Fast Furniture: Baratos para el bolsillo, caros para el medio ambiente
La tendencia conocida en inglés como fast furniture (traducido como mobiliario rápido) ha conquistado los últimos años el mercado de los muebles.
Una de las principales razones del éxito mundial de estos productos es su bajo costo. Si bien su calidad los hace ser productos no tan duraderos o resistentes como los más caros presentes en el mercado, estos ofrecen un precio asequible y una calidad aceptable.
Esta moda tiene mucho que ver con los cambios de cultura de consumo que se producen principalmente con los millennials (Personas que nacieron entre 1981 y 1996, es decir, tienen entre 40 y 25 años), quienes se decantan generalmente por la elección de un diseño mucho más limpio y más minimalista que generaciones anteriores.
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Sus preferencias, junto con una capacidad económica limitada, explican por qué las nuevas generaciones se han dejado seducir por los productos de cadenas como Ikea o Sodimac, que van dirigidos a un sector de la población muy concreto: una juventud urbana que comienza a formar un hogar.
Sin embargo, el modelo de negocio de este tipo de productos implica que la huella ambiental de los artículos también se incremente cuando nos deshacemos pronto de ellos y terminan incinerados o abandonados en vertederos o basurales. Materiales como espumas y plásticos son muy contaminantes. En el caso de la madera, el carbono que almacenan los muebles vuelve al medio ambiente al quemarla; además un mayor consumo conlleva una mayor necesidad de árboles.
Según datos de la Oficina Europea del Medio Ambiente (EEB por sus siglas en inglés), cada año, los particulares y empresas europeas desechan alrededor de 10 millones de toneladas de muebles.
A su vez, el abastecimiento de los insumos necesarios para producir al ritmo que demanda la industria del fast furniture no es simple. Ejemplo de ello son los casos, denunciados por la ONG británica Earthsight, de cómo la multinacional sueca IKEA adquirió, en 2020, madera de Ucrania procedente de la tala ilegal para fabricar sus muebles.
Un año más tarde, Earthsight volvió a publicar otro informe, sobre la misma compañía en el que denuncia exactamente las mismas prácticas con madera procedente de la tala ilegal de bosques en Rusia, el mayor exportador de madera del mundo. De acuerdo con la investigación de Earthsight, IKEA fue cómplice en la tala de hasta cuatro millones de árboles en Siberia. De acuerdo con la investigación la madera estaba certificada como “legal” y “sostenible” por el Forest Stewardship Council (FSC).
La ONG británica ha llegado a calcular que en el mundo alguien adquiere un producto que contiene esta madera cada dos minutos.
Una de las claves para poder ayudar en los aspectos contraproducentes de la tendencia del fast furniture, es la economía circular. Se deben enfocar los esfuerzos a que se diseñen muebles para ser circulares desde el principio, que puedan ser reparados, reutilizados, revendidos o reciclados, generando el mínimo de residuos posibles. Con la madera es fácil, ya que la industria del tablero de aglomerado se abastece de residuos procedentes del reciclado de muebles, pallets industriales, etc. Sin embargo, es mucho más difícil reintroducir el plástico, el papel y los textiles en una cadena de fabricación.