VOCES| Mapas COVID-19: Conocer la dirección de las personas afectadas habría permitido el apoyo ciudadano
Ayer, el diario electrónico Interferencia, tuvo acceso a la base de datos que el Minsal mantiene en secreto, publicando un mapa con la ubicación de las personas afectadas por el virus en Santiago. Esto ha desatado una intensa polémica. Algunos amenazan al diario con llevarlos a la justicia. Otros, menos agresivos, manifiestan en las redes sociales sus dudas respecto a la conveniencia de dicha revelación.
En mi opinión, el manejo de la pandemia que ha hecho el gobierno calza con la lógica militar que Piñera ha manifestado reiteradamente, una de cuyas características fundamentales es la desinformación. Él está en guerra y así lo ha reiterado en numerosas oportunidades. Ayer, contra los millones de chilenos que se manifestaron públicamente a partir de octubre del año pasado por acabar con la Constitución y el modelo económico vigente en los últimos 40 años. Hoy, está en guerra contra el COVID 19, un enemigo tan cruel y poderoso como el que lo amenazó antes de la pandemia.
Desde que se conocieron los primeros casos de personas infectadas en marzo del presente año, el ministro Manalich ha monopolizado toda la información respecto al curso de la pandemia. Las objeciones del Colegio Médico y de los alcaldes, lo forzaron a crear una así llamada Mesa Social COVID-19, a fin de ampliar el círculo de personas e instituciones informadas y recibir propuestas al respecto. Tanto los alcaldes como el Colegio Médico han reiterado sus reclamos respecto a la insuficiencia de la información y los representantes del Instituto Milenio Fundamentos de los Datos, congelaron su participación criticando al gobierno por “ausencia” de información.
Permanecí dos años confinado en calidad de prisionero de guerra, bajo las órdenes de personal de las Fuerzas Armadas. Allí aprendimos que la desinformación es una norma permanente en su conducta. Cuando en Isla Dawson, nos anunciaron que “de hoy en adelante se racionalizará la alimentación que ustedes están recibiendo”, su significado fue que la alimentación desmejoró. Cuando nos informaron en términos semejantes respecto a los trabajos forzados a que estábamos sometidos, fue que estos se hicieron más severos.
La desinformación en la conducta de los militares, tiene antecedentes milenarios. Aproximadamente 500 años AC, el general chino Sun Tzu escribió un libro titulado El Arte de la Guerra, donde afirma entre otras ideas lo siguiente:
“Se debe ponderar y deliberar antes de hacer un movimiento. Conquistará quien haya aprendido el arte de la desinformación. Todo el arte de la guerra se basa en el engaño. El supremo arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar”.
El Presidente Piñera declaró Estado de Excepción Constitucional de Catástrofe por noventa días en todo el territorio nacional, ratificando su voluntad de enfrenar la COVID 19 con la lógica militar que ha caracterizado su mandato. Pero Chile ha conocido otras catástrofes, donde los gobiernos no ocultaron ningún informe a la población y, en cambio, la convocaron para enfrentarla solidariamente.
La primera se refiere al llamado Riñihuazo ocurrido en mayo de 1960, bajo la presidencia de un gobernante de derecha: Jorge Alessandri. El 22 de mayo de ese año, se produjo el terremoto de mayor intensidad conocido hasta ahora en la historia: 9,4°, con epicentro en la ciudad de Valdivia. La situación amenazaba el rebalse de millones de metros cúbicos de agua que bajarían por el río San Pedro, devastando todo el territorio a su paso, incluyendo la ciudad de Valdivia. Cuanto bulldozer existía en el país fue enviado a la zona. Las Fuerzas Armadas destacaron a un gran contingente, al igual que miles de trabajadores, estudiantes, dueñas de casa, campesinos, todos, pala en mano, sin descansar, día y noche hasta lograr el objetivo propuesto.
Las radios, el principal medio de comunicación de la época, emitían informes a cada hora. Nada se le ocultó a la ciudadanía. Nadie pretendió ocultar la gravedad de la catástrofe ocurrida. Todo era transparente, y cuando comenzaron a escurrir las aguas controladamente, fue una fiesta nacional. Todos nos abrazábamos en las calles. Fue una victoria de la solidaridad y de la información veraz.
La segunda catástrofe que recuerdo se refiere al terremoto, 7,5° de intensidad con epicentro cercano a Valparaíso, ocurrido en julio de 1971, durante el mandato del Presidente Allende. El gobierno resolvió incorporar una modificación importante a la Ley de Catástrofes, vigente a la época, creando los llamados Comités Comunales de Emergencia, integrados por todas las autoridades civiles o militares de cada comuna. Fueron estos comités los que configuraron el programa detallado de obras a realizar en sus zonas respectivas y quienes vigilaron su realización. Todo se hizo con transparencia y con plena participación de la comunidad. Nadie intentó ocultar o manipular las informaciones.
El manejo de la catástrofe originada por la COVID 19 es el polo opuesto de los ejemplos señalados, ya que predomina la exclusión y la desinformación. No existe ninguna voluntad de convocar a la ciudadanía a enfrentar esta situación unidos y en forma transparente. El gobierno debió constituir de inmediato, Comités Comunales de Emergencia dirigidos por los alcaldes, e integrados por representantes de juntas de vecinos, Carabineros, bomberos, centros de salud, CUT y otros a cargo de implementar las decisiones tomadas por las autoridades del MINSAL, con las asesorías que estimara conveniente.
No hay razón alguna para esconder la dirección de las personas afectadas. Por el contrario, su conocimiento habría permitido todo el apoyo de estos comités. Decenas de miles de voluntarios: juntas de vecinos, centros sociales, y deportivos, estudiantes universitarios y profesores sin clase, estarían prestando gratuitamente su colaboración. Transportando a personas minusválidas, llevando paquetes de alimento o medicamentos a personas ancianas confinadas o a enfermos asintomáticos, organizando ollas comunes para alimentar familias sin recursos, sanitizando calles y plazas, etc. Transformando la lucha contra el virus en una causa nacional, solidaria y transparente.
Pero ese camino no figura en quien no solo desconfía, sino que está en guerra contra su propio pueblo. Todo lo que transmite la televisión majaderamente, son acciones represivas: militares vigilando los controles sanitarios, personas que los transgreden, automovilistas que los eluden, autoridades o comentaristas de televisión reclamando por las violaciones del confinamiento o al toque de queda. Los mismos que días atrás convocaban a tomarse un cafecito en un restaurante o fijaban la reiniciación del año escolar para el 27 de abril, dictan cátedra de comportamiento. Reina la desconfianza, cuando debía reinar la confianza. Reina el individualismo cuando debiera reinar la solidaridad, y además reina la desinformación cuando debiéramos estar debidamente informados, a fin de infundirnos la confianza en que, de verdad, sin mentiras, sin respiradores artificiales inexistentes, está en marcha un esfuerzo colectivo por enfrentar esta catástrofe.
Aún hay tiempo.