La Democracia Cristiana y la tragedia de 1973: Tercera parte, 1972 – 1973
El Paro de Octubre, huelga insurreccional
En septiembre de 1972, el presidente Salvador Allende en una entrevista radial invita al timonel de la DC, Renán Fuentealba, a su residencia de la calle Tomás Moro. El presidente busca, una vez más, una solución política al conflicto de las áreas de la economía. Fuentealba no acoge el llamado, y por el contrario, en un discurso radial insistió a nombre de la oposición, en que el gobierno se encaminaba a una dictadura. Las oportunidades se van perdiendo, una a una, el abismo se acerca.
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El dirigente empresarial Orlando Sáenz, presidente de la Sofofa, escribe sus memorias ya citadas en el año 2017. Allí sostiene que en los gremios patronales se fue gestando la idea de paralizar el país porque no quedaba otra salida para terminar con el gobierno. En esta paralización, que duró prácticamente un mes, destaca Sáenz la participación de los diferentes gremios coordinados, desde los pequeños comerciantes, camioneros, y los grandes empresarios de la industria, el comercio y la construcción. Los camioneros habían efectuado el 21 de agosto un paro de un día, paralizando el país en una suerte de ensayo previo. El motivo, la pretensión del gobierno de crear una empresa de transportes en la zona de Coyhaique, por su aislamiento.
Hay anuncios de paro desde gremios patronales, por la situación de la empresa papelera, afectada por el control de precios del gobierno (en la época no había libre mercado, y los gobiernos estaban facultados para fijar los precios de los productos). La Confederación de la Producción y el Comercio, la mayor organización empresarial, hace un “llamado a los hombres libres” para sumarse a un gran movimiento nacional contra el gobierno que arruina el país. El 9 de octubre comienza el paro indefinido de los dueños de camiones. Días después se suman los colegios profesionales y organizaciones estudiantiles controladas por la oposición, como la Universidad Católica y los estudiantes secundarios. Después se agregan dentistas, empleados bancarios, contadores, farmacéuticos y comerciantes.
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El 16 de octubre las fuerzas opositoras emiten una declaración en apoyo a la paralización y censurando al gobierno por estar creando un régimen estatista y estrangular los derechos ciudadanos. Todavía no se conocen las reivindicaciones concretas de todos los huelguistas y van más de 10 días de paralización. La huelga no tiene visos de detenerse, es indefinida hasta lograr el colapso. Es una huelga insurreccional. El país se encuentra paralizado.
El presidente Allende invita a La Moneda a dialogar a los presidentes de la Cámara (Pareto) y del Senado (Aylwin), ambos demócrata cristianos, quienes se niegan a la invitación. Allende se dirige al país por cadena de radios y televisión. Señala que ante los llamados de paralización ilegal el gobierno ha cancelado la personalidad jurídica de la Sociedad de Fomento Fabril y de la Confederación de la Producción y el Comercio, ha requisado empresas que han paralizado sus actividades. Relata que desde el 9 de octubre se han producido 59 atentados terroristas contra hospitales, industrias, infraestructuras como oleoductos, torres de alta tensión e instalaciones de las Fuerzas Armadas.
El presidente DC, Renán Fuentealba, le responde de inmediato. Denuncia una campaña de calumnias y mentiras contra la oposición, acusada de buscar el derrocamiento del gobierno. Si la situación se agrava, la responsabilidad es del gobierno. Y resalta el apoyo espontáneo de los gremios y otros sectores al paro iniciado por los camioneros. Tan espontáneo era el paro de octubre, que Orlando Sáenz relata lo siguiente: “Cada día era una lucha para convencer a Cumsille, Vilarín y Bazán (dirigentes de comerciantes y camioneros, nota del autor), para que siguiéramos otras 24 horas. Llegamos al extremo de contratar gente que escribiera cartas de admiración y aliento para que, apelando a sus egos, les inculcaran el ánimo de mantener el combate” (Sáenz, 2017). Solo el 22 de octubre, trece días después de iniciado el paro, los gremios dan a conocer sus peticiones esenciales para poner fin al movimiento, con peticiones gremiales y políticas, como promulgar de inmediato la reforma constitucional.
El dinero para financiar la huelga tenía orígenes oscuros, y corría a raudales. Este es el testimonio de Orlando Sáenz, uno de los dirigentes empresariales del paro: “A nosotros se nos depositaba en dólares en cinco cuentas que teníamos en Europa, Estados Unidos y América Latina. ¿Plata de la CIA? ¿Plata de la ITT o de otras empresas transnacionales? Ese no era nuestro problema. Solo sabíamos que había que tener mucha plata para crear las condiciones de un golpe militar. Muchas veces pensé en cuánto de ese dinero era de la CIA. Pero no nos importaba. Lo importante era diseñar un sistema para que el donante se sintiera seguro. Las cinco cuentas eran bipersonales. Yo era el factor común entre las cinco. Para apoyar a los camioneros en paro, yo le entregaba la plata al dirigente León Vilarín y a un par de personas más. Para apoyar al movimiento Patria y Libertad le entregaba la plata a Pablo Rodríguez. En el caso del PN, los dineros pasaban por el senador Pedro Ibáñez. Y en el caso del PDC, por Felipe Amunátegui. También le di plata al movimiento gremialista, a través de Jaime Guzmán” (Verdugo P., Allende, Cómo la Casa Blanca provocó su muerte, 2003).
La Democracia Cristiana se ha involucrado completamente en la huelga insurreccional. Le ha brindado todo su apoyo político, y el respaldo de las muchas organizaciones sociales y gremiales que controla. Su aporte al éxito de la huelga es determinante. La DC parece no percibir hasta donde ha llegado. No aquilata que está involucrada en un movimiento que tiene objetivos ajenos a sus principios y modelo de sociedad. El partido ya es prisionero de esta dinámica sin percatarse. El movimiento ha sellado la unidad opositora a futuro, y el régimen democrático seguirá su declive hasta el colapso. La DC se encuentra en un terreno fangoso, donde su pugna por preservar el liderazgo y la conducción no tendrá cabida. Ya se han desatado demonios que no podrá controlar. El partido ya se ha embarcado en un proyecto ajeno.
A fines de octubre, todavía vigente el paro general, los parlamentarios del PN dirigen un documento a los presidentes del Senado y de la Cámara de Diputados. Hacen un llamado a la DC a declarar en el parlamento la ilegitimidad del gobierno. En plena huelga insurreccional, el Partido Nacional no improvisa. De aceptar la Democracia Cristiana la invitación, es factible que se produjera en ese momento el golpe militar o el intento de hacerlo. La directiva de Renán Fuentealba no acogió este llamado, no era el interlocutor válido. Este es el primer llamado, de tres, que el PN hace a la Democracia Cristiana.
Elección parlamentaria de marzo de 1973
Después de fracasada la huelga insurreccional de octubre con la incorporación de los militares, los sectores más reaccionarios de la oposición miraron la elección parlamentaria de marzo como la única posibilidad de terminar con el gobierno dentro de los marcos legales. Se sentían seguros de lograrlo, por la gravedad de la crisis económica, aumentada con el paro gremial de octubre. Así lo planteó el Partido Nacional. En un discurso a fines de febrero, Onofre Jarpa, su presidente, llegó a afirmar que obtendrían un 70% de la votación.
Sin embargo, el resultado de la elección fue un duro golpe para la oposición. El gobierno aumentó su votación después de 29 meses de gestión, en medio de una enorme crisis económica y política. En la votación de diputados, que cubre todo el país, la Unidad Popular obtuvo el 43.4% de los sufragios y la oposición el 54.7%. El conglomerado de izquierda aumentó su representación en la Cámara en seis diputados y en el Senado, en dos senadores. En vez de lograr dos senadores más y así alcanzar los necesarios dos tercios para poder acusar al Presidente y destituirlo, la oposición perdió dos senadores.
El escenario cambia radicalmente, ya no es posible destituir al Presidente por medios institucionales, la vía legal está cerrada. Hay que impedir que el gobierno continúe avanzando en su programa o consolide lo avanzado. La estrategia de derrocamiento, promovida desde un comienzo por la CIA y el grupo Patria y Libertad, y desde septiembre de 1971 por los gremios de grandes empresarios como la Sofofa, tiende a imponerse. Falta incorporar a esta estrategia al centro político, a la Democracia Cristiana.
En este contexto, días después de la elección, el movimiento de extrema derecha Patria y Libertad reiteró lo que venía sosteniendo desde antes, que el conflicto político no podría resolverse por los cauces democráticos. Para librar al país del marxismo había que terminar con la democracia liberal: “Saldremos del marxismo, solo si somos capaces de hacer trizas el esquema clásico de la democracia liberal. Saldremos del marxismo gracias a la acción patriótica de nuestros uniformados …”. (Patria y Libertad, N°43, 16 de marzo de 1973, Amorós, 2020).
Patria y Libertad está anunciando lo que viene, terminar con la democracia liberal por medio de los militares. Lo está anunciando a todo el país, incluyendo al partido Demócrata Cristiano. El Partido Nacional, por medio de su presidente Onofre Jarpa, luego de analizar el resultado electoral y declarar que Chile había ingresado en la órbita soviética, y la URSS utilizaría el territorio nacional como base de operaciones en el cono sur, en abril propone la única salida que vislumbra. Hace un segundo llamado a la Democracia Cristiana para declarar la ilegitimidad del gobierno: “El PN… considera que ha llegado el momento de que el Congreso analice las consecuencias que se derivan de la permanente conducta arbitraria, ilegal y antidemocrática del gobierno y declare que este ha perdido definitivamente su autoridad y la legitimidad de su mandato”. (El Mercurio, 15 de abril de 1973, Amorós 2020).
Con esta propuesta el PN pretende declarar la ilegitimidad del gobierno, para a continuación derribarlo, como ocurrió más tarde. Para esto necesita a la DC. La directiva de Renán Fuentealba, por segunda vez no acoge este llamado, no es el interlocutor válido. En el exterior, después de la elección de marzo hay cierta decepción entre los agentes de la CIA en terreno en Chile. La presión ejercida hasta el momento contra el gobierno no ha resultado, y peor, ha aumentado su votación. Piden autorización y recursos a la central en Virginia para volcar los esfuerzos en el golpe militar (Informe Senado EEUU, 1976).
Desde marzo en adelante, entre abril y septiembre de 1973, el proceso político chileno se enmarca dentro de este cuadro. Está en curso el objetivo político de deshacerse del gobierno, al costo de terminar con el régimen democrático, lo que sería un costo menor para la derecha frente al objetivo principal de abortar el proceso de cambios. Todos los actores políticos y todas sus acciones y omisiones, se moverán dentro de este escenario. En la oposición, los que dirigen, con plena conciencia buscando ese objetivo; otros los dirigidos, sin percibirlo tal vez, pero colaborando en los hechos, empujando el carro. En el gobierno, el Presidente y sus aliados, buscando resolver el conflicto con el parlamento; otros, la izquierda insurreccional negándose a toda negociación, esperando “el enfrentamiento”. La tragedia se acerca.
Cambio en la presidencia DC
En ese contexto, la Democracia Cristiana realiza en mayo la reunión del Consejo Nacional que renovará la directiva del partido. Se enfrentan dos candidatos y dos posturas diferentes, Patricio Aylwin y Renán Fuentealba. El primero, del sector mas conservador del partido, que en el contexto de profunda polarización se inclinará hacia la estrategia de derrocamiento. El segundo, del sector más progresista, representando a los moderados dentro de la oposición, que será desplazado de la dirección, sellando el destino del partido y de la democracia. Ambos contendores exponen sus propuestas. Fuentealba sostiene que: “La solución de los problemas políticos debe darse a través de la democracia, porque mientras ésta se mantenga, con la libertad de expresión, el derecho a crítica, la prensa y la radio, el gobierno se cocerá en su propia salsa” (Repositorio Digital Archivo P. Aylwin, Amorós 2020).
Aylwin plantea el conflicto de otra manera: “La forma en que vamos caminando nos puede conducir insensiblemente, de repente, a los hechos consumados y encontrarnos con que lo que se diga en el Parlamento no se pueda difundir, que nuestras bases sean desorganizadas y con que se ha consumado el control total del poder, sin que las Fuerzas Armadas puedan hacer nada, porque los marxistas no recurrirán a clausurar El Mercurio de un día para otro” (El Mercurio, 13 de mayo 1973, Amorós 2020). Esta visión es apocalíptica, delirante.
Según la misma existe el grave peligro que, sin que los chilenos se percaten, otros chilenos en el gobierno terminen con las libertades, sumen en profundo sopor a las Fuerzas Armadas y obtengan así el control total del poder y el país sumido en una dictadura. La declaración política aprobada en el evento partidario sostenía que el gobierno acentuaba cada vez más sus tendencias totalitarias, en su pretensión de imponer la tiranía comunista. En tanto, en la nueva directiva se incorpora como tercer vicepresidente Felipe Amunátegui, identificado por Orlando Sáenz como la persona que recibe los fondos del extranjero, que le hace llegar el mismo Sáenz. Amunátegui también formaba parte de la directiva anterior.
Este cambio de directiva resultará determinante. Los moderados de la DC ya no serán interlocutores con el gobierno. Han sido desplazados por el sector más conservador, dispuestos a pagar el precio de perder la democracia frente al “totalitarismo marxista”. El 14 de junio el PN realiza su tercer llamado a la DC para declarar la ilegitimidad del gobierno. Después de un largo análisis sobre la situación del país, concluye que ningún ciudadano está obligado ya a respetar ni obedecer a un gobierno que ha incurrido en sedición y ha dejado de ser legítimo. Y exige un pronunciamiento de la mayoría opositora en el Congreso para declarar formalmente la ilegitimidad del gobierno. (Partido Nacional, Documentos Políticos, N°21, junio – julio 1973, Amorós 2020).
Este es el tercer llamado del PN a la DC con el mismo objetivo, ahora con nueva directiva. La respuesta afirmativa la dará este partido dos meses más tarde, en agosto de 1973, con el acuerdo de la Cámara que abre la puerta al golpe militar.
La persistencia de la derecha daría sus frutos, con el interlocutor adecuado y en el momento adecuado.
*Continúa y finaliza con la parte 4