Los nudos críticos del Frente Amplio
El Frente Amplio pasó a ser oficialmente un partido. A propósito, sustentándome en breves radiografías históricas, quiero proponer tres nudos críticos que el nuevo partido tendrá que desatar si quiere llegar a ser un referente transformador lo suficientemente gravitante en la disputa por el poder.
Primer nudo crítico: la desproporción abismal entre liderazgo y orgánica
Parto por su principal liderazgo: Gabriel Boric. Tras su paso por la presidencia de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, Fech, y, de facto, tras ser vocero Confech, Boric fue electo diputado por la Región de Magallanes. Una vez en el congreso, su liderazgo sobresalió por su carácter disruptivo y por encarnar, en el corazón mismo del sistema político, la impugnación al pacto de régimen del retorno democrático.
Pues bien, sucede que el diputado Boric, en su mediática posición impugnadora, no contaba con partido, sino que con un movimiento universitario, la Izquierda Autónoma, que poco podía aportar para dar soporte orgánico a su diputación.
Un representante, en este caso, sin orgánica suficiente, sin base militante sólidamente estructurada, pero con cobertura mediática, y que muchas veces, sin la aportación de un partido, se las tuvo que ver con su círculo cercano para dotar de contenido político tanto a sus labores parlamentarias como a su despliegue comunicacional: el grupo pequeño, como le dicen.
El crecimiento de la figura de Boric, al alero mediático, no fue proporcional a la consolidación orgánica de su domicilio militante. Después de Izquierda Autónoma vino el Movimiento Autonomista, y, más adelante, Convergencia Social. Las organizaciones se fueron sucediendo con esperanzas de consolidarse mientras el liderazgo seguía creciendo fuerte pero inorgánicamente.
Esta desproporción hizo que, por ejemplo, con el paso de los años Boric, y su pequeño grupo cercano, aún no coincidiendo con las posiciones de la mayoría de la militancia, tuviese un privilegiado posicionamiento interno para hegemonizar las líneas de acción de su movimiento.
Dos botones de muestra: primero, a principios de 2019, cuando fue el Congreso de Convergencia Social -un congreso de tesis-, la tesis promovida por Boric y su grupo pequeño fue la menos votada pero, aún así, su liderazgo seguía siendo el más determinante para definir los lineamientos de acción partidaria.
Segundo, y esto es más recordado, la firma del Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución en noviembre del 2019, que le dio cause institucional a la crisis de la Revuelta Popular. Su firma fue a contrapelo del partido mismo. Sin embargo, pese a la reprimenda del tribunal interno, no había amonestación posible: su liderazgo era el capital político del partido.
El primer nudo crítico a desanudar en el nuevo partido, entonces, es la distribución de poder interno con tal de calibrar los contrapesos entre liderazgos actuales -y sus pequeños círculos de amigos- y militancia de base, sin desatender, claro está, el enorme desafío de la formación política para robustecer a la militancia, y que esta esté a la altura de tal distribución.
Segundo nudo crítico: el descuadre entre postulado ideológico e inmediatismo institucional-electoral
Quienes rechazaron el partido único en el plebiscito interno de marzo pasado, entre algunos otros argumentos, esgrimieron que más que una fusión era necesario un debate ideológico-político con tal de acordar, desde las bases militantes, las directrices del nuevo partido. De lo contrario, decían, este sería un partido meramente instrumental-electoral.
Sin embargo, creo que los desafíos pasan un poco más acá de cuestiones ideológicas, pero, a la vez, un poco más allá del inmediatismo institucional-electoral. ¿Qué se halla en la medianía entre el más acá ideológico, y el más allá del inmediatismo? estrategia. La estrategia para la conducción política, esa de la que ha carecido el Frente Amplio desde su fundación.
Una vez llegados al gobierno, los partidos del Frente Amplio se vaciaron de sus cuadros políticos. La mayoría asumió tareas de representación o administración estatal. La deglución de cuadros por parte del Estado hizo que se pierda masa crítica para pensar y definir líneas de conducción estratégica.
Partidos cuyas dirigencias son principalmente empleados estatales que, monocromáticos, carecen de la riqueza que podría caberle a toda conducción transformadora, liderazgos sindicales, vecinales o estudiantiles.
Hoy asistimos a una administración gubernamental que, más allá de las políticas públicas celebrables, carece de conducción estratégica. Por lo tanto, otro de los nudos críticos a desanudar, en el incipiente partido, es la definición estratégica con tal de dotarse de conducción política a su vez que superar su condición de “partido de empleados del Estado”.
Tercer nudo crítico: el decrecimiento abajo y los costados
Continúo, en este tercer nudo, con lo anterior: estrategia. El año 2017 se escribió el Programa de muchos que acompañó la candidatura de Beatriz Sánchez. Fue un programa escrito por cientos de asambleas autoconvocadas, tanto territorial como sectorialmente. Los Grupos de Apoyo Programático, o GAP, fueron los espacios del Frente Amplio destinados a sintetizar las cientos de actas.
Una vez terminada la redacción programática, los GAP proyectaron constituirse como frentes intermediarios entre las organizaciones populares, participantes de la escritura programática, y los flamantes diputados que, lejos de las expectativas, ascendían a 20. Pero la Mesa Nacional del Frente Amplio era políticamente endeble para darle soporte político a esa cantidad de diputaciones. Más difícil aún si se trataba de una pléyade variopinta de liderazgos que, por sus dinámicas divergentes, rápidamente mellaron intestinamente las posibilidades políticas de esta fuerza emergente.
La excesiva concentración que tuvo la Mesa del Frente Amplio en ser “soporte parlamentario” desatendió las posibilidades de crecimiento abajo y a los costados. Las organizaciones sociales se fueron desagregando, perdiéndose una valiosísima oportunidad de construcción político-popular como no había habido en décadas.
Dicho lo anterior, si hubiese que tener un lineamiento estratégico claro, ese es el de la construcción de poder abajo, poder en lo común y corriente, o poder popular, como se le llamó alguna vez.
Los sectores transformadores sólo pueden crecer y muscular allí la fuerza para transformar, pues, por arriba, la fuerza está reservada para los sectores conservadores por medio de sus empresas, directorios corporativos y centros de estudios. Por lo tanto, el tercer de los nudos críticos a desanudar es el decrecimiento producido en los últimos años, sabiendo diferenciar que crecimiento electoral no es sinónimo de construcción de poder político.
La desproporción abismal entre liderazgo y orgánica, el descuadre entre postulado ideológico e inmediatismo institucional-electoral y el decrecimiento abajo y los costados. Estos son tres nudos críticos cuyo desate, y lo digo humilde y fraternalmente a las y los militantes del nuevo partido, creo tremendamente relevante si lo que se busca es construir un referente transformador capaz de disputar poder y no terminar siendo una mala rima asonante de la Concertación.