Día de las Iglesias Evangélicas y Protestantes en Chile: La necesidad de divorciarse de la idolatría
Durante el mes de octubre el mundo protestante, en la más amplia expresión de la palabra, celebra la aclamada Reforma Protestante inscrita el año 1517, hito que para muchos abrió paso al inicio de la modernidad, incluso como símbolo del llamado giro copernicano, donde el mundo empezaba a ser comprendido desde la razón, no desde la fe. Una razón que constantemente dialogara con el dogma y la tradición religiosa medieval de arrastre, por supuesto.
Un periodo que -visto en perspectiva del inevitable paso del tiempo-, puede albergar vicios, abusos y nomenclaturas teológicas muy desprolijas. Pero en definitiva, es en este contexto que se crea el llamado Día Nacional de las Iglesias Evangélicas y Protestantes de Chile, hito que se celebra que todos los 31 de octubre desde el 2008, tras la promulgación de la Ley N° 20.299 el 10 de octubre del año aludido, por parte de la ex Presidenta de la República, Michelle Bachelet, la que buscaba realzar y reconocer el rol que han jugado las iglesias evangélicas y protestantes en Chile a través de la historia.
Pero esta fecha, sobretodo, nace como argumento y justificación precisamente a partir de la Reforma Protestante, ya mencionada. Por tanto, resulta muy interesante confeccionar un análisis descafeinado de esta fecha y sus hechos adyacentes.
La Reforma protestante comienza con las 95 tesis clavadas por Martín Lutero en la puerta de la Iglesia del Palacio, en Wittenberg, Alemania. Y existen muchas teorías y formas de entender la motivación de Lutero para clavar estos preceptos a modo de reclamo y protesta, como por ejemplo el tema de las indulgencias, los problemas de la institucionalidad de la iglesia Católica, asuntos de dogma, etc.
Pero, más allá de los temas salvíficos, de teología fundamental, sistemática u otra arista inmersa en la discusión, lo cierto es que este acontecimiento histórico ha propiciado divisiones, absolutismos dogmáticos, enfrentamientos teológicos y precarias hermenéuticas que izan la bandera del literalismo, fundamentalismo y, a momentos -de manera velada- un calvinismo enajenado y fuertemente idolatrado, uno que termina degradando la savia espiritual y autoproclamándose como de “sana doctrina”.
Incluso, cimentando una forma de entender la sociedad civil, la familia, el trabajo y la militancia eclesiástica a partir de los hechos, enfrentamientos, disputas y logros de aquellos “símbolos” de la llamada Reforma Protestante, por ejemplo, Martín Lutero, Juan Calvino, John Knox, entre otros tantos, vale preguntarse, ¿es ello viable en la actualidad?
¿Es saludable traer la forma en que aquellas subjetividades entendían el mundo precedente a nuestro actual tiempo bajo el paraguas de una “teología reformada”, o bien, intentar socavar a rajatabla la visión del siglo XVI como fin último al que debiese llegar todo feligrés que desea “agradar a Dios”?
El protestantismo en Chile es un fenómeno migrante, que encuentra espacio (aunque después de largas disputas) durante el siglo XIX, principalmente, en el puerto de Valparaíso, con el arribo de la iglesia luterana, presbiteriana, bautista, metodista, etc.
Sin embargo, la cosmovisión que hasta el día de hoy penetra en la teología protestante chilena resulta muy poco abrazada por la sociedad vigente, no olvidemos que la Encuesta CEP (Centro de Estudios Públicos) del presente año señaló que el 18% era evangélico protestante, a su vez, la Encuesta Bicentenario del año 2023 afirmó que el 17% de la población resultaba evangélico protestante, sin haber superado nunca el 18% hasta ahora.
Por tanto, no podríamos osar pensar que la presencia evangélica protestante en Chile es un fenómeno que ha explotado en crecimiento desde el siglo XIX hasta nuestro días. Tal vez, el Día Nacional de las Iglesias Evangélicas y Protestantes de Chile sirva para repensar cual es el impacto del mundo protestante y que teología mantiene como insumo a la hora de construir sus grandes narrativas.
Indudablemente surgen algunas preguntas tales como: ¿Es el protestantismo nacional una tradición religiosa que “idolatra” a sus amigos “reformadores”? ¿Es el protestantismo de suelos nacionales símbolo de un hito histórico, o bien, una bandera de lucha utilizada -desgraciadamente- para contender con la tradición católica de nuestro país? ¿El calvinismo es una corriente de teología política que contribuye al espacio público del siglo XXI, o bien, una forzosa manera de vivir la espiritualidad cristiana protestante con fuerte fatalismo escatológico?
Por definición la Reforma Protestante introdujo el valor de la “sola escriptura”, sin embargo, existen muchos “teólogos protestantes fracasados” que ven en la figura de Juan Calvino y su obra perfectos insumos que corren a la par con la Biblia, una ironía si observamos la concepción genuina de la llamada “sola escriptura”.
Se necesita entonces, con urgencia, divorciar la idolatría hacia Lutero, Calvino y compañía, ya que la reflexión teológica es un quehacer propio del tiempo histórico bajo un prisma racional, antropológico y contextualizado. En otras palabras, seguir abrazando la teología de los reformadores, sin discriminar los debates que ellos tenían y aquellos que nosotros mantenemos en la reflexión actual, irrefutablemente, es reducir el valor de la reforma sobre el presente siglo XXI y de las iglesias evangélicas en sí.