Día de las Campesinas y Campesinos: El campo como proyecto de vida
En Chile, este 28 de julio, celebramos un nuevo Día de las Campesinas y Campesinos, como conmemoración de la promulgación de la Ley 16.640 de la Reforma Agraria y la Ley 16.625 de Sindicalización Campesina de 1967. Día que comenzó llamándose Día Nacional del Trabajador Agrícola (1967) y luego Día Nacional del Campesino (1980) hasta el 2015 que pasó a denominarse con su nombre actual para reconocer el aporte de hombres y mujeres al crecimiento económico y social de los sectores rurales del país.
Y es que la agricultura familiar campesina sigue siendo importante en nuestro país: según datos de la CASEN 2022, más de cien mil hogares se dedican a ella; y continúa aportando a la producción agrícola y seguridad alimentaria, pues abarca el 54% de la producción de hortalizas, el 30% de las viñas viníferas, junto con el 94% de la producción caprina, 76% de la producción de miel y 54% de las existencias bovinas (según información de INDAP, 2015).
En este día creemos que es importante visibilizar que la ruralidad y la agricultura familiar campesina sigue siendo el proyecto de vida y los medios de subsistencia de muchas personas y familias. Para ello, quisiéramos contarles algunas historias de vida que hemos podido conocer en estos años recorriendo diversidad de sectores rurales en el marco de los distintos proyectos que Rimisp – Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural realiza en el país.
Por ejemplo, en la región de Ñuble conocimos a un viñatero del Valle del Itata, junto a su esposa y su hija. Hace unos pocos años decidieron dejar la ciudad (donde él y su esposa estudiaron y se conocieron) e instalarse en el campo de su familia. Ahí se dedican a continuar con la tradición viñatera familiar, recuperando “las prácticas tradicionales de sus abuelos” e innovando en cómo hacer que su proyecto sea sostenible para su familia y para el medio ambiente. Entre viñas agroecológicas, animales y huertos, impulsan un proyecto de turismo rural que les permita mostrar y valorar que no solo vale “lo que hacen” sino el “cómo lo hacen”.
También en la región del Ñuble conocimos a una agricultora, quien antes de tener sus seis invernaderos, trabajó como temporera durante años. Sin querer se insertó en los circuitos de apoyo a la agricultura familiar campesina; y lo que comenzó como una obligación que poco le atraía terminó siendo su proyecto de mayor desarrollo personal, nos dice.
Hoy, junto a su marido, se dedica a tiempo completo a su producción de hortalizas en invernadero. Con ella pudieron asegurar que sus hijas estudiaran, “todas profesionales”, nos cuenta orgullosa, aunque confiesa que teme haberles inculcado la idea errada de que había que abandonar el campo porque “el lápiz pesa menos que la pala”. Por el contrario, rescata que su campo le dio autonomía y el orgullo de generar algo propio.
En la región de O’Higgins conocimos a una mujer a la que se le puede calificar como “neorrural” (personas urbanas que migran hacia las zonas rurales con distintas intenciones), ella decidió que la capital no era un ambiente adecuado para ella, sus cuatro hijos que rondaban la adolescencia y su madre. Vendió todo y junto a los ahorros que tenía relocalizó a la familia en un terreno que pudo comprar en Pumanque.
Un terreno de secano que no siempre ha sido fácil de aprender a producir y donde se deben enfrentar vicisitudes año a año. Con su madre han aprovechado cada oportunidad que han encontrado, inscribiéndose a los programas públicos y proyectos locales, lo que les ha permitido construir infraestructura, pero también aprender a cultivar. “Aprender a ser rurales”, nos dice mientras nos comparte de las frutillas que producen y nos cuenta como todos aportan con trabajo, dentro o fuera del terreno.
Lo anterior nos lleva a preguntarnos, ¿quiénes son las campesinas y los campesinos hoy? No son solamente los “abuelos” o las generaciones pasadas que permanecen en sus territorios; aunque las zonas rurales enfrentan el envejecimiento de su población (para 2035 se espera que la población mayor de 60 años duplique a la menor de 15 años) influenciado por la migración de las nuevas generaciones hacia las zonas urbanas, no es un vaciamiento total.
Campesinas y campesinos también son quienes hoy optan por la agricultura familiar campesina, a veces por tradición, a veces dándolo vuelta todo. Aunque estas tres personas comentan que les da pudor llamarse a sí mismos “campesinos” porque sienten que deberían tener otras historias de vida, otros conocimientos, otra participación social para poder llamarse así; son ellas y ellos quienes también mantienen vigente la vida campesina.
Crédito de la foto: Rimisp – Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural