El caso Hermosilla y el rol del auditor: Reflexiones de la profesión
El escándalo del "Caso Hermosilla" o "Caso Audios", que involucra justamente al abogado Luis Hermosilla en delitos de soborno, lavado de dinero y evasión fiscal, no solo expone la corrupción en ciertos sectores empresariales, también resalta las debilidades en los mecanismos de control interno dentro de las organizaciones y de quienes deben velar por su existencia y funcionamiento.
Aunque afecta principalmente a figuras del ámbito jurídico y financiero, este caso tiene implicancias profundas para la profesión del auditor, cuyo papel es prevenir y detectar este tipo de actividades ilícitas.
El auditor, tanto interno como externo, tiene varias funciones clave dentro de una organización. Una de sus principales responsabilidades es evaluar los controles internos para asegurarse de que los riesgos financieros y operativos estén adecuadamente gestionados.
En el "Caso Audios", la incapacidad de detectar facturas falsas y operaciones simuladas refleja una falla en estos controles, que un auditor eficaz debería haber identificado y corregido.
El auditor debe estar alerta ante cualquier señal de fraude. Esto implica no solo la revisión de registros financieros, sino también la evaluación crítica de las prácticas y comportamientos dentro de la organización. La capacidad de un auditor para identificar patrones sospechosos y actuar de manera proactiva es crucial para evitar que se perpetúen actos ilícitos.
Así también, la independencia es fundamental en la auditoría. Los auditores deben ser capaces de realizar su trabajo sin interferencias ni presiones indebidas. En situaciones como las reveladas de este caso, donde la corrupción y la complicidad pueden ser profundas, la integridad del auditor es la última línea de defensa para mantener la transparencia.
Ante estas irregularidades, el auditor debe ser guiado por principios éticos claros y una firme adherencia a su responsabilidad profesional. Entonces tendrá que documentar y reportar, ante la detección de irregularidades, todas las evidencias y seguir los canales de reporte establecidos en la organización. Si bien esto puede implicar un riesgo personal, es crucial que el auditor cumpla con su deber de informar a la alta dirección o, en casos graves, a las autoridades pertinentes.
Aunque es vital que reporte irregularidades, también debe mantener la confidencialidad de la información, compartiéndola solo con las partes autorizadas. Esto protege la integridad de la investigación y previene repercusiones innecesarias dentro de la organización.
Y en situaciones donde se le presione para ignorar o minimizar irregularidades, el auditor debe mantenerse firme en su independencia. Si la dirección de la organización intenta coaccionar al auditor, este debe evaluar la posibilidad de escalar el asunto externamente o incluso renunciar si no se le permite cumplir con sus obligaciones éticas y profesionales.
El auditor también puede desempeñar un rol activo en fomentar una cultura organizacional que valore la transparencia y la integridad. Esto puede implicar la educación y capacitación de otros empleados sobre la importancia de los controles internos y la ética en los negocios.
De lo anterior se pueden desprender los riesgos de la complacencia y la falta de control dentro de las organizaciones y, por ende, la importancia de nuestra profesión y el comportamiento integro de la misma. Para prevenir futuros escándalos, es esencial que los auditores actúen con el más alto nivel de ética y compromiso profesional.
No solo están protegiendo a la organización para la que trabajan, sino también el bienestar de la sociedad en su conjunto. Los auditores deben ser los verdaderos guardianes de la integridad, asegurando que los principios de transparencia y responsabilidad prevalezcan en todas las esferas empresariales de nuestro país.
Crédito de la fotografía: Agencia Uno