Cambio de horario: Es hora de que hable la ciencia
Desde 1968 en Chile se estableció la práctica de adelantar una hora el reloj en primavera (DST, “horario de verano”), con un regreso a la hora estándar (ST, standard time o “horario de invierno”) cada otoño. Esta práctica se ajusta a los cambios de luz de las mañanas, con el propósito de aprovechar la luz natural y así generar un ahorro de energía. Si bien esta es una práctica que se ha llevado a cabo en gran parte del mundo occidental, es una medida controvertida por los impactos que tiene en la salud. En América Latina solo Chile y Paraguay siguen realizando cambios de horario.
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En 1894 la primera señal horaria oficial de Chile comenzó a operar en Valparaíso y correspondía a -4 horas 46 minutos respecto a Greenwich. Casi 50 años después, se fijó en el observatorio Lo Espejo GMT-5. Al igual que en otros países, por motivos estratégicos con países vecinos en 1947 se fijó GMT-4 como hora oficial para el país.
Para comprender el impacto que el cambio de horario tiene en las personas es necesario entender tres conceptos que se entrecruzan: el de reloj solar, reloj social y reloj biológico.
El reloj solar que a Chile geográficamente le corresponde es el meridiano GMT -5; el reloj social se refiere a la hora solar del meridiano que se eligió para esa zona horaria (GMT -3), por ejemplo, en Santiago en verano cuando el reloj social dice 8PM, son sólo las 6PM de su reloj solar; y el reloj biológico, que es el tiempo interno del organismo y todas sus funciones que es definido por el ciclo circadiano.
La luz solar es el estímulo exógeno más poderoso para la regulación del reloj biológico, por lo que se asume que el horario del reloj solar es el mismo que del reloj biológico. Y es precisamente este concepto el que debemos discutir.
Los cambios de horario impactan principalmente en la continuidad del sueño y en la eficiencia, y ese impacto es acumulativo. Cuando tenemos el denominado “horario de verano” hay un aumento en la latencia de sueño, reducción del tiempo total de sueño, una mayor fragmentación de sueño y una menor duración y eficiencia de sueño, siendo más representativo en personas que ya padecían un trastorno de sueño. Mientras, que cuando hacemos el cambio a el “horario de invierno”, se observan despertares tempranos, un aumento de tiempo en cama con una reducción inicial del tiempo total de sueño las primeras semanas.
Esta cronodisrupción también tiene consecuencias cardiovasculares. Un meta-análisis analizó el riesgo de infarto agudo al miocardio después de los cambios de horario, observando un aumento del riesgo durante las primeras semanas posteriores a los cambios de horario, con un incremento significativo la semana posterior al cambio a horario de verano y a diferencia del horario de invierno que fue comparable con los periodos de control.
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También hay reportes de un aumento significativo en las hospitalizaciones por ACV los primeros dos días después del cambio horario, siendo superior los que ocurren en el cambio al horario de verano.
En términos de bienestar, también hay un impacto. En el año 2022 la Academia Americana del Sueño encuestó a dos mil adultos, de los cuales el 55% referían sentirse cansados después del cambio al horario de verano; también está documentado la mayor incidencia de accidentes de autos, especialmente, la mañana siguiente a este cambio.
La Sociedad Europea de los Ritmos Biológicos, la Sociedad Europea de Investigación en Sueño y la Sociedad de Investigación de Ritmos Biológicos emitieron su postura de respaldar la iniciativa de la Comisión Europea de anular los cambios de horario, ya que la evidencia científica actual disponible indica que un horario permanente es la mejor opción para la salud pública y postulan que el denominado horario de invierno de manera permanente es la mejor opción para la salud.
En Estados Unidos, si bien existe un amplio apoyo para la eliminación de los cambios de horario, la solución sobre cuál será el horario fijo varía entre estados, a favor y en contra del DST. La posición de la AASM es que se deben eliminar los cambios de hora estacionales a favor de una hora nacional fija todo el año y destacan que la evidencia actual respalda al ST (horario de invierno) permanente, que se alinea mejor con la biología circadiana humana y brinda beneficios para la salud y la seguridad pública.
En el caso de Chile, si nos decidiéramos por un horario de verano permanente GMT-3 (DST), a las 7 am estaríamos trasladándonos a colegios y trabajos ocho meses del año en oscuridad e intentando dormir a nuestros hijos con luz a las 8:30 pm. Si el horario permanente fuese el estándar/invierno, 8 meses nos trasladaríamos en las mañanas con luz y acostaríamos a nuestros estudiantes prácticamente todo el año en oscuridad.
Desde la Sociedad de Psiquiatría y Neurología de la Infancia y Adolescencia (SOPNIA), creemos que es necesario instaurar un horario fijo en el que el huso horario sea lo más cercano al “reloj solar” GMT-5 o GMT-4. Existe la evidencia necesaria para tomar esta determinación y si bien existen medidas para apaciguar los impactos que tienen en el organismo estos cambios dos veces al año, lo mejor es tratar de alinear los “relojes”: solar, social y biológico.
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Creemos que contar con un solo horario; estudiar medidas que ya han adoptado países desarrollados, como que los adolescentes entren más tarde al colegio debido al retraso de fase de sueño fisiológico que esta población presenta; y mantener una higiene adecuada del sueño, nos hará un país más saludable y con menos riesgos de enfermedades. Es hora de escuchar a la ciencia y tomar una decisión.
Autores
Columna escrita por Jovita Corzo y el Equipo de Sueño Pediátrico UC