
¿Está el boom tecnológico ocultando su potencial transformador en la educación?
Han sido varias las charlas, capacitaciones, mesas redondas o conversatorios donde me ha tocado participar para hablar sobre el impacto de la Inteligencia Artificial (IA) en el mundo de la educación y varios también los colegas con los que hemos compartido estos escenarios para traer esta especie de buena nueva.
Espacios muchas veces abarrotados de educadores tratando de entender algo de lo que todo el mundo habla y que, muchas veces, sienten que es una obligación saber para estar en sintonía con aquello que está de moda, y que usualmente suena muy innovador.
No obstante, lo que a menudo se presenta en estos escenarios es un conjunto de recetas y términos grandilocuentes que, aunque suenan sofisticados y sugieren un alto nivel de conocimiento, rara vez ofrecen una perspectiva crítica de esta revolución tecnológica.
Lo que más falta en estos encuentros es un enfoque que permita a los docentes de nuestro país, quienes ya están abrumados por un trabajo cada vez más complejo y sobrecargado, ver la IA como una herramienta de apoyo en lugar de una tendencia pasajera.
Ya señalaba en una columna publicada en distintos medios, que la reformada Política Nacional de Inteligencia Artificial tiene un énfasis marcado hacia la profundización de los vínculos de ella con la educación especialmente en “la elaboración de recursos sobre IA para abordar competencias digitales y la actualización de las bases curriculares para toda la educación preescolar, Básica y Media, pero dejando para mucho más tarde temas que deberían ser los primeros en ejecutarse, tales como la alfabetización urgente del mundo docente en pensamiento computacional, robótica y el funcionamiento de la IA” (ver aquí)
Esto tiene un impacto más potente cuando desde el mundo de la academia y desde la política pública, se hacen esfuerzos solo en una lógica instrumental y no se profundiza en las formas de trabajo didáctico que es, sin duda, lo que se debe relevar en el actual escenario educativo.
Esto implica además que se ponga un énfasis fundamental en activar las distintas políticas públicas en educación que han demostrado ser efectivas, pero que chocan cuando se enfrentan a pruebas estandarizadas y el nefasto sistema de vouchers que viene a la par, y que pone a competir a las escuelas, desprofesionalizando a los docentes.
Por el contrario, la invitación es que se observe las oportunidades que ofrece esta nueva herramienta tal como lo indica la “Guía sobre el uso de la IA en el ámbito educativo”, sacada por el gobierno español y que indica que hoy “la IA se ha convertido en un catalizador para la innovación y el progreso en diversas áreas de nuestras vidas y su capacidad para procesar grandes cantidades de datos y aprender de ellos ha permitido avances significativos en la eficiencia, la personalización y la toma de decisiones en sectores clave”.
Esta mirada que se propone, pone en un marco de urgencia el comprender que se requiere de una nueva educación, una capaz de acercarse al territorio con una didáctica que promueva metodologías activas mediadas por IA, que enciendan la creatividad, el pensamiento crítico y la curiosidad.
Ha sido difícil que el mundo de la docencia y de la academia comprenda que estamos en un momento bisagra en la historia de la humanidad, en que las formas de trabajo, de educación y comprensión de los fenómenos y problemáticas que nos rodean, serán tratadas y muchas veces resueltas por estas nuevas tecnologías.
Pensar la educación en este nuevo paradigma implica comprender que se ha iniciado un camino sin retorno. La urgente necesidad de alfabetización, reflexión crítica sobre los alcances éticos y el cambio en el accionar educativo que trae consigo la IA, desafía a la educación tradicional en sus cimientos más profundos. No basta con adaptar viejos modelos a las nuevas tecnologías; se requiere una transformación integral que coloque al estudiante en el centro del proceso de aprendizaje.
La IA no solo tiene el potencial de gestionar aprendizajes de manera más eficiente, sino que puede personalizarlos a un nivel nunca antes visto, atendiendo las necesidades y ritmos individuales de cada estudiante. Además, facilita la creación de recursos educativos innovadores que pueden adaptarse a contextos diversos, potenciando la equidad en el acceso al conocimiento.
Este es el momento de abandonar prácticas que perpetúan desigualdades y limitarse a enfoques unidimensionales. La IA nos ofrece una oportunidad única para repensar la educación desde sus bases, creando un sistema más inclusivo, flexible y capaz de preparar a las nuevas generaciones para los desafíos del futuro.
Por lo tanto, el cambio ya no es una opción, es una necesidad imperiosa que debe ser abrazada con urgencia y visión estratégica, para que podamos realmente aprovechar todo el potencial transformador que la Inteligencia Artificial tiene para ofrecer en el ámbito educativo.
Crédito de la fotografía: Agencia Uno