"Existe un incomprensión tremenda sobre lo que pasa en los estadios" avisa experto chileno
“Masku los Llay Llay no te olvidarán”. El lienzo colgado en una tribuna del estadio Monumental durante un partido de fase previa de Libertadores de Colo Colo, es el testimonio de la muerte de un hincha de los albos tras el Superclásico que ganó la U de Chile por 1-0 el 10 de marzo por el torneo local.
‘Masku’ era el apodo de José Tapia Cortés, un joven de 28 años que murió por un disparo tras ser atacado en la comuna de San Miguel en Santiago, por supuestos partidarios del conjunto azul, que se agrupan dentro de la barra de nombre ‘Los de Abajo’.
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La policía chilena aún investiga las causas e identidad de los responsables, pero es el primer caso de un barrista asesinado en la temporada 2024, que comenzó con la violencia de un grupo de la barra brava de Colo Colo, ‘La Garra Blanca’, en la Supercopa de Chile en febrero pasado en la que causaron destrozos en el Estadio Nacional.
También en la ciudad argentina de Mendoza fuera del estadio, durante y después del partido del ‘Cacique’ ante el argentino Godoy Cruz por Copa Libertadores, que terminó con un ciudadano chileno imputado por violación y otras ocho personas expulsadas del país y con prohibición de entrada de por vida.
Las autoridades chilenas han intentado contener los hechos de criminalidad de barristas con medidas como la reducción de aforo, partidos solo con hinchada local y una sanción de cinco partidos a la tribuna norte del estadio Monumental o donde los albos sean locales, que es la que generalmente ocupa la barra.
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El resto de los equipos de la liga chilena que hasta ahora han recibido a Colo Colo en condición de visitante en sus estadios, no han vendido entradas a los hinchas albos.
“Cuál es el rol y la efectividad en el ejercicio de ese rol del Estado y de los entes u organismos privados o no asociados”, se pregunta el periodista chileno Alberto Arellano, autor del libro ‘De quién es Chile’, editado por Universidad Diego Portales y Catalonia en 2023, que aborda la violencia de las barras y el manejo de las sociedades anónimas que regentan los clubes chilenos, especialmente Colo Colo.
El investigador en entrevista con EFE apunta a la incapacidad para erradicar la violencia con el Plan Estadio Seguro, que se implementa desde 2012, para coordinar la organización de los partidos a través de delegaciones presidenciales en conjunto con las policiales y clubes.
“En algunos documentos que me ha enviado el Congreso, digamos que hay clubes que no cumplen con la cantidad de guardias de seguridad privados con la que se comprometieron para manejar un espectáculo de fútbol y que además no están preparados”, afirma Arellano como uno de los problemas.
Pero esa violencia también ha tomado las calles, y los medios chilenos dan cuenta de un enfrentamiento entre ‘La Garra Blanca’ y ‘Los de Abajo’ como venganza por el robo mutuo de estandartes que identifican a estas agrupaciones.
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Registro cuestionado
Un registro nacional de hinchas implementado desde la Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP) ha sido enarbolado como solución para identificar a los violentos y erradicarlos de los estadios.
De una prueba piloto de este sistema se impuso –y luego se retiró– una sanción a casi 13 mil hinchas albos por lo ocurrido en la Supercopa, castigando a toda la tribuna en la que se generó el conflicto siendo o no partícipes de los hechos.
“Es una falta de comprensión tremenda respecto de lo que realmente sucede en el estadio. No sé qué señal quieren dar, pero es la señal más equivocada que se puede dar. Si uno se queda con la etiqueta de que es ‘La Garra Blanca’, van a ser siempre todos y no va a ser nadie”, argumenta Arellano.
El escritor, sobrino nieto de un fundador de Colo Colo, explica que ‘La Garra Blanca’ es un “cúmulo de decenas de piños distintos”, de agrupaciones barriales que no son todas violentas, pero que muchas han trasladado los conflictos afuera del estadio.
“Es un problema profundo y que está asociado a un montón de cosas que están fuera de estadio, que tienen que ver con marginalidad, precarización y un montón de otras cosas”, dice.
El poder de estos grupos generalmente lo ostentan los más violentos, quienes –se dice– ejercen presión y muchas veces reciben beneficios que incluye el ingreso al estadio.
“Es difícil encontrar esas evidencias que permita sostener ese cruce entre barristas, sean de derecha, de izquierda, de centro o anarquista, digamos, lo que sea, y la dirigencia del club. Hay rumores de que todavía se da la entrada de cortesía, pero probarlo es difícil, como también es difícil probar cualquier otro tipo de aporte, ayuda directa o indirecta, porque la ley se endureció, digamos”, comenta Arellano.
El periodista considera que las sociedades anónimas que administran los clubes en Chile, tras la promulgación de una ley en 2005, no han podido erradicar el problema y tampoco cumplir con otras propuestas –no escritas– del desarrollo de la actividad, poniendo a Colo Colo como ejemplo.
“Promesas como acabar con la violencia en los estadios, no se cumplió, o convertir el Estadio Monumental en un estadio de primera categoría parecido a cualquier estadio europeo, fomentar, digamos, una cantera de jugadores juveniles exportables que genera un negocio. Tampoco ha resultado”, mencionó.