Donald Trump: El Mundo como Reality

Donald Trump: El Mundo como Reality

Por: Álvaro Cuadra | 11.05.2016
El vertiginoso ascenso de Donald Trump en la política estadounidense nos muestra cómo el mundo actual se parece más a la televisión y no al revés. No son los llamados Reality Shows los que imitan al mundo sino que es la realidad cotidiana – incluido el espectáculo político, sobre todo el espectáculo político – lo que se asemeja a los formatos televisuales.

El vertiginoso ascenso de Donald Trump en la política estadounidense nos muestra cómo el mundo actual se parece más a la televisión y no al revés. No son los llamados Reality Shows los que imitan al mundo sino que es la realidad cotidiana – incluido el espectáculo político, sobre todo el espectáculo político – lo que se asemeja a los formatos televisuales.

De hecho, el candidato Trump nace como un personaje televisivo, un showman exitoso que despedía a los participantes en cada episodio. Su frase favorita, “You are fired !” (¡Estás despedido!) se hizo famosa. Su campaña en las primarias del Partido Republicano no ha sido otra cosa que una extensión de dicho Reality que protagonizó en las pantallas hace algún tiempo. Su porte y su figura de candidato recrea y evoca en el “imaginario” de sus públicos la de aquel severo multimillonario.

Sospechamos que el público que hoy admira al político no es muy diverso de aquél que, otrora, celebró su participación en el programa de televisión. Eso explicaría, en parte, la seducción que ejerce sobre cierto electorado, más allá de lo desmesurado de sus intervenciones y del grotesco que representan muchas de sus ideas. Trump, el personaje, resume en sí mismo la codicia, el lucro, el “éxito”, las soluciones radicales (y fáciles) que reclaman muchos norteamericanos.

Donald Trump no solo ha despedido, uno a uno, a sus competidores en las elecciones primarias, seduciendo a sus electores sino que, además, ha alcanzado un notable protagonismo mediático mundial. Por decirlo así, el Reality de su campaña electoral es un producto del más alto rating. El mundo como Reality  acepta y celebra, precisamente, a personajes como Trump.

En esa estrategia espuria del “marketing político” ya se sabe que cualquier candidato es un producto efímero, pero investido de una potente capacidad de “seducción” cuya fortaleza radica en la llamada “diferenciación marginal”, aquello que lo distingue de sus contendores. Pues bien, Donald Trump es diferente, muy diferente, a todos, especialmente, de la señora Hillary Clinton.

En una cultura que funciona en torno a la subjetividad acicateada por los medios, cultura “psicomórfica” según los expertos, el mundo mismo deviene un Reality. El fundamento de lo político ya no se ancla en la “convicción”, y mucho menos en la racionalidad deliberativa, por el contrario, hoy es la “seducción” y la imagen, ya no el examen de ideas sino más bien la frase breve, ingeniosa, fácil. En un mundo Reality no resulta nada extraño que una figura telegénica de ideas extravagantes se convierta en el próximo candidato a la Casa Blanca y en la pesadilla de muchos. Por descabellado que parezca, imaginar a Donald Trump como el próximo presidente de los Estados Unidos ha dejado de ser un imposible.