El valor de las humanidades (en respuesta a Sebastián Edwards)
Hace pocos días, el señor Sebastián Edwards realizó declaraciones en un medio nacional, en las que indicaba “que las humanidades no tienen futuro” y que “cerraría las Becas Chile en humanidades por 10 años. Solo las otorgaría a estudiantes de ingeniería aplicada”. De paso, también comentó la utilidad de ‘separar’ la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, pues su desarrollo se vería frenado por su pertenencia a esta institución.
Como investigadores del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia CR2, liderado por la Universidad de Chile, asociada a la Universidad de Concepción y Universidad Austral de Chile, no podemos sino disentir de tal opinión.
La experiencia del CR2, con más de 12 años de trayectoria, así como los informes del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas, demuestran que la crisis climática no es un problema que se pueda solucionar solo con avances tecnológicos. Al contrario, se trata de un problema complejo que debe ser abordado integrando diversos tipos de conocimientos, considerando aspectos valóricos, sociales, ecológicos y éticos.
Por ejemplo, el desafío de avanzar en una transición justa no se logra solo con el desarrollo de una industria de tecnologías “renovables”, que invariablemente será influida por criterios de mercado, y que no necesariamente atenderá los requerimientos de la población ni el cuidado del medio ambiente.
En el nombre de lo “verde” se pueden tomar muy malas decisiones si se remplaza la mirada compleja e interdisciplinaria por un tecno-optimismo reduccionista de la realidad social y ambiental.
Decisiones tecnocráticas difícilmente contribuirán a mejorar la calidad de vida de las personas, reducir inequidades, establecer nuevas formas de convivencia con el entorno y, por cierto, a responder de manera integral a los desafíos del cambio climático.
Más aún, antes de crear tecnología hay que imaginarla, y ello comienza con un relato que se inspira en el arte, la historia, la filosofía y la literatura. Para pensar en futuros alternativos que nos permitan una transición socioecológica viable y justa necesitamos a las artes y las humanidades. El sentido que pueda tener la ingeniería en tiempos de crisis climática se inicia con una reflexión humanista.
Por todo lo anterior, es que consideramos que la propuesta planteada por el señor Edwards es superficial, inapropiada e irresponsable.
La única forma de abordar los desafíos señalados es justamente formando profesionales e investigadores/as que sean capaces de poner en diálogo los distintos aspectos de nuestra compleja realidad, y generar diagnósticos y soluciones que tengan en cuenta e integren los distintos conocimientos existentes, lo que incluye, no hay que olvidarlo, tanto los conocimientos científicos especializados como los saberes locales y tradicionales.
Construir una jerarquía artificial entre disciplinas, y abogar por ‘separar’ espacios de comprensión y discusión del conocimiento, va justamente en contra de esta necesidad, y refleja en quien hace estas sugerencias un entendimiento limitado respecto de la ciencia y su rol en la sociedad.
La ciencia no es –no puede ni debe ser- solo un instrumento para generar publicaciones de alto impacto, o tecnologías patentables. Si bien es importante responder a los temas clave de la agenda científica internacional y las necesidades del sector productivo -algo en que nuestro país podría mejorar, generando mayores interfaces entre productores y usuarios de conocimiento- también es indispensable promover el pensamiento crítico, la reflexión y el compromiso social con los problemas tangibles de la sociedad, en todas sus facetas.
En conclusión, salir adelante de la actual crisis ambiental y climática implica profundas transformaciones institucionales, políticas, sociales, culturales, y psicológicas que difícilmente podrán ser alcanzadas sin investigación ni especialistas en ciencias sociales y en humanidades.
Nuestra investigación interdisciplinaria ha demostrado la importancia del trabajo mancomunado entre las ciencias sociales y naturales, y cómo ésta da respuestas más profundas a los actuales desafíos que enfrentamos como sociedad.
*También firman esta columna las investigadoras y los investigadores del CR2 Gustavo Blanco, Dominique Hervé, Cecilia Ibarra, Marco Billi y Raúl O´Ryan.