"Atentaré contra tu hijo": Extorsión en Chile, la cara de la desigualdad y fractura social
El jueves de esta semana se conoció de la detención de 13 funcionarios de la Segunda Comisaría de Carabineros, acusados de los delitos de cohecho, apremios ilegítimos, hurto, tráfico, detención ilegal y otros, todos cometidos en Santiago.
El Ministerio Público los acusa de cobrar dinero a comerciantes de nacionalidad china del Barrio Meiggs, con el fin de brindarles protección.
El caso ha generado preocupación, particularmente por los casos de extorsión, sin embargo, este tipo de delitos ha venido afectando a ciudadanos en diversos barrios de Santiago, en su mayoría a personas de nacionalidad extranjera.
??♂️En Estación Central muchas personas se referían así a ellos, en referencia a la organización criminal peruana llamada “Los Pulpos”. Comerciantes chinos del sector de Meiggs eran sus principales blancos.?
Lea el caso completo⬇️https://t.co/ssVrnZbGP8 pic.twitter.com/CzDnxVpBDG
— El Mostrador (@elmostrador) May 24, 2024
Extorsión en barrio Yungay
"Tengo toda la paciencia del mundo para dedicarme a perseguirte y matarte a cualquiera de tu familia", fue uno de los tantos mensajes que María ha recibido a través de WhatsApp, de un desconocido que la extorsiona desde hace meses.
María (nombre ficticio para proteger su identidad) llegó a Chile en 1998 proveniente de Perú en busca de una mejor vida. Al año siguiente arribó su marido. Hoy viven en el barrio Yungay, en el centro de Santiago, y tras años de trabajo, hoy tienen una empresa de camiones que se dedica a fletes, bodegaje y mudanzas.
No sabe a ciencia cierta quién está detrás de los mensajes y llamadas, pero por la información contenida, la persona que le escribe sabe todos sus movimientos. Conoce su horario de salida, sus rutas y lo más preocupante: dónde vive y a qué colegio asiste su hijo.
“En diciembre empezaron las amenazas, primero a mi marido, que le pidieron 20 millones de pesos”, dice María en conversación con El Desconcierto.
Ella sospecha de un extrabajador con quien terminó de muy mala forma. Desde que se fue comenzaron las amenazas por teléfono y mensajes de texto.
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“Se quedó con una llave del auto. Yo le dije que me la entregara, pero no quiso. Entonces yo digo, por ese lado, que puede ser él que nos está dateando”, señala.
Las primeras amenazas fueron a su marido, que le exigían pagar cinco y hasta $20 millones. María ha preferido no contestar, ya que tiene el caso de un amigo que les pagó y luego no lo soltaron más. Finalmente debió desarmar todo su negocio, guardar sus cosas en una bodega y borrar todas sus redes sociales.
“Yo no pego a nadie”, dice María, convencida que no la van a doblegar y que no seguirá su juego, pese a que la han amenazado con quemarle los camiones.
Puso una denuncia en el Ministerio Público y espera que en algún momento las llamadas y mensajes dejen de llegar.
[caption id="attachment_922197" align="alignnone" width="900"] Uno de los mensajes recibidos por María[/caption]
Amenazas en Paseo Puente
Eugenia (nombre ficticio para proteger su identidad) trabaja hace siete años en una peluquería al interior de una galería en el Paseo Puente, en el sector de Cal y Canto.
Dice que hace años que el sector se llenó de delincuentes que prácticamente se tomaron el lugar y que extorsionan a los que trabajar ahí.
Ella es peruana y hace ocho que llegó a Chile. Los que la extorsionan, a ella y a su socia de la peluquería, dice que son venezolanos. Aunque muchos dicen ser del Tren de Aragua (ya que les da estatus dentro del mundo del hampa), quienes las amenazan son de la banda La Torre.
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“Como que todo el mundo pertenece al Tren de Aragua. Todos tienen un amigo, un primo, un hermano que pertenece. Pero el que nos viene amenazado a nosotros son de la banda de La Torre. Viene directamente con ese nombre. Son los que tienen controlado todo ese sector de Cal y Canto”, dice Eugenia a El Desconcierto.
A diferencia del caso de María, a Eugenia y principalmente a su socia, son los captadores -que atraen clientes para las peluquerías- quienes vienen a la tienda y las amedrentan para que no les quiten los clientes a los locales para quienes ellos trabajan.
“Con imágenes de su familia allá en Perú. Son imágenes sacadas de Facebook, no es que ellos hayan ido para allá, pero le dicen ‘conozco dónde estás, ‘ya llegaste a tu departamento’, ¿tienes que depositar tanto’”, dice sobre los mensajes y fotos que recibe su amiga, quien regresó por un tiempo a Perú debido a la angustia que le provocaba la situación.
“Mandando imágenes de su familia. Mensajes como ‘nosotros sabemos dónde están, sabemos quiénes son, sabemos en qué colegio están’”, complementa Eugenia.
A raíz de la muerte del teniente de Carabineros, Emanuel Sánchez, asesinado a balazos el 10 de abril en Quinta Normal, Eugenia dice que se vio mayor presencia policial en el sector. De hecho, se llevaron detenido a un trabajador del lugar.
“Dos de ellos se fueron y uno de ellos supe que lo han detenido y le dieron 15 años. A raíz de que lo detuvieron se empezaron a ir misteriosamente un par de peluqueros”, dice Eugenia.
Luego que sacaron a una trabajadora que al parecer era una amenaza para el negocio de las otras peluquerías, han bajado las extorsiones.
“Ahora no hemos tenido amenaza de pedirnos dinero. Simplemente es por el personal. Pero antes pedía $20 millones”, dice.
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Desigualdad y desintegración social
Desde una mirada sociológica, el factor que incide que aparezcan con mayor fuerza casos de extorsión es la desigualdad social y la corrupción en las instituciones.
“La presión que ejerce una persona respecto de otra o un grupo respecto de otra persona, hay factores que estarían generando un caldo de cultivo Lo primero hay factores estructurales, indudablemente. En este caso hay factores que tienen que ver con el sistema de justicia”, dice Jean-Claude Regnier, investigador del Centro de Estudios e Investigación (CEIEF) de la Universidad de Santiago.
En ese sentido, se entiende que las víctimas de extorsión sean en su mayoría ciudadanos extranjeros, quienes carecen de redes de apoyo, muchos de ellos están de manera irregular en el país e incluso no dominan el idioma.
Ellos son presa fácil para las bandas criminales que buscan tener un flujo constante de dinero, teniendo como arma el miedo que infunde la extorsión.
“Al mismo tiempo también se combina con la corrupción. Siempre tenemos como causa de la extorsión los factores económicos indudablemente. Desigualdad económica y, por otro lado, desempleo. Indudablemente es una música de fondo. Los factores económicos y la desigualdad económica hacen que emerja esta organización criminal con más fuerza y ahora no tiene pudor de hacer la extorsión”, complementa Regnier.
El estado actual de las sociedades, con el aumento de la tolerancia hacia la violencia como mecanismo de resolución de conflictos, hace que se vuelvan más tolerantes a las expresiones extorsivas, señala el investigador.
“De alguna forma se vuelve más laxa, nos volvemos más tolerantes a las expresiones de extorsión. A nivel macro ya lo toleramos y creemos que así funcionan las cosas”, señala.
Lo que genera este tipo de expresiones es una fractura a nivel social, donde la desconfianza y el miedo comienzan a interferir en las relaciones humanas.
“Eso hace que aumente también como consecuencia la desintegración social, la desconfianza entre los vecinos, entre los locatarios de distintos lugares. Está pasando desde el punto de vista de nuestra geografía metropolitana, Ves barrios que se van estigmatizando, son barrios donde la comunidad está desintegrada, hay menos cohesión”, señala.
“El vecino de al lado, el propietario de un negocio no crea redes porque hay una desconfianza de base, entonces hay barrios que se quedan sin servicios comunitarios. Lo que tú estás viendo en Estación Central, la comunidad china, está en general cambiando y trasladándose a otros polos de desarrollo donde se percibe que habría todavía una red de instituciones que te procuran mayor confianza”, cierra.