Crimen organizado carcelario: expresión de una sociedad en crisis cada vez más autoritaria
“Estamos en el principio de una nueva era, que se caracteriza por una gran inseguridad, por una crisis permanente y por la ausencia de cualquier tipo de status quo (…) Ésta no es menos importante que la que se produjo después de 1945”.
Con esa cita del historiador alemán Michael Stürmer comienza “Fin del milenio”, el último capítulo de Historia del Siglo XX, la obra del británico Eric Hobsbawm, donde ya en 1995 vislumbraba que en las próximas décadas la humanidad sería testigo de la crisis de los pilares del modelo de desarrollo que conocemos en la actualidad.
“Está perdiendo legitimidad. Las normas de convivencia social también están siendo cuestionadas. Cuando las normas de convivencia social se pueden transgredir sin problema, entonces estamos en una dificultad, como lo que ocurrió efectivamente después del estallido social en Chile y después de la pandemia”, dice Dante Castillo, sociólogo director del Centro de Estudio e Investigación (CEIEF) de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Santiago en conversación con El Desconcierto.
Esa sería una manera de explicar -desde una mirada sociológica-, el surgimiento y consolidación del crimen organizado en sus diferentes expresiones, tanto en bandas como el Tren de Aragua o la criminalidad económica, conocida como “delitos de cuello y corbata”.
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“Cuando una forma de producción de la vida, de producción económica, cultural, entra en crisis, entonces aparecen estas manifestaciones y en general la reacción es violenta y esta violencia se naturaliza en las sociedades”, explica Castillo.
Es lo que se puede apreciar en la configuración del Tren de Aragua, banda que logró dar vuelta el sistema para su beneficio y apoderarse de la cárcel de Tocorón, lugar desde donde se digitan todas las operaciones tanto dentro de Venezuela como fuera de sus fronteras, incluido Chile.
El también investigador asociado del Interactions, Corpus, Apprentissages, Représentations (ICAR) y que actualmente se encuentra en Francia abordando la cultura de la violencia y la narcocultura, señala que el crimen organizado no puede desligarse del modelo de desarrollo universal y dominante.
Lucha de poder en lo territorial y discursivo
El viernes 17 de mayo Gendarmería allanó en simultáneo seis cárceles del país, operativo que tenía como objetivo evitar la rearticulación de bandas criminales, como la de Los Gallegos, brazo armado del Tren de Aragua que se instaló en Arica proveniente de Perú.
Uno de los aspectos que llamó la atención fue el hallazgo de una llave maestra para abrir esposas en poder de Daniel Márquez Meléndez, alias el “Ruso” y líder de Los Gallegos.
Al mismo tiempo, hubo un aviso de bomba que obligó a evacuar los tribunales de justicia de Arica, Linares, Concepción y Temuco.
“Es una respuesta esperable al procedimiento que tuvimos ayer”, señaló Mario Carrera, fiscal regional de Arica y Parinacota a cargo de la investigación que lleva el Ministerio Público.
“La cárcel la utilizan como una oficina más para seguir manteniendo su trabajo. Como centro de operaciones”, agregó.
Para el sociólogo Dante Castillo, el control de las cárceles no es un fenómeno nuevo en Chile. “Capuchinos fue también un centro que fue tomado. Había dos gendarmes para toda la población, pero la población más o menos decidía cuáles eran y en qué momento. Las llaves las tenía la población y ellos se ponían llaves por dentro o por fuera”, señala.
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Lo que ahora cambia es el uso de la violencia como resolución de conflictos, la que tiene expresiones en las calles, Parlamento, en las cárceles e incluso en las salas de clases.
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El poder que está en disputa entre Estado y crimen organizado se expresa en lo territorial, como ocurre con las tomas de campamento y en los centros penitenciarios, pero también en lo discursivo.
Síndrome de la rana hervida
En diciembre del año pasado la Asociación Nacional de Magistrados y Magistradas solicitó a la Corte Suprema contar con mayor seguridad, luego de que un juez del Séptimo Juzgado de Garantía de Santiago denunciara amedrentamiento por parte de bandas criminales, sumándose a los 14 magistrados que se encuentran con algún tipo protección.
Mientras las bandas criminales amedrentan al poder establecido, las instituciones del Estado comienzan a utilizar un discurso más autoritario, lo que se puede ver como una expresión más de esta la lucha de poder, pero en el ámbito discursivo.
“Cuando la pobreza (entendida como marginalidad, no monetaria) es la que emerge, aparecen estos dispositivos, pero al mismo tiempo se acopla con este discurso al orden. Desde el punto de vista comunicacional no pueden dejarle espacio a aquellos discursos autoritarios que llaman a la seguridad y al orden”, señala Castillo.
Es aquí donde se presenta, según explica el académico, una contradicción tanto en el discurso de las izquierdas como el de las derechas. Esto porque mientras el ala más progresista ha abogado por la defensa de las libertades individuales, ante la crisis de seguridad se ven obligados a adoptar un discurso más autoritario que choca con los derechos fundamentales.
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Cabe recordar que, mientras en el gobierno del expresidente, Sebastián Piñera, se decretó Estado de Emergencia en la Macrozona Sur, en la actual administración del Presidente, Gabriel Boric, se decretó Estado de Excepción en la Macrozona Norte, como una manera de controlar la migración irregular y el avance de las bandas criminales.
"Tiene que ver con esta lógica de legitimación, de cómo se legitiman ciertas medidas de carácter autoritario en las sociedades occidentales contemporáneas", señala Castillo.
Pero en las derechas ocurre una contradicción similar cuando están enfrentados a la criminalidad. Esto, porque su discurso histórico de menos Estado, al punto de desmantelarlo en varios niveles como educación, salud o pensiones, ante la criminalidad exigen mayor presencia estatal como, por ejemplo, que las Fuerzas Armadas puedan resguardar infraestructura crítica.
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“Esa mutación de las autoridades en el discurso también tiene que ver con no generarle más espacio a este discurso más autoritario que proviene también de esta derecha más conservadora, más que liberal. La derecha liberal tiene también dificultades cuando confronta estos discursos por el orden, porque naturalmente lo que quiere la derecha liberal es espacio. No quiere más Estado, lo que quiere es menos Estado para sus negocios, que es el discurso clásico. Pero hay una derecha conservadora que quiere más seguridad y esa seguridad se transforma mucho a lo que teníamos en Alemania antes de la Segunda Guerra Mundial”, señala Castillo.
Es el síndrome de la rana hervida, donde si a una rana se pone repentinamente en agua hirviendo, saltará, pero si se coloca en agua tibia que luego se lleva a ebullición lentamente, no se percatará del peligro. Analogía para describir lo que ocurre cuando un problema se desarrolla tan lentamente que sus daños no son fáciles de percibir.
“Nos vamos amalgamando con ese mismo discurso autoritario, nos transformamos y entonces nos podría llegar a pasar lo mismo que le pasó al pueblo alemán. No sabes cuándo llegaste a validar estos discursos autoritarios”, cierra Castillo.