CRÓNICA NEGRA| Rubem Fonseca, un clásico del policial latinoamericano
Por los años 80 del siglo pasado, el escritor Carlos Olivarez me pasó la novela de Fonseca Pasado negro. Tienes que leerlo, me dijo, y nunca más dejé de hacerlo porque Rubem Fonseca es un autor adictivo, una fuerte droga literaria de la que uno siempre quiere más. Años atrás costaba ubicar sus libros, pero últimamente ellos se encuentran en librería gracias al trabajo de la Editorial Tajamar que ha estado traduciendo y publicando sus principales novelas y libros de cuentos: El gran arte, Vastas emociones y pensamientos imperfectos, Agosto, El cobrador y otros títulos más. El año pasado Tusquets publicó sus cuentos completos en tres gruesos volúmenes.
De Rubem Fonseca siempre se supo poco. Nació en 1925 en el Estado de Minas Gerais, estudió Derecho y Administración, trabajó en la policía y cerca de los cuarenta años decidió empezar a escribir o a publicar. Su primer libro fue El informe Morel. Entrar al universo de Rubem Fonseca es hacerse parte de una narrativa compleja y atractiva; de una poética de la violencia orientada a describir los brillos y las sombras de la condición humana. Su estilo es duro, crítico, despojado de toda concesión al sentimentalismo y recrea situaciones públicas y privadas en las que la maldad parece no tener límites.
Dos de sus novelas más importantes son El gran arte y Vastas emociones y pensamientos imperfectos. La primera tiene como protagonista a Mandrake, uno de los personajes recurrentes y emblemático de Fonseca. Mandrake es un abogado algo escéptico, aficionado al ajedrez, a las copas y a las amantes simultáneas. Un buen conocedor de la marginalidad que hace oídos sordos al consejo que suele darle su socio Wexler: “Somos abogados, la verdad no nos interesa, lo que importa es defender al cliente”. A Mandrake le gusta buscar la quinta pata del gato y, por eso, cuando llega a su oficina una clienta interesada en conocer el paradero de una amiga, no vacila en aceptar el caso y salir tras los pasos de un asesino de mujeres. Durante su investigación Mandrake se relaciona con sicarios, policías corruptos y un millonario que oculta su verdadera personalidad tras la máscara de un eficiente ejecutivo bancario. Paso a paso, con más intuiciones que certezas, Mandrake penetra en las entrañas de la Oficina Central, organización que al amparo de una financiera se dedica al negocio de la prostitución y el tráfico de cocaína. La historia no es nueva, pero la manera como la cuenta Fonseca es sin duda sorprendente. El gran arte es un libro que no da tregua; tanto por su dosificado suspenso, como por la historia de cada uno de sus personajes, que despliegan una suerte de voz coral que lleva a conocer las profundas raíces de la criminalidad en la sociedad brasileña. Es un clásico de la novela negra latinoamericana y las décadas que han pasado desde su primera edición no han hecho mella en su vigencia y atractivo.
Vastas emociones y pensamientos imperfectos se centra en la figura de un cineasta contratado para filmar una película sobre la vida de Isaac Babel, narrador ruso judío que murió en las cárceles de Stalin en 1941, luego de escribir un notable conjunto de cuentos recopilados con los títulos de Cuentos de Odessa y Caballería roja. Sobre el fin de Babel hay muchas versiones y eso tal vez motiva a Fonseca a incluir en la entrega la posible existencia de un texto inédito de Babel. Junto con esto, el cineasta se ve envuelto en el tráfico de piedras preciosas mientras se realiza el carnaval de Río. Ambas historias se entrelazan, permitiendo actuar a una amplia galería de personajes extraños y desgarrados que se dejan llevar por sus pasiones y deseos de trascendencia o poder. El texto está construido sobre la base de fragmentos que van dando sentido a la historia, un erotismo que desborda todo el texto, un lenguaje simple y efectivo. Sin pausas, transita por la violencia, el sexo, la erudición literaria y el mejor suspenso.
Después de leer a Fonseca se puede concluir que escribió para provocar en sus lectores una suerte de malestar crítico hacia el mundo que los rodeaba. Sus libros son bofetadas que dejan huellas y su escritura es siempre punzante, con diálogos agudos y una acción que no da pausa. En el mundo que nos presenta no hay buenos ni malos, porque no hay límites éticos y hasta el amor está supeditado al engaño o al dinero. El mundo de Fonseca es violento como un callejón en el que solo se pueden encontrar sombras o el filo de un cuchillo manejado con destreza.