Crítica de Cine| “Aftersun”: La fragilidad de la memoria
El cine es un acto de nostalgia anticipada. Una forma de retener la memoria y encuadrarla de manera definitiva, para que no se nos escape demasiado rápido, para que se vuelva eterna. Algo así podríamos decir de la infancia, ese momento fugaz al que, de alguna u otra forma, volvemos constantemente. Quizás buscando respuestas o dilucidar el misterio de lo que somos en el presente. Tal vez solo para volver a experimentar una libertad perdida, la fluidez visceral que fuimos dejando atrás a lo largo de los años, sin tener la conciencia de que nunca volvería.
La película debut de la directora escocesa Charlotte Wells, Aftersun, es el intento definitivo por encuadrar esa memoria y evitar la pérdida irreversible, con fe en que pueda volverse infinita. Elegida la mejor película del año en el ranking de la revista Sight and Sound, es una selección no lineal y libre de imágenes de archivo, tomas desenfocadas y videos caseros de un verano determinado en un resort de Turquía, que podría haber sido en cualquier parte del mundo. La historia de un padre joven y su hija de once años, cuyas vacaciones transcurren como si fueran las últimas, mientras descubren mucho sobre sí mismos, pero al mismo tiempo se diluyen ante los ojos del otro.
Como un modo de revisitar sus propios recuerdos fugaces, la directora indaga en un momento personal y nos regala un pedazo de su propia biografía. Su historia se cuenta a través de Sophie, quien ya adulta recuerda unas vacaciones que pasó con su padre, Callum (Paul Mescal, Normal people). Mientras revisa fragmentos de videos caseros y recoge los pedazos de un pasado inconcluso, intenta dilucidar el misterio que rodea a un padre cariñoso, presente, pero a la vez escurridizo y lleno de sombras.
Así como esta figura paterna, el hilo detrás de la película se vuelve imperceptible, mientras conecta episodios de manera aparentemente aleatoria, sin tensión ni dirección alguna. Además, contrapone dos personalidades simbióticas pero distintas entre sí. Callum es taciturno, inquieto, vive con una sensación de fracaso, de fragilidad, con un miedo soslayado a que descubran su verdad. Sophie es transparente, fluye sin tapujos, quiere descubrir el mundo y todas las sensaciones que pueda brindarle. Entonces, su padre se vuelve una suerte de acertijo, cuyas pistas se encuentran siempre fuera de campo, más allá del encuadre de la cámara, cuando el lente no logra captarlo. Imágenes borrosas, desenfocadas, un cigarro escondido en el balcón, un baño nocturno en el mar, un llanto explosivo mientras Sophie duerme. El cuerpo cinematográfico de Callum se devela a través de distintos filtros, colores y texturas visuales, lo que lo vuelve una suerte de caleidoscopio, una figura diluida, igual que los recuerdos que lo consumen y amenazan con desvanecerse. Como si solo pudiera ser él mismo cuando la luz roja de la cámara deja de tintinear.
Los registros de una cámara pueden ser tangibles, pero no por eso son definitivos. La distancia y el tiempo distorsionan la memoria, lo que puede dar un significado distinto cada vez a la misma imagen. Aftersun indaga de manera brutal y maravillosa en la relatividad de los recuerdos, su fragilidad, la potencia con que un sentimiento puede cambiar todo lo que antes concebíamos como real. Es un filme que reflexiona además sobre el peso traumático de la verdad, y sobre la cornisa que divide lo que elegimos ver de lo que dejamos fuera del encuadre. Un relato sobre el crecimiento, sobre la adultez como ola intempestiva que deja todo cabeza arriba. La contraposición de dos generaciones que se observan y descubren, engrandecida por la extraordinaria química entre los actores, Paul Mescal y Frankie Corio, cuyas actuaciones dan nueva vida y colores a la historia.
Aftersun reflexiona sobre el poder de la imagen cinematográfica y sus formas, sobre la relación entre verdad y reflejo, la búsqueda de esa verdad que se vislumbra entre lo que vemos y lo que queremos ver. Es también un manifiesto definitivo que declama la fragilidad de la mente humana, y la subjetivación de un destello de historia que puede tomar mil formas y provocarnos un sinfín de emociones contrapuestas. Un debut destellante, donde la realizadora refleja con lucidez lo que quiere contar, y al mismo tiempo retrata de manera genuina sus propias limitaciones, miedos y frustraciones. Como si fuera un video casero sin edición, cortes ni pudores.
“Me gustaría haberme quedado más tiempo”, le dice Sophie a su padre mientras se sientan a la orilla del mar, cuando las vacaciones se están acabando. “A mí también”, le responde Callum. Ese momento suspendido parece perfecto, definitivo, la esencia de una relación genuina que mira hacia adelante, en la misma dirección. Que fluye como la marea. Precisamente, la película despierta esa misma sensación, la de querer alargar la visión, quedarse con ellos ahí, observando qué pasa después de que se esconde el Sol. Porque su historia también representa la memoria de lo que fuimos y no debemos olvidar.
Vea el tráiler acá:
https://youtu.be/vXKcWRu8K_U
Artículo publicado en alianza con Culturizarte.
Título original: Aftersun
Dirección: Charlotte Wells
Guion: Charlotte Wells
Música: Oliver Coates
Fotografía: Gregory Oke
Reparto: Paul Mescal, Francesca Corio, Celia Rowlson-Hall, Kayleigh Coleman, Sally Messham, Harry Perdios, Ethan Smith
Coproducción Reino Unido-Estados Unidos; BBC Film, Creative Scotland, AZ Celtic Films, PASTEL, Unified Theory, BFI Films.
Productor: Barry Jenkins.
Distribuidora: A24
Año: 2022
Duración: 98 min.
País: Reino Unido
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