Sinergias entre la transición energética chilena y el sistema educativo finlandés
La transición energética en Chile podría actuar como un catalizador para la productividad nacional, generando un flujo significativo de inversiones que incrementarían el stock de nuevos equipos, maquinaria, tecnología, infraestructura y otros bienes duraderos, transformando nuestra economía y mejorando así la capacidad de producción y eficiencia.
Esta revolución tecnológica puede reducir la intensidad energética de la producción, lo cual es crítico para una economía cuya elasticidad energía-productividad se está volviendo más favorable. Dicha elasticidad mide la sensibilidad de la productividad ante cambios en el uso de energía. Un aumento en la eficiencia energética, derivado de menores costos y una mayor adopción de energías renovables, tendría un impacto significativo en la modernización del país.
Según estimaciones del FMI (2024) la sustitución de generación a carbón por energías renovables no sólo reduce las emisiones de gases de efecto invernadero, y la contaminación local, sino que también incrementa la productividad agregada. En base a estimaciones propias, estas políticas de descarbonización podrían elevar la productividad nacional en al menos un 1% respecto a las tasas tendenciales del Banco Central.
Estudios previos han explorado la relación entre la elasticidad de combustibles y la productividad en Chile. En el libro "Economía y energía: La experiencia chilena" (2015) se destaca que la elasticidad de la productividad respecto al consumo de combustibles fósiles ha sido un factor clave en la desaceleración de la productividad de las últimas décadas. El estudio sugiere que los elevados costos energéticos, debido a una alta dependencia a combustibles fósiles importados, han restringido la eficiencia productiva del país.
Específicamente, se estima que un incremento de 10% en el precio de la energía estaría asociado a una reducción de la productividad manufacturera de un poco más del 2% en el largo plazo.
Para plantas de mayor tamaño (10% más alto de la distribución), las reducciones de productividad serían de un 4,6%. Esto resalta la importancia de la transición hacia energías renovables, las cuales no sólo reducirían los costos energéticos, sino que también aumentarían la productividad mediante menores tarifas para empresas y hogares.
El aumento en el stock de capital físico tiene impactos significativos en la economía, no solo aumentando la capacidad productiva, sino también generando efectos positivos en el empleo debido a la complementariedad entre capital y trabajo.
La integración de nuevas tecnologías y la modernización de la infraestructura requieren la generación de capacidades en la fuerza laboral, lo que resalta la importancia de contar con las cualificaciones adecuadas para aprovechar estas oportunidades. A medida que la economía se moderniza y transforma, se genera una mayor demanda de trabajadores especializados, impulsando la creación de trabajo decente.
En este contexto, los empleos verdes, concepto promovido por la OIT, adquieren una relevancia particular, ya que promueven la eficiencia en el consumo de energía y recursos, reducen las emisiones de gases de efecto invernadero, minimizan los residuos y la contaminación, y contribuyen a la protección y restauración de ecosistemas. Estos roles no solo ayudan a reducir la huella ecológica del país, sino que también promueven prácticas empresariales más responsables.
Ejemplos específicos de empleos verdes se encuentran en el sector de energías renovables, donde destacan instaladores de sistemas solares y eólicos, ingenieros de proyectos y operadores de plantas energéticas. La eficiencia energética también juega un papel crucial, con consultores especializados en la reducción de consumo en residencias e industrias, además de expertos en gestión de energía.
Otros sectores relevantes incluyen la descarbonización del transporte, la aplicación de métodos de economía circular en la construcción, la gestión de residuos, la agroecología, la educación ambiental, las tecnologías limpias, el turismo sostenible y las finanzas verdes. Estos campos están generando empleos que promueven mejores prácticas y contribuyen al desarrollo económico.
Dichos campos profesionales no sólo responden a la creciente demanda de soluciones ambientales, sino que también impulsan la innovación y la competitividad global de las economías que adoptan estos métodos. Cada sector, desde investigación y desarrollo de nuevas tecnologías hasta la implementación de políticas públicas y educación comunitaria, contribuyen a una transición justa hacia una sociedad moderna y respetuosa con el medio ambiente.
La educación es esencial para una transición socioecológica justa, ya que capacita a la fuerza laboral para asumir nuevos roles y ajustarse a un entorno en constante cambio. Integrar los principios de sostenibilidad en el sistema educativo fomenta competencias clave para los empleos verdes.
Esta preparación no solo fortalece la capacidad de los estudiantes y trabajadores para enfrentar estos desafíos, sino que también sienta las bases para una economía más resiliente y justa. En el contexto chileno, la transformación del país puede inspirarse en el modelo educativo finlandés, conocido por su enfoque en estrategias eco-educativas y formación continua, que podría facilitar la adaptación de la fuerza laboral a los desafíos presentes y futuros.
Finlandia es internacionalmente considerado como un referente en innovación, tecnología y sostenibilidad, gracias al desarrollo de un sistema educativo ejemplar. Este modelo, caracterizado por su flexibilidad y equidad, promueve el aprendizaje continuo a lo largo de toda la vida y fomenta una profunda valoración de la naturaleza, alineándose con las transformaciones que demanda la sociedad.
Desde la educación parvularia, el currículo nacional finlandés incorpora la conexión con la naturaleza y el compromiso con su conservación, reflejando el profundo aprecio que el 90% de la población de Finlandia tiene por el entorno natural, según un estudio del Fondo Finlandés de Innovación (Sitra). Además, se destaca que más de la mitad de los finlandeses dedica tiempo a la naturaleza cada semana, lo que resalta cómo el sistema educativo de Finlandia fomenta el desarrollo sostenible y la conciencia ambiental a lo largo de toda la trayectoria educativa.
Reconocido por sus sobresalientes resultados en la prueba internacional PISA, Finlandia también se destacó en el índice global de educación para el futuro en 2019. Su sistema educativo ha sido aclamado por satisfacer de manera exitosa las necesidades de los empleadores y por desarrollar habilidades digitales de primer nivel (Informe de Competitividad Global del Foro Económico Mundial, 2020).
La educación finlandesa fomenta el aprendizaje continuo de forma flexible, adaptándose a las demandas cambiantes del mercado laboral y ofreciendo diversas trayectorias profesionales, asegurando que nadie quede rezagado.
Un ejemplo concreto de la adaptabilidad del mundo laboral en Finlandia es la historia de Nokia. Al igual que muchas grandes empresas finlandesas, Nokia comenzó en la industria forestal, inicialmente fabricando botas de caucho.
Posteriormente, la compañía se fusionó con una fábrica de cables y comenzó a especializarse en el desarrollo tecnológico, alcanzando el liderazgo en el mercado mundial de teléfonos móviles a principios de los años 2000. En su apogeo, Nokia fue la empresa más importante de Finlandia, contribuyendo al 4% del PIB del país y empleando prácticamente a todos los graduados en ingeniería.
Todo cambió cuando Nokia quedó rezagada en la carrera por los teléfonos inteligentes tras el lanzamiento del primer iPhone de Apple en 2007. En 2013, la empresa vendió su negocio de dispositivos móviles a Microsoft. Para seguir siendo competitiva, Nokia tuvo que llevar a cabo una reestructuración masiva que implicó despedir a 18.000 empleados en 13 países.
Aunque los despidos eran inevitables, la compañía implementó el programa "Bridge" para ayudar a los afectados a encontrar nuevas oportunidades laborales. Gracias a este programa, el 60% de los despedidos ya tenía claro cuál sería su próximo paso al día siguiente de dejar la empresa.
Hoy en día, Nokia continúa siendo un líder en transformación digital, habiendo redefinido su estrategia para lograr un crecimiento sostenible y rentable en el ámbito de redes inalámbricas y tecnología B2B, con un renovado propósito y modelo operativo.
La transición hacia empleos verdes exige una reconsideración de las trayectorias profesionales para maximizar las capacidades de todas las personas. A medida que el mundo y los empleos evolucionan, es esencial fomentar y regular trayectorias educativas flexibles y prácticas empresariales responsables.
Además, es importante identificar y aprovechar las competencias adquiridas en empleos anteriores, ya que estas pueden ser valiosas para desarrollar nuevos empleos verdes. La experiencia finlandesa, con su sistema educativo innovador y su integración decidida de la sostenibilidad en todos los niveles de enseñanza, es un ejemplo contundente de cómo la educación puede promover una sociedad más equitativa y comprometida con el medio ambiente.
En Chile, la existencia de un marco formalizado para las competencias o habilidades verdes (green skills) aún está en desarrollo. Aunque no se cuenta con un sistema estructurado similar a otras naciones, el país ha avanzado en la incorporación de competencias ambientales a través de currículos educativos y programas de formación en sectores clave como energía y minería.
Las instituciones educativas y organizaciones de certificación han integrado temas de sostenibilidad en sus ofertas, y existen iniciativas sectoriales que desarrollan estándares específicos para adaptarse a las demandas de sostenibilidad.
A pesar de estos avances, la falta de un marco nacional cohesivo para green skills en Chile limita la estandarización y la alineación de las competencias necesarias para la transición hacia una economía verde.
Un marco formalizado podría ofrecer una estructura clara para la formación, certificación y evaluación de habilidades ambientales, facilitando la movilidad laboral y asegurando que las competencias estén actualizadas con los cambios tecnológicos y las políticas ambientales. La colaboración entre el gobierno, instituciones educativas y el sector privado sería clave para el desarrollo de tal marco.
Es fundamental reconocer que encontrar soluciones a los complejos desafíos ambientales y sociales actuales requiere una colaboración con un propósito común. La transición energética y el impulso hacia empleos verdes no solo dependen de la integración de nuevas tecnologías y la modernización de la infraestructura, sino también de un esfuerzo colectivo que incluya a todos los actores sociales.
Construir un futuro más sostenible y justo debe ser una tarea compartida que garantice la inclusión de todas las personas, especialmente de las comunidades más vulnerables. Solo a través de una cooperación inclusiva y equitativa, en la que se aprovechen las habilidades y conocimientos de cada sector, podremos desarrollar soluciones efectivas y justas que aseguren el bienestar de todos y del planeta, sin dejar a nadie atrás.
Crédito de la fotografía: Riku Isohella, Velhot Photography Oy