Ernesto Orellana, director de Yeguas Sueltas: “La memoria homosexual no ha sido parte del relato de la historia oficial en Chile

Ernesto Orellana, director de Yeguas Sueltas: “La memoria homosexual no ha sido parte del relato de la historia oficial en Chile"

Por: Matías Humberto Rojas Pérez | 20.06.2023
A días del estreno de la obra Yeguas Sueltas en Matucana 100 el próximo 22 de junio -inspirada en la primera protesta homosexual de la cual hay registro en Chile- su director aborda el trabajo de investigación y creación detrás de la propuesta y de la relevancia de construir la memoria LGBTIQ+. "Nuestra historia política se inaugura por jóvenes y adolescentes de extrema pobreza, colas y travestis, que desafiaron el binarismo de género, que resistieron a la violencia policial machista y que recurrieron al trabajo sexual para sobrevivir y gozar. Reconocerlo es un acto de justicia sexual y un llamado a la reparación histórica para quienes impulsaron estas luchas y sobrevivieron a la dictadura", afirma.

La tarde de un 22 de abril de 1973, durante el último año del gobierno de la Unidad Popular, un grupo de homosexuales femeninos, travestis y transgéneras empobrecidas y menores de edad, se reunieron en la Plaza de Armas de Santiago, para protestar contra la violencia policial y la discriminación que sufrían diariamente.

Gritaban “¡Libertad!, ¡libertad!”, denunciaban los maltratos que recibían por parte de las policías y la falta de libertades, sostienen Marcela Dimonti, Raquel Troncoso y Eva “La medallita", probablemente las únicas sobrevivientes de aquella protesta.Era la primera vez que un grupo de colas y travestis se reunía públicamente para dar visibilidad a sus identidades y deseos políticos en colectivo.

La prensa de la época, de izquierda a derecha, cubrió el acontecimiento de forma discriminatoria, develando una cultura sexual normalizada en el homo/trans odio, el machismo y una histórica represión amparada en leyes contras las diversidades sexuales. Marcela, Raquel y Eva son parte de las testimoniantes del proceso de investigación de la obra Yeguas Sueltas, que este 22 de junio se estrena en Matucana 100.

Dirigida por Ernesto Orellana, la obra se inscribe en los doce años de trayectoria de la compañía Teatro Sur, “de hacer teatro y resistencia cultural, agitando espacios pedagógicos críticos, autogestionando espacios culturales como nuestra Casa Taller Teatro SUR”, como su director describe el trabajo de la compañía, cuyo foco principal son las disidencias sexuales y los transfeminismos.

Inspirada en entrevistas, archivos de prensa, imaginarios visuales, musicales y audiovisuales de la cultura popular travesti de la década de los setenta, la obra indaga en las causas y consecuencias de aquella icónica protesta, reconociendo su carácter histórico en la trayectoria del Movimiento Homosexual en Chile, y preguntándose por las memorias sexuales inconclusas, por las vidas de las comunidades trans-travestis, y por las cicatrices de la discriminación acumuladas.

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La obra se estrena en el mes de las disidencias sexuales. ¿Desde qué lugar se posiciona en este contexto?

No comulgo con la idea de un mes de la disidencia sexual, como tampoco comulgo con esa idea generalizada de llamarse “disidencia sexual” solo por el hecho de ser parte de la diversidad sexual. No basta con ser homosexual para ser “disidente”. Para mí, la disidencia sexual es una posición crítica encarnada y contrahegemónica que disiente de una política heteropatriarcal que impone normatividades sobre los cuerpos. 

Desde esta perspectiva, la obra se posiciona críticamente en el mes del “pride”. Celebro el carácter histórico y político de protesta del día internacional del orgullo LGBTIQ+ cuyo origen fue impulsado por travestis migrantes y racializadas en EEUU, pero cuestiono el carácter burgués, colonial blanco y mercantilizado de una conmemoración que perdió sus horizontes políticos de clase y que se ha ido rindiendo al capitalismo. 

¿Cómo se da esto a nivel local?

En Chile, la homosexualidad del “pride” se ha normado en principios masculinizados neoliberales, olvidándose de quienes sufren las violencias de clase y sobre todo de las comunidades trans-travestis quienes sistemáticamente han sido las más precarizadas. La obra viene a señalar que nuestra historia política de liberación homosexual no se inauguró con hombres cis buscando casarse para obtener privilegios, tampoco con la integración del movimiento homosexual a la democracia de los acuerdos del Estado neoliberal. Nuestra historia política se inaugura por jóvenes y adolescentes de extrema pobreza, colas y travestis, que desafiaron el binarismo de género, que resistieron a la violencia policial machista y que recurrieron al trabajo sexual para sobrevivir y gozar. Reconocerlo es un acto de justicia sexual y un llamado a la reparación histórica para quienes impulsaron estas luchas y sobrevivieron a la dictadura. También es un llamado de atención a una generación homosexual joven carente de memoria política y dimensión histórica. Sin memoria no hay orgullo. Y sin orgullo crítico y anticolonial no habrá libertad sexual. 

¿Por qué desmitificar las razones de esta protesta? Considerando las que ustedes en su investigación han encontrado, ¿cómo dialogan con el presente?

La prensa de la época que registró la protesta señaló que los veinte homosexuales que se manifestaron el 22 de abril de 1973 en la Plaza de Armas de Santiago, lo hicieron por el matrimonio igualitario, sin embargo las tres sobrevivientes al hecho y la dictadura que vino meses después confirman lo contrario. Marcela Di Monti, Raquel Troncoso y Jorge Droguett (Eva la medallita) son a la fecha las únicas adultas mayores sobrevivientes que participaron de la mítica protesta. Ellas nos han confirmado que se organizaron para denunciar la violencia policial que vivían a diario y para decirle al país que existían, exigiendo libertad para sus identidades sexuales femeninas y formas de vivir la vida.

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¿De dónde venían esas violencias en ese contexto?

Las criminalizaciones y odiosidades a las que se enfrentaban venían de sectores conservadores principalmente, pero también por una izquierda masculinizada que en ésos momentos no las consideraba sujetas a derechos y que nada hicieron para eliminar las leyes arrastradas que condenaban a la homosexualidad, la que era considerada transversalmente como una “degeneración moral”. Y si bien indudablemente hemos avanzado en materia de derechos humanos para las diversidades sexuales, lo cierto es que aún existe un manto cultural conservador de derecha principalmente, pero no excluyente en sectores de izquierda ortodoxa, que insisten en menospreciar la diversidad sexual, contribuyendo a la reproducción de históricas violencias, sobre todo a quienes desafían los patrones del binarismo de género.

Quienes organizaron la protesta eran jóvenes menores de edad empobrecidos, femeninos y en situación de calle que ejercían el comercio sexual para sobrevivir a una exclusión de todos los sectores sociales, incluyendo la institucionalidad política, el trabajo, la familia y la escuela. Según lo que hemos investigado y nos confirman los testimonios de sus protagonistas, en el impulso de la protesta existía también un deseo de que la policía les dejara “patinar” (putear) tranquilas. El comercio sexual que ofrecían a los mismos hombres que les criminalizaban, les permitió alimentarse. Eso devela una histórica contradicción sobre el trabajo sexual que continúa: su criminalización. Pero si el oficio más antiguo del mundo no se ha acabado aún, es porque hay personas que lo solicitan. Y si hay quienes ejercen servicios sexuales consentidamente, es porque lo necesitan. El trabajo sexual es trabajo y debería considerarse como tal. Continuar negándolo sólo propiciará más violencias en contra de quienes ejercen servicios sexuales, porque sus vidas se vuelven extremadamente más vulnerables. 

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Este hito dialoga con la conmemoración de los 50 años del golpe de estado. ¿Qué aporta incluir esta dimensión?

La memoria homosexual no ha sido parte del relato de la historia oficial en Chile (esa que se enseña en los colegios). De hecho, se ha invisibilizado. Sin embargo la homosexualidad le ha aportado mucho a este país para diversificar las formas de vivir la vida, ampliar la democracia, el derecho a la autonomía, y numerosos artistas y producciones creativas que le han ofrecido al país gran parte de sus patrimonios artísticos e imaginarios culturales, incluyendo un premio Nobel (Gabriela Mistral). Preguntarnos por nuestras memorias homosexuales políticas entonces era una gran deuda. La puesta en escena viene a conmemorar desde el teatro (por primera vez), los 50 años de la primera protesta homosexual realizada en Chile un 22 de abril de 1973, en pleno gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende, previo al golpe y el inicio de la dictadura cívico militar. 

Nuestra intención es invitarnos a preguntarnos por aquellas memorias sexuales inconclusas. ¿Cómo se vivía la homosexualidad en ésa época? ¿Qué pasó con esas vidas una vez que llegó la dictadura? Los testimonios de las sobrevivientes a la mítica protesta han sido fundamentales para reconstruir un pedazo de nuestra historia no contada. Así como lo ha sido el libro “Bandera hueca, historia del movimiento homosexual” del periodista y activista Victor Hugo Robles, quien consignó en los archivos por primera vez esta protesta otorgándole un carácter fundacional. No sólo fue perseguida la izquierda durante la dictadura, también lo fue la homosexualidad, y ésa es una parte de la memoria en Chile de la que no nos hemos hecho cargo. Marcela Di Monti, por ejemplo, fue torturada en el regimiento Tacna y estuvo detenida en el Estadio Nacional sólo por el hecho de visibilizar su identidad trans. Ella tenía quince años. Jamás fue considerada víctima. Hay un vacío para con las identidades trans en los informes de DDHH. No sabemos cuántas víctimas realmente fueron porque no aparecen como tal. Sus nombres sociales no fueron respetados y por tanto sus identidades son desconocidas. 

Tenemos como sociedad una gran deuda con muchas adultas/os trans y travestis que sobrevivieron a la violencia de la dictadura. Esperamos que la obra impulse preguntas y acciones para reparar, así como esperamos que la institucionalidad sea capaz de frenar el negacionismo de quienes irresponsablemente enarbolan el autoritarismo del pinochetismo. 

Los 50 años del golpe se dan en un contexto muy complejo. Deseábamos acabar con la herencia constitucional pinochetista, pero el miedo producido por los sectores conservadores de un Chile normalizado en la razón neoliberal, finalmente triunfó. El plebiscito de septiembre de 2022 nos confirmó que la democracia en Chile está tutelada por quienes controlan los medios de producción capitalistas, y que la gran mayoría de la población conserva un terror a la transformación. La memoria está en disputa. Y mientras recordamos el horror de los diecisiete años de dictadura que torturó a 28.459 personas, asesinó a 2.125, e hizo desaparecer a 1.102, el negacionismo impulsado por una derecha fascista empoderada avanza.

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Optaste como director por un elenco disidente. ¿Por qué y cómo se inscribe esta decisión en relación a la obra misma así como al ámbito del teatro local en general?

Desde 2015, junto a distintas producciones escénicas con Teatro SUR, he venido investigando en lo que denomino Teatro Sexodisidente, vinculando teatro, disidencia sexual y política. Este teatro, desde sus modos de producción, problematiza discursiva y estéticamente aspectos de las vidas y realidades de las disidencias sexuales. Y disidente en sus lenguajes de la hegemonía cultural heterosexual. Para la disidencia sexual existe una hetero-normalización de la cultura, y sus modos de enunciación disienten de esas normatividades. Plantear desde este proyecto un proyecto que se inscribe como teatro sexodisidente, implica que la disidencia sexual está presente en sus modos de producción, en sus metodologías de investigación, creación, en sus resultados artísticos y de difusión. 

La diversidad de identidades sexogenéricas que encarna y representa el elenco de esta obra da cuenta que en nuestro país existen una multiplicidad de formas de vivir la sexualidad y el género. Y por otra parte que en nuestro gremio teatral cada vez aparecen más visiblemente artistas, actores y actrices travestis, transexuales y no binaries, trabajadores y trabajadoras de las culturas que deben ser reconocides como tal. Con esto no estamos señalando que las producciones teatrales que problematicen disidencia sexual deban ser realizadas exclusivamente por artistas que provengan de las disidencias sexuales, sino de cómo les artistas que las encarnan, son un fundamental aporte a las producciones que problematicen las dimensiones de ésas realidades que históricamente han sido marginalizadas.  Se trata de impulsar una perspectiva ética laboral, y por qué no, de cuestionar el histórico privilegio que la heterosexualidad ha tenido para representarlo todo. 

Las y los artistas que nos posicionamos desde la disidencia sexual somos trabajadores culturales y tenemos mucho que aportar al país para diversificar los imaginarios. Sobre todo en un contexto de avanzada fascista que nuevamente quiere condenar nuestras sexualidades históricamente reprimidas.

Ficha artística

Compañía: Teatro Sur, Chile.

Dirección y Dramaturgia: Ernes Orellana Gómez.

Intérpretes:

  • Lorenza Quezada.

  • Bruna Ramirez.

  • Ymar Fuentes Morán.

  • Mala Reyes.

  • Sebastián Ayala.

Diseño de Escenografía y Vestuario: Jorge Zambrano.

Diseño de Iluminación: Catalina Devia.

Diseño Audiovisual: Wincy Oyarce.

Universo Sonoro: Marcello Martínez.

Operador de sonido: Antonin Bernal.

Realizadoras de vestuario: Muriel Parra, Javiera Labbé, Althia Cepeceda.

Realizadores de Escenografía: Lobo Goñi Producciones.

Encargada de prensa: Francisca Palma.

Equipo de Fotografía: Registro Contracultural. Marlene Echeverria, Andrés Valenzuela.

Maquillaje y Pelucas: Camilx Saavedra.

Asesoría Histórica: Lucha Venegas, Alejandra Soto,  Eva la Medallita, Marcela Di Monti, Raquel Troncoso.

Asesoría Dramatúrgica: Sebastián Ayala A.

Asesoría Coreográfica: Ymar Fuentes.

Producción General y Asistencia de Dirección: Macarena Guzmán R.

El proyecto cuenta con financiamiento de los Fondos de Cultura 2023 del MINCAP.

Y contempla la colaboración del Sindicato de Mujeres Trans y Travestis Amanda Jofré, la activista Shane Cienfuegos de OTD (Organizando Trans Diversidades) y Mapa LGBT-Stgo.