Muñoz al dejar la Defensoría: "Los niños siguen teniendo espacios de vulneración inadmisibles"
A un día de dejar el cargo institucional en el cual estuvo cinco años, y verse enfrentada a hechos históricos como el estallido social, El Desconcierto conversó con la aún defensora de la Niñez, Patricia Muñoz, quien tras sentar las bases del organismo que defiende y promueve los derechos de niños, niñas y adolescentes —gracias a organizaciones de la sociedad civil— deberá dar un paso al costado este 31 de mayo.
Sobre ello Muñoz relevó las relaciones con los dos gobiernos con los cuales trabajó codo a codo en su rol como defensora, destacando que la recepción del equipo en ambas administraciones no dejó "nada negativo que decir de uno respecto del otro".
Además, se refirió a la situación política que se vivirá en la Cámara de Senadores este martes 30 de junio, donde se deberá votar a Rosario Martínez, la candidata propuesta por la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara Alta para presidir el organismo estatal.
"(Hasta el momento) no he escuchado a ningún parlamentario que releve lo único que importa: que son los derechos de los niños", aseguró Muñoz.
-¿Cómo evalúa los cinco años en el cargo, considerando que en una entrevista pasada fue un tanto autocrítica con su rol?
Más que con el rol, con la posibilidad de haber logrado todo lo que nos pusimos como objetivos, que quizá en una estructura inicial, alguien podría pensar que bastaría para tener cierta satisfacción el hecho de haber instalado una institución inexistente, pero yo no me quedo solo con esa evaluación. Para mí y para el equipo que conforman la Defensoría, era particularmente relevante lograr que aquellos objetivos estratégicos que diseñamos en nuestro Plan Estratégico Institucional, se pudieran ir cumpliendo, Y en ese sentido, la autocrítica pasa porque a pesar de las permanentes recomendaciones que fuimos haciendo a los órganos del Estado, no fueron todas acogidas y muchos de los cambios que para nosotros resultan imprescindibles para que la situación de niños, niñas y adolescentes (NNA) y sus condiciones de vida mejoren, siguen teniendo dificultades.
-¿Y eso con qué lo asociaría?
Particularmente con la necesidad de un cambio estructural en lo que tiene que ver con los niños que se encuentran bajo el cuidado del Estado, por ejemplo, que sin duda siguen teniendo espacios de vulneración que resultan inadmisibles y que cuando uno no puede ejecutar los cambios, porque esta institución no viene a sustituir a otros órganos del Estado, resulta frustrante no poder ver resultados en ese sentido.
Pero sin duda, más allá de estas frustraciones, creo que también hay espacios de satisfacción relevantes, primero por haber logrado instalar la institución desde la nada, que hoy día ya funciona con siete regiones en el país más la sede central, haber podido imponer un sello de rigurosidad técnica de excelencia, en el trabajo público en nuestro rol que me parece importante y que ha sido reconocido, no solo a nivel nacional más allá del acuerdo que puedan tener con lo que la Defensoría plantea, sino que también a nivel internacional.
- Más concretamente, ¿cuáles fueron los objetivos, además de los que ya mencionó, que se logró cumplir durante estos cinco años?
Diseñamos un plan estratégico que tenía que ver con poder generar distintos ámbitos de inserción y poder propiciar la voz de los niños, niñas y adolescentes. En definitiva, que lográramos que, de alguna manera, ellas y ellos tuvieran espacios para poder desenvolverse en lo público.
Hemos logrado poner la voz de los niños de alguna manera relevante, y nos parece que desde esa perspectiva también otros de los objetivos que teníamos en vista, que era convertirnos en un referente técnico de lo que implica el respeto por los niños, niñas y adolescentes, es algo que también conseguimos, particularmente por cómo los órganos del Estado interactúan con la Defensoría. Por ejemplo, cuando desde el Ejecutivo se tiene la posibilidad de generar algún tipo de acción o medida, o política pública, la mayoría de las veces se demanda de nuestra intervención institucional.
"Del expresidente Piñera no tengo ninguna queja"
-Quisiera ahondar en el reconocimiento del Estado y en la incidencia de la Defensoría en los gobiernos. ¿Cómo evalúan vio la diferencia del trabajo entre las administraciones de Sebastián Piñera y Gabriel Boric?
Te diría que es difícil comparar, sobre todo si consideramos lo que pasó en el contexto del estallido social, la relación con un gobierno en una situación tan compleja como la que implicó las violaciones a los DD.HH que vivieron niños en este país, lo que plantea una relación diversa.
Pero en términos de la disposición de escucharnos, la recepción de ambos Presidentes para conmigo y con mi equipo, no tengo nada negativo que decir de uno respecto del otro. Muy por el contrario, a pesar del estallido, del expresidente Piñera no tengo ninguna queja. En relación con sus ministros, diría que obviamente es diferente.
-¿En qué sentido?
La relación con el exministro (Raúl) Figueroa, de Educación, fue mucho mejor que con (Marcela) Cubillos, con quien no se podía conversar. Es indiscutible que también cuando llegó la exministra Karla Rubilar en Desarrollo Social y la subsecretaria (de la Niñez) Blanquita Honorato, la relación fue mucho más fluida en términos de la interacción, a diferencia de lo que había pasado con la primera subsecretaria. Pero del expresidente, no tengo nada que decir, por el contrario: agradecer la disposición que más allá de lo crítico que fue en su momento en virtud de nuestro rol.
-Al respecto, ¿cómo han sido las relaciones con los actuales ministros?
Diría que en algunos casos, con mayor fluidez que otros, eso también pasa dependiendo de la vorágine que cada ministerio le pueda dar, pero particularmente lo que tiene que ver con educación, salud, desarrollo social y familia, que son probablemente los espacios con los cuales nos desenvolvemos con mayor regularidad, no hay ningún tipo de dificultad, más allá de que cuestionemos que no todas las cosas que hayamos planteado se cumplan.
Pero diría que las (dificultades) están puestas en medioambiente, que para nosotros es relevante considerando las crisis que enfrentan Quintero y Puchuncaví, donde no tuvimos esa interacción tan permanente, de hecho no tuve la posibilidad de reunirme con la ministra y, obviamente, hay un tema relevante porque niños viviendo en contextos de intoxicación es inaceptable.
El rol de la Defensoría en el estallido social
-Me gustaría volver atrás y hablar sobre el rol que tuvo la Defensoría durante el estallido social, sobre todo por todas las vulneraciones hacia los menores que se vivieron en dicho contexto…
Siempre lo digo, nunca pensé cuando postulé este cargo, que iba a estar expuesta a tener que ir a denunciar a mi país a una comisión como la Comisión Interamericana acerca de lo que estaban enfrentando a niños niñas y adolescentes.
Acá no se trata de cifras, se trata de niños y sus vidas que se vieron afectadas de manera severa, y yo espero que no irreparable, sus cursos vitales a propósito de la violencia institucional. Entonces ese espacio, que además se produjo a muy corto andar de nuestra institución, implicó sin duda enfrentarnos a lo que representa en términos de desafíos ser una institución autónoma de derechos humanos, a destacar el valor que tiene la autonomía y la independencia de los poderes para poder ejercer un rol efectivo y eficiente.
Implicó que los niños y sus familias nos vieran como una entidad a la que realmente les preocupaba su bienestar y no otro tipo de consideraciones, y eso siento que permitió que, a propósito de lo que pasó en el estallido, la Defensoría de la Niñez empezara a ser muy rápidamente una institución reconocida en el cumplimiento de su labor de defensa de los derechos humanos.
-¿Qué más implicó?
De alguna manera, la intervención en una defensa muy decidida de los derechos humanos de niños, niñas y adolescentes me parece que implicó un reconocimiento que es coherente con el trabajo el compromiso y el esfuerzo que se puso por todo el equipo de la Defensoría, para lograr que las cosas cambiaran. Y por insistir y hacer entender a los responsables de la dirección estatal y de los poderes del Estado, de que las violaciones a los derechos humanos no son tolerables y no deben ser tolerables, y deben ser severamente sancionadas cuando ocurren.
Otra discusión y otras conversaciones es si eso se ha logrado (...) y hemos sido particularmente críticos del quehacer del Ministerio Público, que no ha sido capaz de dar verdad ni justicia a las víctimas y, por lo tanto, ahí hay un desafío que sigue pendiente y espero que quien me suceda en el cargo, pueda liderar con mucha fuerza.
-En otra entrevista explicó que la Defensoría partió en un café en el centro de Santiago con un computador y un montón de ideas en la cabeza… ¿De dónde surge la idea de crear, finalmente, este organismo público?
La idea es de la sociedad civil organizada que trabajaba y sigue trabajando por los derechos de los niños. Esa es una pelea que esas organizaciones dieron, e insistieron e insistieron y lograron que el Comité de los Derechos del Niño hiciera recomendaciones persistentes al Estado de Chile para crear esta institución.
Pero luego cuando se crea, habiéndoseme nombrado, surge el desafío de ver cómo instalarla y a la gente tú no le podías decir “no, ¿sabes qué?, me estoy instalando, no me venga a preguntar qué es lo que puedo hacer”.
Me parece que el Poder Legislativo tiene que ser responsable cuando crea nuevas instituciones, en el sentido de que tiene que pensar que no basta con ponerle un nombre y un objetivo a la institución y escribir 20 o 25 funciones, si yo no soy capaz. Esas funciones las tienen que cumplir personas y, por lo tanto, tengo que dotar a esa institución de la capacidad suficiente para poder cumplir esas funciones que le estoy diciendo que debe ejercer.
-Para ir cerrando, ¿qué espera de la persona que la sucederá -este próximo 1 de junio- en el rol? Sobre todo considerando que ya ha comentado que es una labor que se ha “politizado.
Me parece muy complejo que cada vez que se ha abordado el tema de la nominación, lo único que se habla es de lo político. De si es de este sector, o del otro, de si milita o no. Y no he escuchado a ningún parlamentario que releve lo único que importa: que son los derechos de los niños, y que, por lo tanto, quien ocupe el cargo tenga como único factor y énfasis que los derechos de NNA (niños, niñas y adolescentes), plasmados en la Convención sobre los Derechos del Niño y en nuestra Constitución actual, y también en la Ley 21.430, que es de Garantías de la Niñez y Adolescencia, sea lo que implique el trabajo para demandar de los órganos del Estado y la sociedad en su conjunto, y los cambios que hay que hacer.
Eso me preocupa, porque es lo que tiene que estar en el centro del debate. Y me parece que la politización de un cargo de esta naturaleza, que es por esencia autónomo e independiente, no pueden ponerse en ningún caso en tela de juicio. Y de eso espero, por tanto, que quien sea que ocupe este cargo, en definitiva, entienda que más allá de sus opiniones personales y sus convicciones personales, legítimas en cualquier persona, lo único que debe conducir su rol es que los derechos de la niñez y la adolescencia sean no solo promovidos, difundidos, sino que además protegidos de manera efectiva.
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