Crónicas australianas #6: Los penales más emocionantes de la historia
Si una hincha desapercibida hubiese entrado al estadio de Brisbane anoche, tal vez por unos momentos hubiese pensado que era el scratch brasileño el que iba a jugar: Las galerías repletas de verde amerelho, la gente alentando sin cesar a su equipo. Pero no, claro, eran “Las Matildas” que en una de las definiciones a penales más dramáticas y emocionantes de la que se tenga memoria en cualquier Mundial (¿fueron 18?) derrotó a la Marsellesa y sus jugadoras.
Los días previos se notaba en el aire aussie un cambio: Los noticieros discutían si la estrella Sam Kerr debía ser de la partida o no (entró en el segundo tiempo), y las personas con las cuales hablábamos en la calle, en un café, nos preguntaban si estábamos en Australia por el Mundial.
Incluso Will, un flaco risueño dorado por el sol del Gold Coast, que había dejado la ingeniería y sus números para dedicarse a ser instructor de surf (“tienes que acostumbrarte a vivir con menos dinero, pero haces lo que amas”), incluso él estaba entusiasmado.
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Seamos honestos: No todo el mundo estaba con onda fútbol, no al menos de ese fútbol. En el paradero del bus al mundial, por poco tomamos el equivocado: la cola más larga era de hinchas que iban a ver un partido de los Lions que jugaban contra Adelaide (ganaron los leones). Pero eso no quita el lleno del estadio y el aire y el sol que se ponía suavemente antes del inicio del partido.
A mi lado una inglesa, sentada junto a su pareja australiana y un par de niños, iba por su quinta margarita, y gritaba enfervorizada: “go girls”. Y más queda me decía: tienen que ganar pronto, tengo que ir a ver el partido de Inglaterra. Pero el partido se alargaba cada vez más. Y llegaron los penales que pusieron a prueba a los más fuertes de corazón.
Hasta con repetición, ordenada por la jueza chilena (¡cómo no!) de uno que había atajado Arnold ( y antes la misma portera que patea uno al travesaño y que de haber convertido hubiesen ganado), cinco, seis, siete, ocho, nueve, y Vine que la coloca a la izquierda de la arquera gala, que había entrado solo para los penales. El estadio estalla, la algazara se reparte por todos lados. Un francés en la fila de atrás hidalgamente sonríe.
El bus de regreso está lleno de sonrisas. Ahora viene Inglaterra que derrotó a una pundonorosa Colombia que casi casi casi dio uno nueva sorpresa. Por el otro lado, las suecas y españolas se verán las caras.
Carpentier escribió alguna vez que lo maravilloso comienza a serlo de manera inequívoca cuando surge de una inesperada alteración de la realidad (el milagro); el cubano no estaba escribiendo de fútbol (ni de béisbol), qué duda cabe, pero a veces el fútbol nos regala precisamente la posibilidad de lo maravilloso, una que trasciende la cancha y la pelota y vuela sobre las olas del pacífico.
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