No es buena idea dejar libres a los de Punta Peuco
“Esas personas por su condición deben estar en un lugar así, Punta Peuco no puede ser cerrada” Eduardo Frei. Presidente de Chile.
Miles de procesos se encuentran en tribunales de justicia de todo el país por delitos relacionados con violaciones graves a los derechos humanos, tortura, desapariciones forzadas, ejecuciones. Los responsables son militares, marinos, aviadores, carabineros y la policía de investigaciones. También hay civiles que sin el menor reparo se convirtieron en colaboradores del poder militar en esos momentos, como la familia Kast en Isla de Maipo.
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A ese ya conocido listado de criminales nacionales perfectamente se podría agregar a Richard Nixon, Henry Kissinger, a la CIA, el Departamento de Estado norteamericano, la policía de Brasil, a Paul Scheffer y sus huestes. Nadie duda en el rol de protagonista de aquellos criminales asuntos a la embajada de los Estados Unidos.
No fue un asunto cultural ni esotérico. No se trataba de Illapu versus los Quincheros. Era la cuestión social, una propuesta para superar la contradicción capital/trabajo. La confrontación se instaló en lo político e ideológico. los tiempos de la guerra fría. Allá los EE.UU., acá Vietnam. Tan cerca Miami y el malecón de La Habana.
Nadie escuchó el llamado del alma de la patria con su nombre de pila Chile, como lo cuentan los dueños de los gorros y cascos con estrellas. El parlante se lo instalaron en las orejas a los camioneros, microbuseros, los almaceneros, vendidos y entregados yanaconas, como diputados y senadores.
Klaus Barbie, el carnicero de Lyon, cuando terminó la segunda guerra mundial vivió tranquilo como un hombre serio de negocios en América Latina. Fue un jefe de la Gestapo y se dio la tarea de perseguir para ser eliminados a los miembros de la resistencia. Participaba personalmente en los operativos con extrema crueldad para dejar constancia como debían ser tratados los enemigos. También capturó a miles de judíos para ser enviados a los campos de concentración.
Torturó y asesinó a Jean Moulin, el líder de la resistencia francesa.
La derecha quiere que Miguel Krassnoff Marchenko/Iturriaga Neumann/Corvalán y otros uniformados condenados por crímenes de Lesa Humanidad puedan volver a sus casas. En su defensa sostiene que son personas con edad avanzada y merecen un final digno.
Republicanos, UDI/RN olvidan que algunos días con posterioridad al 11 fueron encerradas las autoridades del gobierno democrático por los golpistas. Todos esos presos eran personas mayores, a ninguno se les llevó ante un tribunal, a nadie se le acusó de uso malicioso de instrumentos públicos, ni boletas ideológicamente falsas. Ningún detenido en Isla Dawson se robó un banco.
Se debe dejar constancia que muchos de los militares condenados con sentencias ejecutoriadas se arrancaron, se escondieron para no cumplir sus condenas ordenadas por un tribunal. De valientes nada.
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La Comisión de Seguridad de la Cámara de Diputados discutió un proyecto que aumenta las penas de delitos contra la vida de las personas. En esta reunión se aprobó una indicación muy polémica y que está permanentemente en el debate, la libertad condicional para presos mayores de 75 años.
El sentido concreto de esta propuesta es sacar de la cárcel a los militares que se encuentran en Punta Peuco cumpliendo condenas.
Aquellos uniformados fueron procesados estando en servicio activo por delitos con posterioridad al golpe. Han pasado cincuenta años y algo más de esa criminalidad desbordada y amparada por la impunidad entregada por la dictadura militar.
La derecha grita que la delincuencia debe estar encarcelada, pero al mismo tiempo instala la alternativa para que líderes del crimen organizado, condenados por delitos sexuales, pedófilos empresarios y otros, esperen el final en la comodidad de sus hogares, por ser viejos.
El asunto es que la sociedad necesita ser resarcida. La criminalidad no sólo fue ejecutada por militares. Chile, como país, quedó marcado en un ejemplo de acciones que la civilización no puede aceptar como justas. La responsabilidad le corresponde a los militares y a sus adláteres, los cómplices civiles.
Natural es el afecto de los parlamentarios de derecha con los militares. Se entiende los esfuerzos por sacarlos de la prisión con argumentos esmirriados y famélicos.
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Edda Goering, hija única de Hermann Goering y cuyo padrino fue Adolfo Hitler, murió sosteniendo que su padre había sido una buena persona, la misma afirmación la proclamaron también sus cercanos. La hija de este criminal nazi, que se suicidó en su celda luego de recibir una condena en el tribunal de Nuremberg, murió negando que su padre haya sido el responsable de la muerte de casi seis millones de judíos entre 1940 -1945.
Lo mismo sucede con los de Punta Peuco.