Eduardo Sanzana (@eduardocinzano) estudió Periodismo y las clases de fotografía con Pedro Marinello lo empujaron a fotografiar todo lo que veía hasta que sus equipos análogos quedaron obsoletos y decidió guardarlos. El estallido lo obligó a salir de nuevo a la calle a retratar lo que estaba ocurriendo; desde entonces no ha parado. Aquí su testimonio en primera persona.
Mi amor por la fotografía parte de pequeño con mi padre y una Canon AE1. Luego me regalaron una cámara Vivitar muy simple y con ella le tomaba registros a mi vida de niño. Más tarde me dediqué a observar a mi tío Adolfo Lübbert, que en ese tiempo hacía fotografía publicitaria. Ahí, mirando y jugando, aprendí del trabajo publicitario, de iluminación y algo de composición. Él me mostraba sus equipos que para mí eran verdaderas joyas del espacio exterior.
© Eduardo Sanzana
Entré a estudiar Periodismo y me metí de cabeza en el laboratorio de fotografía. Las clases teóricas las impartía José Luis Granese y el laboratorio estaba a cargo de Pedro Marinello, un verdadero lujo. Yo me tomé muy en serio esas clases. Pasaba tanto tiempo molestando a Pedro en el laboratorio que terminó por pasarme las llaves. Él fue para mí “mi profe”. Con mucha paciencia me enseñaba y corregía cada foto que ampliaba. En ese tiempo vivía en Paseo Bulnes y fotografiaba todo lo que me parecía interesante. Me llamaba la atención la arquitectura y cómo esta se relacionaba con la gente y sus desplazamientos. Cómo la luz era capaz de crear y ocultar realidades, cambiar las formas; en esa dinámica la fotografía se transformaba en una herramienta política.
© Eduardo Sanzana
No pude pasar al formato digital en la época de la transición. Todo era muy caro y poco a poco las tiendas análogas comenzaron desaparecer. Seguí tomando retratos y paisajes con enfoque político hasta que todo quedó obsoleto. Guardé la ampliadora y los equipos hasta que comenzó el estallido.
[caption id="attachment_376566" align="alignnone" width="1024"] © Eduardo Sanzana[/caption]
El estallido no solo cambió mi trabajo, me cambió la vida. Uno fotografía perspectivas de vida y a partir del estallido esas perspectivas se llenaron de mucha más vida, de política y de drama. Ya no fotografías personas con sus sentires e ideas, sino también símbolos de lo que (es) será la refundación de Chile: la verdadera independencia.
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Para la elite de este país esto era simplemente una protesta carnavalesca, un desmadre juvenil sin profundidad teórica. Izquierda y derechas se acomodaron al statu quo de esta democracia pactada. En estos casos la rabia es un regalo y tomar la cámara un acto político. Cada fotógrafo que estuvo ahí, profesional o aficionado, ayudó a elaborar una narrativa visual de las demandas sociales. El visibilizar se volvió una necesidad. Contar lo que los medio oficiales no contaban y algunos ocultaban fue el principal móvil.
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Comencé a tomar las imágenes motivado por la rabia y la impotencia frente a la injusticia y la ausencia de la verdad periodística. Hubo momentos hermosos en que pensaba “somos miles, vamos a cambiar al fin este modelo neoliberal”. Pero la represión fue implacable desde el primer día: mutilados, muertos, heridos. No respetaban nada. En ese momento nuestra presencia como gráficos se transformó en compromiso. Tuvimos que ponernos cascos, antiparras y máscaras de gas. A todos nos mojaron, gasearon y pegaron. Pero a algunos los mataron, sufrieron heridas de gravedad y la destrucción de sus equipos de trabajo. Hay una foto que tomé donde aparece un GOPE apuntando directamente a un manifestante de no más de 17 años. Creo que esa imagen resumen la indolencia y la falta de empatía de los agentes represores del Estado de Chile.
© Eduardo Sanzana
Hay una serie de fotos sobre las Fuerzas Especiales. Me dediqué a enfocar sus rostros a través de los cascos. Me impactó ver caras inertes despojadas de toda humanidad. Compatriotas uniformados dispuestos a matar a otros compatriotas. Los vi desfigurados, atrapados en su ignominia, vendidos al neoliberalismo. Esa falta de humanidad y de empatía produjo un gran impacto en mí. Ellos deberían estar aquí con nosotros luchando por cambiar este sistema, pero decidieron ser los perros guardianes de la elite una vez más.
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La foto de la paca tomándose una selfie antes de reprimir es impactante. Para ellas esto es un video juego: deshumanizo al otro, lo llamo capucha y me retrato antes de salir a cazar. La del GOPE apuntando al capucha también es un foto que me remeció. Yo estaba a pocos metros y pensé que le iba a disparar a la cara. No sé si fue suerte o no, pero falló. La del capucha ayudando a bomberos también me gusta porque habla de la colaboración mutua que es lo que debería ser en esencia este país.
© Eduardo Sanzana
[caption id="attachment_376570" align="alignnone" width="1024"] © Eduardo Sanzana[/caption]
Creo que todos los fotógrafos que estuvimos ahí (y que vamos a seguir estando) sufrimos un cambio. Ninguno es el mismo fotógrafo y persona que era antes del 18-10. Cambió nuestra narrativa, cambiaron nuestros hábitos y con ello toda la vida. El desgaste emocional y físico fue acumulativo. Al llegar a casa y comenzar con el proceso de revelado aparece la angustia, la rabia, la impotencia. Es como volver vivir la misma escena dos veces.
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