Lluvias: Gritando en el desierto
Pese a los pronósticos más o menos sombríos que tuvimos a inicios de este año, en el sentido de que El Niño estaba en retirada y tendríamos nuevamente escasez de lluvias para la zona central del país, ante la inminente llegada de La Niña, la realidad y el clima dijeron otra cosa, siendo este mes que termina el junio más lluvioso de prácticamente los últimos 20 años para la Región Metropolitana.
No obstante, los análisis de agencias extranjeras y nacionales dan cuenta que el fenómeno de bajas precipitaciones sí estaría arribando a Chile en el segundo semestre, aunque se prevé que puede venir atenuado y de corta duración. No obstante, huelga decirlo, todo esto aún está en un plano meramente especulativo, a propósito de la poca precisión que se tuvo para las predicciones meteorológicas del otoño.
Sea cual sea finalmente lo que vaya a ocurrir en los próximos doce o veinticuatro meses, no podemos bajar los brazos en torno a la necesidad de cuidar los recursos hídricos. Y aquí quisiera detenerme en los servicios sanitarios rurales (SSR), los antiguos APR y quizá hermano menor de las grandes empresas abastecedoras, los cuales nutren de agua potable a cerca de 200 mil personas de la zona rural de la capital.
En tiempos de abundancia la lógica indica que el agua debe guardarse, pero sabemos que los espacios para almacenamiento son limitados y la infraestructura no siempre cumple con los estándares esperados para este tipo de rubro. Se requiere modernizar el equipamiento y capacitar a quienes administran estos SSR, justamente en estos periodos de mayor existencia del recurso, y no esperar que llegue la sequía.
Suena muy fácil decirlo, pero explicar y demostrar este escenario a autoridades y comunidades es un poco más complejo. Quién se atrevería hoy, por ejemplo, a hablar de sequía en las provincias de Talagante o Melipilla, cuando tuvimos desbordes del río Mapocho, llamados de alerta SAE para evacuar riberas, muchas de ellas pobladas por campamentos, y viviendas en zonas rurales anegadas con un metro de agua en su interior. Y todo transmitido por los canales de TV y las redes sociales, por lo que su impacto trasciende a dichas zonas.
Si tuviéramos que buscar un parangón, algo similar ocurre cuando se pretende enseñar a las familias que deben contar con un kit de emergencia en caso de un terremoto, con linternas, abrigo y comida no perecible. Si hacemos una encuesta breve entre nuestros familiares y cercanos, es probable que muy pocos, o casi ninguno, tenga armado ese dispositivo.
¿Hay que esperar, entonces, a que tengamos de nuevo una sequía latente para que nos pongamos a trabajar en mejorar las SSR? Creemos firmemente que no. Ante este escenario favorable, es fundamental ser conscientes que el cambio climático ya es una realidad y que seremos testigos de escenarios meteorológicos muy cambiantes entre estaciones e incluso entre años. Aunque se esté gritando en el desierto, por más paradójica que suene dicha frase.
Por tanto, que estas lluvias, recibidas como una bendición por muchos, no sea simplemente una buena noticia, sino que un llamado actuar con prontitud y sin descanso. No vaya a ser que los pronósticos fallen, la falta de lluvias se adelante y sus efectos sean más prolongados de lo que esperamos.
Autor de la columna: Ray Gallegos, director proyecto APR Avanza, Universidad San Sebastián
Crédito de la foto: Agencia Uno