“En septiembre canta el gallo”: Los aprendizajes de la canción comprometida de Nano Stern
La canción apareció en 1970, en un surco del disco sencillo encabezado por “Venceremos”, ese himno de la campaña que llevó a la Unidad Popular al gobierno de Chile en el mismo año. La segunda pista de ese pequeño vinilo se llama “En septiembre canta el gallo”, con la firma, la voz y la contribución de Isabel Parra a la candidatura presidencial de Salvador Allende.
https://www.youtube.com/watch?v=C5obf0BbReo&ab_channel=IsabelParra-Topic
“En septiembre canta el gallo” se llama también la película que desde esta semana estarán estrenando sus autores, el realizador Luis Briceño y el músico Nano Stern. Subtitulado “Música chilena en tiempos de revolución” y dedicado al torrente de canción comprometida que surgió entre los años sesenta y 1973 en Chile, este documental cuenta con entrevistas a una diversidad de creadores de ese movimiento, como la propia Isabel Parra.
–Y coincide exactamente la frase que dice Isabel: “Yo hice ‘En septiembre canta el gallo’ en mi casa, porque tenía ganas de hacerla” –cita Nano Stern, comentando el título y el sentido del filme–.
"También hicimos este documental así: guerrilla, dos o tres personas, y se pudo. Fuimos a conversar porque queríamos aprender, porque nos interesa genuinamente y, para mí al menos, porque aquí está el meollo del asunto, aquí está nuestra identidad. Y esa identidad fue silenciada y acribillada. Entonces hay que hacer un trabajo activo de memoria, como en todos los otros ámbitos, me imagino: nosotros nos abocamos al nuestro", agrega.
En Septiembre Canta el Gallo - Trailer from Luis Emilio Briceño on Vimeo.
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Desde la cuna y los escenarios
Luis Emilio Briceño es realizador audiovisual con especialidad en animación y más de 30 años de filmografía, además de DJ y coleccionista de discos chilenos, y vertió antes esa experiencia en el libro y disco “Perspectivas - Una parte de la memoria musical del exilio chileno” (2018).
–Son cosas que conozco de la infancia. Como mis canciones de cuna, digamos –compara–. En un momento sentí la curiosidad de entender a la generación de mis papás, con la distancia, desde afuera, y la música era un buen soporte. Hicimos nuestra primera formación política a través de canciones, eso es bien particular en Chile. Hay un peso de lo político y lo cultural en esa música, que es nuestra música de siempre.
–Por mi lado, no era lo que escuchaba en mi infancia en la casa, pero en la adolescencia algunos profesores, gente muy querida, me fueron mostrando caminos –contrasta Nano Stern, quien desde antes de grabar su primer disco como solista, en 2006, recuerda hitos personales de esta línea como su descubrimiento en vivo de Los Jaivas, las clases de su profesor de música Rodrigo Bobadilla, integrante del grupo de Patricio Manns, y su participación en el grupo chileno Ortiga durante una temprana visita a Alemania.
“Hasta que llegó el 2010, con el movimiento estudiantil, y ahí me empecé a cruzar con estos músicos en las manifestaciones, sobre todo con los Illapu y los Inti”, agrega el cantante. “De ahí ha sido un camino bien intenso de acercamiento a esta música, y de manera mucho más consciente en este documental”.
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Con cámara y tocadiscos
Los testimonios de 20 protagonistas van urdiendo “En septiembre canta el gallo”. Tras el cantor y payador Pedro Yáñez, se suceden la folclorista Mariela Ferreira (del grupo Cuncumén), Isabel y Ángel Parra, Julio Numhauser (de Quilapayún y Amerindios), Eduardo Carrasco y Patricio Castillo (de distintas alineaciones de Quilapayún), Jorge Coulon (Inti-Illimani); Horacio Salinas y José Seves (Inti-Illimani Histórico); Osvaldo “Gitano” Rodríguez, Charo Cofré, Marta Contreras, Roberto Márquez (Illapu) y, ligados al rock, Eduardo Gatti (Blops), Sergio “Tilo” González (Congreso) y Claudio Parra (Los Jaivas), además del comunicador Miguel Davagnino y del productor Alfredo Saint-Jean.
“A mí me gusta mucho el dispositivo”, comenta Briceño para hablar de esos encuentros. Y el dispositivo es la combinación entre los dos entrevistadores, el camarógrafo y un tocadiscos portátil con que el equipo llegó a cada entrevista, para escuchar vinilos además de conversar. “Sirve para romper un poco el hielo, para rememorar y transportarte al sonido de la época”, explica. “Con este dispositivo entraban en una dinámica súper fresca, juvenil y de repente contando cosas de las que nunca habían hablado”.
–Es súper bueno que la contraparte fuéramos nosotros –destaca Nano Stern–. Ninguno de los dos es periodista: yo soy colega de ellos, tengo una llegada con preguntas de repente muy musicales, y el Lucho es un gran conocedor, enciclopédico y melómano, de la discografía de la época. Se profundizaron mucho las amistades con todos los personajes, al día de hoy hay un cariño genuino y eso les predispuso a conversar.
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“Esta historia se acaba el 11 de septiembre del '73”
El mismo Nano Stern hace un alcance respecto de esa cercanía. “Desde un principio nos planteamos hacer una película que tuviera un alto sentido crítico. Más allá del homenaje. No buscamos poner en un sitial a una generación; al revés, desde la capacidad de desmitificar se levanta más todavía lo grandioso que fue ese tiempo, con sus precariedades y los conflictos”.
Por cierto, al margen de los cismas que han separado a dos grupos tan fundamentales de este movimiento como Quilapayún e Inti-Illimani, es posible ver casi dialogar en la película a algunos de sus integrantes por la bondad de la edición. “Es emocionante ver a estas personas hablar cariñosamente de una época en la que había un sentido colectivo”, comenta Stern. “Creo que es la gran enseñanza que queda del período”, agrega.
Briceño llama la atención a su vez sobre el marco temporal definido por los realizadores para destacar un carácter principal de los testimonios. “Esta historia se acaba el 11 de septiembre del '73”, establece. “Y eso es importante, porque estábamos hablando con jóvenes. Si pensamos, Víctor Jara era el mayor y tenía 40 años, pero Roberto Márquez tenía 18 o 19, y en algunos momentos se logra despertar el brillo de la mirada de un joven en las personas que teníamos al frente: nosotros éramos casi más viejos que ellos. Había esa inversión de los roles”.
[caption id="attachment_863186" align="aligncenter" width="1024"] Violeta Parra en familia. Créditos: Fundación Violeta Parra / Cineteca Nacional.[/caption]
–La juventud, la onda, el ímpetu, las ganas de cambiar el mundo, eso me gusta en esa generación –continúa el realizador–. Después de ir a buscar eso uno puede hacer cine inspirado en lo que te contaron. No es que haya que traducir al pie de la letra lo que dicen; la Violeta (Parra) para mí es el ejemplo de ese aprendizaje, de una música que no se toca “como debe tocarse”. Lo mismo pasa después con otros músicos, cuando dicen que en el disco “Autores chilenos” (1971, de Inti-Illimani) se constituye esta orquesta de sonidos latinoamericanos y tocan el tiple como no se toca en Colombia, y los instrumentos se adoptan con nuestro modo. Eso es lo nuevo, y la Violeta creo que da el ejemplo ahí. Eso da un montón de poder a esta música; ésa es la mayor enseñanza que nos dejan.
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Tesoros en celuloide
La música es protagonista constante de “En septiembre canta el gallo”. Mucha gente canta en los testimonios de hecho, y Mariela Ferreira parece mostrar un oído absoluto al acertar a capela el tono exacto de la tonada “Aquí te traigo una rosa”, tal como la entonó Víctor Jara.
Lo corrobora Nano Stern. “Todos. Todos los que cantan le achuntan al tono y al tempo exactamente. Pero perfecto. Horacio Salinas, Pato Castillo… es muy impresionante”, destaca el músico. El efecto es descollante cuando Salinas recrea en medio de la conversación el ataque de voces de “Qué dirá el santo padre” según la interpretación de Quilapayún, en coincidencia perfecta de pulso con la grabación.
Un complemento de esos episodios está en los hallazgos fotográficos y fílmicos de la película: el archivo es otra atracción poderosa. Se aprecian tesoros de la Fundación Violeta Parra como una filmación de la artista bordando en el jardín de las Tuilerías en París; o del Archivo Patrimonial de la Usach, como una entrevista a Gitano Rodríguez en 1970 y escenas de unos jóvenes Inti-Illimani en el balneario de Cartagena para la campaña parlamentaria de 1973; o de la Cineteca Nacional, como unas tomas de Violeta Parra en París con su hijo e hijas Ángel, Isabel y Carmen Luisa y su nieta Tita, y el registro inédito de un acto en el Teatro Caupolicán, con Víctor Jara, Quilapayún y el lema “No hay revolución sin canciones”, como fondo escénico.
[caption id="attachment_863184" align="aligncenter" width="1024"] Víctor Jara con Gómez y Carrasco de Quilapayún. Créditos: Archivo Quilapayún/ archivo de la Facultad de Artes UC.[/caption]
–Es un acto de la campaña de Allende. 29 de abril de 1970 –precisa Luis Briceño–. Nadie lo ha visto. Ahí hay una versión de “Preguntas por Puerto Montt”, de Víctor Jara, que se te paran los pelos. Yo no lo podía creer, era Víctor como nunca lo he visto tocar en ninguna grabación. No es esta cosa medio solemne de las grabaciones de la tele, sino un acto de campaña.
–Yo casi me desmayo cuando vi eso –recuerda Nano Stern.
–Además que un acto de campaña se llame “No hay revolución sin canciones” dimensiona la importancia que dio la Unidad Popular a este movimiento cultural juvenil que sucedía en Chile –pone en contexto Briceño–. La gráfica de la Unidad Popular era la misma de los discos de estos grupos, además de la música… Cuando piensas, el “Venceremos” (en la primera versión, de Quilapayún) fue cantado por unos cabros chicos de 18 o 20 años que no podían votar para esa elección.
No sólo un relato mistificado
Con esos recursos ordenados en una secuencia cronológica, “En septiembre canta el gallo” es una invitación a descubrir distintos hitos a medida que se produjeron. Entre ellos, la revelación de Víctor Jara solista en una gira europea de Cuncumén es relatada por Mariela Ferreira. El subtexto político de “Plegaria a un labrador” en 1969 es expuesto por Patricio Castillo. Y las críticas de Víctor Jara y de Ángel Parra al carácter docto de la “Cantata popular Santa María de Iquique” en 1970 son reconstituidas por Patricio Castillo y Horacio Salinas.
–Pato Castillo nos dice que, en esas dos frases, “sopla como el viento la flor de la quebrada / limpia como el fuego el cañón de mi fusil”, está reflejada la lucha interna que había entre el PC y el MIR –detalla Stern–. Y que lo hayan discutido, y que a Víctor (Jara) no le haya parecido y después sí, son cosas maravillosas. A eso voy cuando te decía que quisimos hacer algo crítico, porque no es conveniente para nadie dejar en una situación un poco comprometida a Ángel Parra y Víctor Jara que se opusieron (a la “Cantata Santa María”). Pero es eso lo más interesante al final, por lo menos para mí como músico. Porque era de verdad: eran personas, se picaban, salía un disco extraordinario, nos les gustaba a todos, y esas cosas te permiten sentir carne y hueso en la historia, no solamente un relato mistificado.
–Es que casi siempre esta historia se cuenta de manera más o menos teleológica –agrega Briceño–. Se sabe que vino el Golpe y que hubo el exilio, y pareciera que todo hubiera sido a propósito para desencadenar lo siguiente. Pero nos damos cuenta de que un montón de pequeñas cosas se suman en un rompecabezas que al principio no tiene un sentido, y se van acumulando y surgiendo.
Dos opciones editoriales se suman en la factura de “En septiembre canta el gallo”. Una es la ausencia de protagonismo de sus realizadores. No hubo licencia para Briceño ni Stern de aparecer ni menos hablar en cámara. “En algunas reuniones previas que tuvimos con posibles difusores, como el Nano es conocido, lo querían ver. Pero qué tenemos que decir nosotros. Ellos son los protagonistas”, determina Briceño. “Vivimos además en un mundo tan de ego que también es una cuestión política, como dice el Lucho: no se trata de nosotros esto”, coincide Stern. “Estamos haciendo la pega, para ellos, para su historia”, comenta luego.
Y pese a la conmemoración en curso de los cincuenta años del golpe de Estado, el énfasis de la película está puesto no tanto en ese quiebre como en el desbordante proceso cultural previo. “Una cuestión política que me molesta en las conmemoraciones del 11 de septiembre, es que es como si la historia comenzara con el sufrimiento del golpe de Estado”, comenta Luis Briceño.
“Y cierto es: es un dolor tremendo. Pero creo que eso fue también el sustento que ocupó la Concertación para negar el proyecto político anterior. Así no se reivindicaba nunca más la vía chilena al socialismo ni la herencia de Allende; era más fácil esconderlo tras el dolor. Y no fuimos no solo víctimas como sociedad: fuimos protagonistas también en ese momento. Creo que un gran triunfo de la dictadura es habernos hecho creer que somos las víctimas, que no fuimos actores”, concluye.
[caption id="attachment_863254" align="aligncenter" width="1024"] Stern y Briceño. Créditos: Manuel Labra[/caption]
Tres preestrenos para elegir
Lunes 4 de septiembre, 19.00 horas, Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Más información aquí.
Miércoles 13 de septiembre, 20.00 horas, Teatro Nescafé de las Artes. Más información aquí.
Jueves 14, Centro Cultural La Moneda. Más información aquí.
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