¿Qué es la tecnología y por qué se presenta como el tema más crucial de nuestro tiempo?
La tecnología no es un ente aparte del orden natural. Esta concepción anticuada, defendida y propagada por los antiguos griegos surge del asombro que nos provoca una suerte de excreción o emanación nuestra que transforma el mundo, como un mago que descubre por primera vez las fuerzas que habitan en sus manos y que convierten piedras en líneas de comunicación que conectan instantáneamente los extremos del planeta, o a este último y el espacio sideral.
En realidad, la tecnología puede entenderse como el conjunto de formas en que las entidades -ya sean vivas o inanimadas- transforman el mundo y son, a su vez, transformadas por él.
La inteligencia artificial, promete prolongar la vida -mediante nuevas formas de diagnóstico y tratamiento de enfermedades- o incluso (re)crearla, como ya ha sucedido en China con la incipiente (re)generación de un nuevo tipo de ganado.
De este modo, lo que comúnmente llamamos "artefacto" no es meramente un objeto tangible, con límites claros y definidos, como una alisadora o un smartwatch. Más bien, engloba todo aquello que facilita la transformación de la naturaleza -lo que es el verdadero mecanismo o aparato-, como los académicos haciendo filosofía por la vía del paper especializado y transformando el ser de ella en una cosa aburrida y rebuscada; o los desechos de una planta de tratamiento de aguas servidas, o de xenobots, que eliminan el cáncer del organismo, que funcionan como abono para otros procesos de la realidad.
Estos elementos van configurando gradualmente una nueva fase de la naturaleza, una idea que el destacado filósofo español José Ortega y Gasset ya sugirió, aunque enturbiada por la jerga de la tradición filosófica.
Pero, ¿cuándo se convierte la tecnología en un problema? La tecnología pierde su inocencia y aparente carácter servil para una o más especies cuando se transforma en un "logos" autónomo o una razón en sí misma (tecno-logos o tecnología en sentido estricto).
Una capacidad que se desvía de su propósito y alcance originales, y que contraviene el orden natural al modificar la forma de ser de las entidades, sin que estas puedan oponerse: humanos atrapados en los engranajes de sus propios sistemas, gases de efecto invernadero calentando la superficie de la Tierra, especies sucumbiendo (como las abejas) y otras reviviendo (como las superbacterias) o evo/invo-lucionando (como el ser humano), etc.
Por consiguiente, la tecnología no es algo exclusivamente humano. En el caso de las larvas de las moscas, lo tecnológico puede hacerse presente ahí en la intensificación de las técnicas por las cuales ellas sobreviven, que colonizan y sobrepoblan el medio en el que existen (la cabeza en descomposición de un oso, por ejemplo), eliminando otros insectos y microorganismos, hasta que lo saturan y agotan, dando paso a una calavera y, con ello, a la muerte de la sociedad insectívora que parecía estar en el apogeo.
Por supuesto, esto no implica la muerte de la naturaleza, la cual usa como insumos el hueso, los gases y residuos producidos durante la degradación de la cabeza del mamífero para abonar el suelo y el aire, dando lugar a nuevas vidas o manteniendo la que ya existía allende.
La tecnología humana opera de forma análoga, y tiene su origen en la (tecno)convergencia -una suerte de reunión o síntesis- del acervo de artefactos y sistemas originalmente producidos por la especie -y de los que esta participa-, lo que provoca una aceleración de los procesos técnicos de la humanidad, que termina erigiendo toda una infraestructura que demanda una mantención que, lejos de obedecer a unos propósitos humanos y liberar, más bien diverge y cautiva (tecnodivergencia).
Y, lo que es peor, no solo cautiva a sus creadores, sino al resto de seres y cosas del mundo, cuya forma de ser luego transforma, si no los elimina para dar paso a unos nuevos, o traer de vuelta lo que hubo en un tiempo (muy) anterior.
Finalmente, aunque se pretenda que todos nuestros inventos sean serviles, es la naturaleza de la materia -y de su realidad, que nos sobrepasa-, la que pone luego unos condicionamientos y problemas que están fuera de nuestro (tecno)control inevitablemente en alguna medida, por mínima que sea.
No se trata, entonces, de eliminar la tecnología (la conformamos), sino de hallar oportunidades en ella, junto a una moralidad y una postura acordes que no se limiten a dejarnos cautivar por la inercia de nuestros propios inventos.
Formamos parte de su ecuación, del proceso tecnológico y de las transformaciones del orden natural que este desencadena. Como diría el francés Thierry Hoquet, la tecnología "es la continuación de la vida por otros medios".