El modelo de aprendizaje pendiente: La asociatividad de colegios humanistas y técnico profesionales
Los colegios no son empresas, aunque a sectores de la sociedad les cueste comprender esa barrera sanitaria y ética que debe defender y cuidar, pues su propósito -o su leitmotiv- se incrusta en la mirada amplia de sociedad.
Por ello la vocación de servicio en educación resguarda un derecho humano esencial, y nunca podrá responder -o no debería- a ningún principio de rentabilidad de mercado, pues aquí se forma al ciudadano que vivirá la democracia como sistema social, y por ende ese ciudadano no debería tener una categoría de cliente, pues de ser así, la dignidad humana que se resguarda en el derecho a educarse quedará minimizada a una transacción entre privados por un producto.
Cuando el mercado irrumpió en las escuelas y en el sistema educativo en general, se propició un relato de eficiencia y efectividad que trastocó elementos esenciales del rol educativo.
Y uno de los sectores más afectados fue la educación secundaria. Aquella que tiene una división marcada en “Humanista-Científica” (HC) y “Técnico Profesional” (TP), separación que en los ’80 y ’90 se profundizó.
Quienes nos educamos en un liceo TP hemos tenido que ir recorriendo un trayecto en educación superior muy por debajo de quienes lo hicieron en HC. Ni hablar en su momento de los colegios de élites, o emblemáticos, pre-debacle del sistema que conformaban los colegios tradicionales.
Ahora bien, mirando los últimos años de políticas públicas, y las asociaciones desde liceos TP con el mundo empresarial y social por prácticas y apoyos a la formación, vemos un crecimiento interesante, más allá de la propia formación al mundo laboral.
Se ha ido conformando un marco de experiencias educativas donde la puesta en práctica de lo que se enseña y lo que se aprende es diametralmente diferente a los colegios HC.
Una de las grandes diferencias está en su didáctica, donde ejemplos como liceos agrícolas en Linares o Valdivia, o Industriales y Técnicos en Santiago, pueden experimentar en los campos o talleres, no solo lo técnico de su área, sino que tienen la posibilidad de vincular concretamente asignaturas como ciencias, matemáticas, historia y lenguaje a un circuito de significación, en tanti que los HC están cooptados por resultados en PAES, el ingreso a la educación superior y el SIMCE.
No obstante, todo aquello muestra que el modelo en general tocó techo. Lo señalan los diferentes instrumentos internacionales de evaluación, y los malos usos de horas no lectivas y planes diferenciados que han centrado esas horas y actualización curricular, en aquello que precisamente se debía abordar en lo metodológico, desde otras perspectivas didácticas. Pero se volvió hacer lo mismo, solo con más horas o una innovación curricular que no se entiende.
Una pregunta emergente pudiese ser: ¿Cómo colegios “Humanistas Científicos” pueden presentar una oferta didáctica que rompa la pobreza creativa e instrumental que las secuestra?
Esto en contraposición a colegios técnicos profesionales -que sin tener como objetivo los puntajes- tienen modelos que logran cumplir a cabalidad lo que significa “experiencias de aprendizajes”, siendo capaces igualmente de rendir en esas pruebas estandarizadas, pero como consecuencia más que cómo propósito.
Sería interesante que directivos y docentes de colegios HC podamos ir a colegios TP que tengan ese nuevo perfil, a conocer el cómo ellos construyen sus trayectos formativos y son capaces de tener un rendimiento que les permita a los estudiantes construir sus propuestas vitales.
No es ir directamente a copiar, es abrir un campo de reflexión que deje de ver como “un pariente pobre” a un formato de la educación que está siendo mucho más pedagógico en su narrativa profesional, en comparación a aquellos que “en teoría” estaban llamados a formar dentro del marco de este binomio de propuesta.
La gracia estará en permitirse mirar la asociatividad de las instituciones educativas con el mundo académico, cultural y empresarial, sin renunciar a esa vocación de servicio público, que debe resguardarse como principio de Estado.
Existe una reflexión pendiente en aquellos colegios subvencionados y públicos que tienen reglas similares, con matices en los capitales culturales de sus comunidades, que más que pueda faltar o adolecer capital cultural, se puede dar un proceso de transformación y apropiación por medio de un currículum contextualizado y de altas expectativas, que sea capaz de mirar a estos colegios de élites no como un objetivo a igualar, si no con la confianza de que en nuestras aulas ya existen estudiantes con valores sociales y morales que mejorarán una sociedad atomizada y segregada. De igual a igual.
Construir una convicción sobre que la calidad signifique arrojo, para pensar y hacer “Ciencias de la Educación” desde el aula y la gestión, derribando cualquier barrera nominal ya sea HC o TP, porque lo que se instala es el propósito de las comunidades, sus proyectos educativos y la vocación desde donde colaborar para tejer sociedad.
Esto ya sea mirando no, pero con sentido de realidad, a la universidad directamente o a la formación profesionales técnicos altamente calificados, sin coartarles el sueño de la educación superior a ninguno de los jóvenes de nuestras escuelas. El aprendizaje pendiente es mucho más que este binomio nominal.