia.

De esta forma, se trivializa el rol del Congreso y se convierte la democracia en espectáculo. En vez de promover vocaciones públicas genuinas, los partidos optan por rostros que “garanticen votos”, aunque carezcan de propuestas. La política se rinde ante el mercado: partidos como marcas, candidatos como productos, donde importa más el rating que la solidez de las ideas.

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¿Reversión del desencanto, o profundización?

Ante la desconfianza ciudadana, se apuesta por atajos mediáticos. Pero no creemos que esto revierta el desencanto. Al contrario, lo podría profundizar, pues el Congreso corre el riesgo de asemejarse más a un reality que a una institución democrática seria.

El sociólogo y Premio Nacional de Humanidades Tomás Moulián, en su obra De la política letrada a la política analfabeta, advierte sobre esta involución: “Cuando la política agoniza… requiere de la práctica del pensar y del juicio. Sin ella, la política se convierte en seudopolítica”.

En esta línea, más allá de nuestras fronteras, el politólogo David J. Jackson ha señalado que en muchos casos el respaldo de celebridades reduce el apoyo electoral hacia los candidatos: la fama no equivale a legitimidad política.

La solución no es excluir a quienes vienen del espectáculo, sino exigirles lo que corresponde a cualquier ciudadano: ideas, compromiso, formación y visión de país. Chile necesita más que rostros conocidos; precisa una renovación real de la política, con liderazgos arraigados en las comunidades, que representen sin convertir la democracia en una performance vacía.

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