Día Mundial de la Alimentación: La experiencia del hambre en Chile
La investigación etnográfica de Kathy Radimer y otros investigadores, base de la Escala de Experiencia de Inseguridad Alimentaria (FIES, según sus siglas en inglés), relevó que la experiencia del hambre comprende un proceso caracterizado inicialmente por la preocupación por tener suficientes alimentos, seguida por cambios en la dieta para hacer durar los recursos alimentarios y, finalmente, por una disminución del consumo de alimentos.
El aumento de las cifras respecto de la situación de mayor severidad de la experiencia del hambre, es decir la inseguridad alimentaria moderada y grave, además de su desigual expresión en las diferentes regiones del país, muestra la complejidad del problema.
La inseguridad alimentaria moderada y grave en Chile, según los datos de la Encuesta CASEN, ha tenido un aumento de un 16% en 2017 al 20% en 2022, pese a que la pobreza por ingresos y la pobreza multidimensional han disminuido para los mismos años.
Si se observan los datos por región, destaca Tarapacá, O’Higgins y Antofagasta, con un 26%, 25% y 23% de los hogares con inseguridad alimentaria moderada o grave, respectivamente.
Esto último llama la atención, ya que en Tarapacá y Antofagasta el desarrollo del sector minero ha permitido el crecimiento del resto de los sectores no exportadores, lo que podría estar asociado a mejores condiciones económicas, pero no tiene un correlato en las cifras del hambre. Al contrario, estas regiones poseen los índices de inseguridad alimentaria moderada y grave más altos del país.
En la zona sur del país, las regiones de Ñuble y La Araucanía presentaban en 2017 las cifras más altas de pobreza y pobreza multidimensional a nivel nacional, con un 22% y 25% de los hogares en pobreza multidimensional, respectivamente. Para el año 2022, ambas regiones lograron una disminución en estos índices.
Sin embargo, esta reducción no se refleja en la seguridad alimentaria, ya que la inseguridad alimentaria moderada y grave aumentó, pasando del 15% en 2017 al 20% en 2022. Esto podría ser contraintuitivo, si consideramos que la producción de alimentos en estas regiones sigue siendo relevante, representando el 15% de los cultivos anuales del país en Ñuble y el 38% en La Araucanía en el año 2023, según datos de ODEPA.
Así, podemos ver que el hambre no depende solo de los niveles de pobreza por ingreso, o el desarrollo de los sectores que generan empleo y con ello mejoramiento de las condiciones de vida de las personas.
Incluso, cuando existen condiciones territoriales para la producción de alimentos, como ocurre en la región de O’Higgins y La Araucanía, regiones de producción agrícola por excelencia, parece no ser suficiente. La experiencia de la inseguridad alimentaria es una variable latente, el efecto de múltiples elementos que necesita ser analizado en su diversidad geográfica y humana.
El aumento en las cifras de inseguridad alimentaria y las diferencias que se expresan a nivel regional muestran la necesidad de comprender la compleja dinámica de este problema. De esta manera se podrán generar acciones que permitan un abordaje adecuado y pertinente, para asegurar que todos los sectores de la población puedan satisfacer sus necesidades alimentarias.