Juan Carvajal: “Si la Secom no está empoderada, difícilmente pueden mejorar resultados”
“La comunicación es una materia que, al igual que el fútbol, todos creen que saben”, dice Juan Carvajal Trigo, ex director de la Secretaría de Comunicaciones (Secom) del primer gobierno de Michelle Bachelet.
Su estilo, recuerdan las crónicas de la época, lo llevó a levantar una Secom “fuerte”, que le hacía sombra a algunos ministerios. Le tocó lidiar con la revolución de los “pingüinos”, la crisis económica mundial y el terremoto. Ese periodo Bachelet finalizó con un 86% de aprobación.
Es un histórico militante del Partido Socialista que estuvo exiliado en la República Democrática Alemana durante la dictadura. Tras el retorno a la democracia aterrizó en la Secom, que luego llegó a encabezar. Ya fuera de la arena pública, trabajó 12 años en Imaginacción, la empresa de comunicaciones de Enrique Correa, donde figuró como asesor de Penta en medio del escándalo de las platas políticas, lo que le valió críticas de su sector. En 2020 se abocó a su propia firma, Know How Chile.
En conversación con El Desconcierto, el periodista analiza el gobierno a poco más de un mes del triunfo del Rechazo y el proceso constituyente que llevan los partidos.
Carvajal afirma que en un gobierno “los ministros, el Comité Político, los asesores presidenciales, todos quieren tener su rol”, sin embargo -según su receta y fiel a su método- el camino debiese ser “empoderar a la Secom”.
—¿Qué impresión le ha dejado la Secom estos primeros meses?
Tengo mis dudas sobre si a la actual Secom se le ha entregado toda la potestad para hacerse cargo de la comunicación del gobierno. La comunicación no tiene que ver sólo con la información, la comunicación estratégica tiene que ver con todos aquellos ámbitos en los que trabaja un gobierno. Una gran política de gobierno puede pasar desapercibida si no está incorporada con factores comunicacionales, que tienen que ver con el posicionamiento de la autoridad, de los temas principales, la forma en que se realizan, etc. Cuando sale algo como lo de la ministra de la Mujer con el tema del aborto, me doy cuenta que ese ministerio probablemente sacó el tema por su cuenta. Debería existir una coordinación con La Moneda para ver si ese tema sale ahora o no, si es pertinente, si colabora con lo que está haciendo el gobierno. Eso es un problema de comunicación estratégica. Tampoco logro percibir que las definiciones principales del gobierno estén apuntando hacia las necesidades principales, según cuáles son las señales que se perciben. Veo una serie de iniciativas que se están haciendo con los alcaldes en materia de seguridad pública, pero como son varias en lugares específicos, no se percibe que sea una iniciativa global del gobierno. Deberíamos tener la sensación de que el gobierno asumió este problema completo y está en todas partes.
—¿Habría que empoderar a la Secom?
Exactamente.
—Le pregunto porque cuando usted dirigió la Secom se hablaba de una Secom empoderada. ¿Fue así? ¿Debiera ser así ahora?
Así fue, pero así no comenzó. Los ministros, el Comité Político, los asesores presidenciales, todos quieren tener su rol. La comunicación es una materia que, al igual que el fútbol, todos creen que saben. No opinan sobre salud ni sobre ingeniería o educación, pero sobre comunicación sí. Al comienzo de un gobierno está lleno de gente que critica, que siente que hay que informar mejor y lo que más abunda es la percepción chica de lo que es la comunicación, como sinónimo de información y la verdad es que la comunicación en un gobierno es bastante más compleja. Tiene que ver con visiones globales de cómo tratar temas desde el comienzo hasta el fin.
—Estamos en un escenario económico complejo y se anticipa una recesión para el próximo año, ¿cómo se equilibra comunicacionalmente ese escenario con una agenda de cambios?
Le agregaría otro factor: cuál es el estado del arte del país, en qué está la ciudadanía, que es lo que quiere, cuánta paciencia tiene la ciudadanía para esperar. Este es el tercer gobierno que se enfrenta a una ciudadanía que ya no quiere esperar, que quiere cambios ahora, pero con estabilidad, con gobernabilidad, sin problemas. Chile es un país así y el último plebiscito lo evidencia. Ahí es donde hay que poner el termómetro y pensar en qué tipo de cambios se requieren y de qué manera. Por ejemplo, tratar de discutir ahora el tema del aborto me parece francamente un error, porque la ciudadanía está en otra cosa. Lo que no quiere decir que el tema del aborto deje de ser una bandera de lucha.
—Entonces, ¿faltaría no tanto comunicar desde el gobierno, sino que escuchar más?
Las dos cosas. Los gobiernos están obligados a escuchar todos los días. La opinión pública cambia a veces intempestivamente. El gobierno está obligado a impactar de una manera que se emparente con aquella situación o sensibilidad. Eso cuesta aprenderlo. Cada gobierno tiene su tiempo, cada tiempo tiene sus necesidades y la opinión de la ciudadanía puede ser muy veleidosa, hay que saber interpretar eso.
—¿Cómo dialoga la Secom y su dirección con, en este caso, la ministra Camila Vallejo?
Veo que tiene una relación bien estrecha con la vocería, hay un trabajo ahí que se logra. Si te das cuenta, lejos la autoridad más valorada es la ministra de la Secretaría General de Gobierno. ¿Por qué? Porque lo hace bien y no se anota caídas. Hay un trabajo previo y permanente que está encima y eso es lo que hay que hacer a nivel de todo el gobierno. Mi opinión no es crítica ni alabadora, sino que es con la duda de cuán empoderada por el Presidente está esa entidad y la visión de que si no está bien empoderada, difícilmente se pueden mejorar resultados. Esto se trata globalmente o no resulta, y con eso incorporo hasta las regiones.
[caption id="attachment_772419" align="alignnone" width="1280"] FOTO: La ministra Camila Vallejo / Agencia Uno.[/caption]
—¿Cree necesario una mayor presencia a nivel local?
Claro, en la estructura comunicacional, porque una región puede dejar una escoba para el gobierno así como la dejó un embajador en España. Entonces esta coordinación requiere tener un hilo conductor que permita una coordinación mucho mejor, mejores resultados. No estoy en condiciones de decir si eso existe o no. Si existiera entonces uno tendría una visión crítica completa; si no existiera, hay un problema de decisión política detrás, más que de comunicación.
—Sobre ese punto, ¿fue un error el comentario del embajador Velasco sobre los 30 años?
Totalmente. Los embajadores tienen que tener un cuidado muy particular con respecto a lo que dicen, están representando a un país y no solo al gobierno. La tarea del embajador, como la del Canciller es de mucho tacto, mucho cuidado en qué, cuándo y dónde se dice. En el segundo gobierno de Bachelet pasó con Carlos Caszely, cuando hizo un comentario sobre España y en poco tiempo salió del cargo.
—Después apareció una fotografía, pero ¿no hubo una exageración en las críticas?
Lo que pasa es que cuando uno está en un gobierno entra en el ámbito neto de oposición y oficialismo, de gobierno y de los partidos. Pero el hecho de que circule la foto es el problema. ¿Por qué se pone eso en redes? Estamos en un problema grande si es que no se entiende que las redes sociales son muy importantes en la medida que se sepan usar bien. Por supuesto que la oposición le saca provecho, pero esa es su tarea, así que uno en vez de molestarse tiene que entender que el problema es la fuente original.
—Se le dio munición.
Obvio. Pero el problema de fondo al final no son ninguna de esas cosas, el problema de fondo son sus declaraciones. En un gobierno que tiene dos coaliciones, que se insista de nuevo en la idea que planteó Giorgio Jackson, de cierta supremacía moral y ética, solo daña la posibilidad de ir confluyendo y haciendo convergencias mayores. Le pone un problema al gobierno.
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“Un gobierno no puede trabajar con ideologismos”
—¿Cómo ves el escenario post plebiscito del gobierno? Se ha hablado de un “segundo tiempo”.
Creo que fue una mala frase esa, porque cuando uno habla de primeros y segundos tiempos está hablando de giros que van más allá de personas, sino que tienen que ver con definiciones temáticas. Todavía este gobierno no cumple un año, así vamos a tener como cinco tiempos.
—Sería otro deporte.
Claro. Estos cambios eran necesarios e iban a pasar igual. Ahora, con este resultado del Plebiscito se hizo mucho más comprensible. Empieza un proceso distinto, porque creo que lo que uno puede criticar del gobierno actual es el ideologismo que ha estado imperando estos meses. Un gobierno no puede trabajar con ideologismos, se requiere de mucha capacidad de medición del estado de la opinión pública y de mucho pragmatismo. Hace rato que el gobierno está entrando en eso, pero creo que le cuesta el ensamblaje entre esta visión, el qué y cómo lo voy a hacer, y el cómo la opinión pública recibe esto, que no es lo mismo. Para mí un buen caso de estudio comunicacional político es lo que hizo la alcaldesa de Santiago (Irací Hassler) al desbaratar el comercio ilegal en Meiggs, la forma en que se instaló como autoridad, la policía dirigida por la autoridad civil. Esa es la forma en que hay que empezar a gobernar para hacerse cargo de los problemas principales que tiene Chile y uno de ellos es la seguridad pública.
—¿Fue una buena jugada de Boric traer a Carolina Tohá y a Ana Lya Uriarte?
No cabe duda. Lo que se necesita es ubicar al gobierno en la perspectiva del cambio que tiene que realizarse en función del estado del cuadro político chileno actual. El plebiscito, entre otras cosas, demoledoramente dio una señal de que hay que moderar cosas, de que hay que ser mucho más claro en los cambios que se van a realizar, más allá del programa. Creo que la presencia tanto de Tohá como de Ana Lya son importantes para efectos de representar de mejor manera hacia el interior y hacia el exterior lo que es este gobierno.
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—¿Cuánto pesa para el Frente Amplio la salida de Giorgio Jackson de la primera línea?
Hay que ver las cosas en su dimensión, una cosa es el Frente Amplio antes de ser gobierno y otra cuando es gobierno. Antes de ser gobierno no cabe duda que el trío que llegó a instalarse a La Moneda era súper afianzado, si hubiera sido un grupo musical podrían haber tocado de memoria, pero la verdad es que cuando se llega a La Moneda es otra cosa. Los desafíos son distintos y particularmente este momento político chileno es complejo para cualquier gobernante. Cualquiera que hubiera ganado la elección, no estoy pensando solo en (José Antonio) Kast o Boric, habría tenido los mismos problemas con la seguridad pública, con la economía y con el tema constitucional.
“El resultado del Plebiscito abrió los colmillos de muchos sectores”
—¿Cuál es el rol que jugará el gobierno en el proceso constituyente?
El rol que tiene el gobierno, al igual que el Parlamento, es ser garantía de que esto se desarrolle en un marco adecuado, que se logre un acuerdo representativo y que no se extralimite respecto a una base de principios, con una garantía absoluta de que no van a haber situaciones que los deformen. Si cumple eso, fantástico.
—¿Cómo ha visto a Chile Vamos en estas negociaciones? son los ganadores, ¿no?
No solo son los ganadores, recordemos que partieron siendo tres comunas con un 20%, la derrota máxima, pero supieron pararse de una manera inteligente, identificaron que el punto para oponerse a la propuesta constitucional si venía de la derecha con sus representantes no le iba a ir bien, que no tenía sentido rechazar sin tener una propuesta positiva. Fueron capaces de reconocer los puntos más complejos de la propuesta y de ponerlos en clave ciudadana, fueran verdad o fueran mentiras. El tema de si los fondos de pensiones eran heredables, los distintos tipos de Justicia, la disolución del Senado, etc. Eso le hizo carne a la gente. Soy de los que creen que el plebiscito lo tenía perdido la fuerza oficialista un buen tiempo antes.
—Pero ahora ya instalados en la mesa, ¿hay un exceso de triunfalismo?
Es la típica soberbia que se da en los triunfadores, creyendo que un resultado les puede dar garantías para hacer cualquier cosa. De la misma forma que el pueblo chileno votó el Rechazo, puede mañana votar en contra de ellos si no son capaces de cumplir con lo que dijeron: queremos una nueva y buena Constitución, esa era la consigna. Pero ya en la derecha hay sectores que les gustaría quedarse con la que está o con hacer un plebiscito de entrada. Pero no hay que olvidar de dónde viene esto, viene del estallido social, de un descontento generalizado que dejó en evidencia que Chile quiere que se resuelvan determinadas cosas. Si uno se olvida puede cometer errores todo el tiempo. El oficialismo se olvidó de eso en la medida que sintió que el pase que tenía daba para mucho más que lo que estaban pidiendo.
[caption id="attachment_776627" align="alignnone" width="900"] FOTO: Javier Macaya y Francisco Chahuán / Agencia Uno.[/caption]
—¿Cuánto cree que van a pesar los nuevos sectores que se están incorporando? Como el Partido Republicano, el Partido de la Gente, llegan los Amarillos, etc.
El resultado del Plebiscito abrió los colmillos de muchos sectores, porque se vio que había un universo de 5.500.000 nuevos votantes, que parece que pueden ser moderados, que parece que pueden ser de centro, que parece que no son de izquierda, etc. Ahora viene una gran lucha voraz por el “centro”. Todos dicen aquí se decide una elección, pero no están bien representados. Entonces la lucha por el centro está entre los amarillos, el posible Partido Demócrata, la DC, el PDG y no sé cuantos más que van a hacer cada vez más “centristas” en el discurso. Van por esta presa.
—¿Quienes son estos millones de nuevos votantes?, los que probablemente se consolidarán con el regreso del voto obligatorio.
Cuando uno lo ve desde el punto de vista analítico, no está claro que esos cinco millones sean moderados, o qué es lo que quieren. Lo que está más claro es que la mayoría de esos sectores están hastiados de la política y que no votaban porque no le creen a nadie. Ese no creerle a nadie puede manifestarse en cualquier momento, de cualquier forma. Aquí la lectura correcta es seducir a estos sectores que no votaban para que se hagan parte del fortalecimiento de la democracia, que se den cuenta que una democracia necesita de partidos sólidos y que los partidos tienen que dar garantías, confianza y transparencia. Hablo de todos los partidos, si no son (o somos) capaces de entender que el mensaje es que la política tiene que represtigiarse o reconcursar, estamos mal, porque de nuevo ese sector puede dar una sorpresa si ve que lo quieren manipular.
—En una columna habló de una ventana para revalidarse, o reconcursar, ¿cree que los partidos van a tomar esa oportunidad?
Esto nunca es cien o cero. En cada partido hay una lucha interna. En RN, su presidente está en un estilo antiguo, mucho más soberbio, pero hay sectores como los que conduce Mario Desbordes que se comprometieron y quieren ser consecuentes con ello. En la UDI el presidente Javier Macaya está convencido de lo que prometió y lo que está haciendo, pero hay sectores que fueron derrotados dentro de la UDI, que siguen en el viejo esquema. Eso se reproduce en todos los partidos de manera distinta. La lucha entre lo viejo y lo nuevo está presente, y no tiene que ver con generaciones, no son los jóvenes versus los viejos, tiene que ver con la manera de entender la política, el mundo actual y los cambios que han operado.