Del Care'Jarro a la Narco Reina: La evolución de la narcoviolencia en Chile
Es febrero del año 2000 y Luis Alcaíno quiere venganza. Hace dos días que salió de la cárcel de San Miguel. Clara Tobar, su esposa, lo abandonó mientras él cumplía condena. Ahora vive con un narcotraficante en la población La Victoria. El hombre se llama Alejandro Iván Cavieres Alarcón, y le dicen El Jarro.
Alcaíno se arma con pistola y chaleco antibalas. Recluta a su gente para ir a matar a Cavieres: Ángel González Castillo y el ex carabinero Alex Bustamante. Los tres parten al pasaje Baldomero Lillo, en la entrada de La Victoria. Es de noche y van a morir todos.
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Cavieres los espera agazapado en el entretecho de su casa. Alguien le dio el soplo que esa noche lo iban a matar. Tiene una subametralladora Uzi cargada con balas calibre .762. Al verlos, y antes de que puedan reaccionar, Cavieres, con la adrenalina a tope, comienza a disparar ráfagas que atraviesan los chalecos antibalas. Bustamante cae en el pavimento con dos balazos, uno en el tórax y el otro en el cráneo. Alcaíno y González reciben lo suyo en el pecho. Quedan tirados allí. Cavieres los remata. Uno de los cadáveres, dirá después la prensa, tiene más de 30 balazos.
[caption id="attachment_877300" align="alignnone" width="600"] Alejandro Cavieres[/caption]
Antes de que llegue la policía, Cavieres salta la pandereta trasera de su casa y se da a la fuga. Más tarde, mientras la televisión muestra los tres cuerpos cubiertos con un plástico azul, Cavieres salta a la fama en el mundo del hampa como triple homicida. En el futuro, será el líder de una banda narco que facture millones: Los Care'jarro.
Más de una década después de la masacre en La Victoria, Cavieres se encuentra en el Sexto Tribunal de Juicio Oral en lo Penal de Santiago esperando sentencia. Es diciembre de 2010, y tras 15 meses de investigación, escuchas telefónicas y allanamientos, la PDI y la Fiscalía Metropolitana Sur han logrado desarticular a los Care'jarro, imperio de la droga que llamó la atención de la opinión pública por los cientos de millones que facturaban, sus autos de lujo y sus cuantiosas propiedades. Su líder, protagonista del juicio más extenso hasta ese momento desde el inicio de la Reforma Procesal Penal, acaba de escuchar el veredicto del juez: 33 años de cárcel por tráfico de drogas, asociación ilícita, lavado de dinero y tenencia de armas.
Son pasadas las 9 de la mañana del martes 24 de octubre de 2023 y Sabrina Durán está tendida y moribunda en la calle Alberto Blest Gana, comuna de Padre Hurtado. La joven, de tan sólo 24 años, es líder de una banda narco y acaba de ser acribillada por un grupo rival mientras viajaba en su camioneta. Durán fue apodada por los medios de comunicación como “Ina, la Narco Reina” y hace cinco meses había salido de la cárcel. Cumplía su condena de tres años y un día por tráfico de drogas en libertad vigilada. Por las características del ataque, la policía no descarta que haya sido un ajuste de cuentas o, como se conoce en el mundo delictual, “sangre por sangre”.
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Un año y medio antes Durán había sido detenida por la PDI en un masivo operativo en la población Las Praderas de Peñaflor, donde participaron más de 100 detectives que allanaron 14 domicilios, en los que decomisaron droga, dinero en efectivo, armamento y municiones. Era parte del arsenal que utilizaban sus sicarios en contra de la banda de la Yoyi y la Lili, en los frecuentes enfrentamientos territoriales que mantenían atemorizados a los vecinos del sector.
[caption id="attachment_877301" align="alignnone" width="602"] Sabrina Durán[/caption]
Minutos después del ajusticiamiento en el pasaje Alberto Blest Gana, el vehículo de la joven fue encontrado en llamas en la población Parinacota, en la comuna de Quilicura. Mientras la camioneta era consumida por el fuego, la “Narco Reina” agonizaba en el SAPU Santa Rosa. El gobierno calificó su velorio y funeral de “alto riesgo”, por lo que activó un amplio operativo con más 90 efectivos policiales, 22 vehículos de Carabineros, un carro lanzaagua, un carro lanzagases, un vehículo de la SIP y un carro del GOPE. Un contingente casi tan grande como el que se ocupó para su captura en marzo de 2022.
El giro del narco de bajo perfil hacia la figura del narco violento
Aunque el triple homicidio perpetrado por Alejandro Cavieres tiene casi un cuarto de siglo de distancia con la muerte de Sabrina Durán, ambos hechos son parte de un mismo fenómeno: la narcoviolencia.
Y pese a la desaparición de los Care'jarro y otras bandas de narcotraficantes durante las últimas décadas, la violencia del narcotráfico en Chile no ha disminuido.
Hoy las bandas están más especializadas y las autoridades ya hablan abiertamente de crimen organizado, con grupos vinculados a carteles en el extranjero que se dedican a delitos que van desde la piratería, el robo de camiones de cigarrillos, hasta el secuestro, la extorsión y el sicariato. Cabe recordar que el asesinato por encargo -sin relación al narcotráfico- tuvo su estreno público en Chile el 4 de noviembre de 2008, cuando José Ruz, sicario pagado por María del Pilar Pérez, “La Quintrala”, mató de un balazo a Diego Schmidt-Hebbel en una casa en la calle Seminario, comuna de Providencia. Seis meses antes el pistolero había hecho lo mismo con Francisco Zamorano, ex marido de Pérez, quien fue asesinado junto a su pareja a sólo cuadras del lugar en que falleció el hijo del destacado e influyente economista, Klaus Schmidt-Hebbel.
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En los '90, con la URSS en el suelo, el libre mercado se expandió por todo el orbe. Como dice Tomás Moulian en su libro “Chile actual: anatomía de un mito”, el consumo pasó a ser la única “consumación”, suplantando a todas las otras formas de vida activa como centro vital. La figura del político, orientado hacia la vida pública, se reemplazó por la del burgués, que ya no vivía por una causa, como el partido, el sindicato o la población, sino que para sí mismo, sus metas y su trabajo, el cual le permitió acceder a nuevas formas de consumo.
Es aquí, donde los postergados de siempre intentaron adecuarse a esta nueva sociedad, donde el fin común cambió y lo único que quedó fueron los objetivos individuales. Muchos habitantes de las poblaciones marginales de Santiago, emblemáticos sectores donde se luchó por años contra la dictadura, con la llegada de la democracia y los militares de vuelta a los cuarteles, se quedaron sin una causa por la que luchar.
Esto produjo un cisma en la histórica unión de los barriales capitalinos. Algunos de los pobladores que antes lucharon con palos y piedras contra carabineros y militares, pero principalmente sus hijos, vieron la falta de oportunidades y posibilidad de movilidad social. Es aquí donde estos jóvenes, al no poder acceder a estas nuevas formas de consumo a las que se refiere Moulian, encontraron en las drogas una salida a esta asfixiante realidad.
Por otro lado, algunos vieron que la solución no era “borrarse” consumiendo droga, sino que dedicarse precisamente a lucrar con este pujante negocio ilícito y así poder obtener los bienes y lujos que tanto la dictadura como la democracia siempre les negaron y que ahora la globalización les enrostraba con más fuerza.
Es así como se fueron creando incipientes y rudimentarias bandas de narcos a las que el negocio de las drogas les empezó a reportar dividendos, los que también traspasaron a su comunidad, subsidiando los servicios que el Estado no lograba otorgar, como medicamentos y mejoras en vivienda, transformándose en sujetos benefactores de su comunidad. Sin embargo, lo que escondía esta ayuda social era la creación de lealtades y redes de apoyo en sus poblaciones, dando la sensación de que el “negocio” era un aporte real a las necesidades de los vecinos. Esto trajo aparejado una lucha territorial por quedarse con la mayor porción del mercado, ya que, a diferencia de los tiempos del 'Cabro' Carrera, en donde el mercado se encontraba en Europa y Chile sólo era un lugar de paso, ahora el consumo y venta de drogas ocurría en territorio nacional.
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Es en este punto cuando el narco tradicional y de bajo perfil muta hacia la figura actual del narco violento. Al formarse un escenario de lucha territorial entre bandas, el narco debió crear un cerco de seguridad formado por soldados y sicarios. Fue así como las bandas comenzaron a invertir grandes sumas de dinero en armamento, dejando atrás las rudimentarias pistolas hechizas de bajo calibre para dar paso a pistolas automáticas, ametralladoras y poderosos fusiles de guerra, ya que la capacidad de mantenerse en el negocio iba en directa relación con el poder de fuego e intimidación que daban las armas. Comenzaba así la narcoviolencia y la guerra por la droga made in Chile.
La naturalización de la narcocultura
“Hay una naturalización del uso de la violencia como medio de relación social”, dice Antia Mendoza, psicóloga mexicana y experta en seguridad ciudadana, para explicar el fenómeno de la narcoviolencia que actualmente se vive en varios países de América Latina y Centroamérica.
A diferencia de los narcotraficantes de los ‘80 y ‘90, que intentaban pasar desapercibidos, hoy los miembros de las bandas criminales no se cohíben al exhibir su estilo de vida gracias a la publicidad que les otorgan las redes sociales, donde muestran sin tapujos sus autos de lujo, joyas y armas. De hecho, Sabrina Durán era conocida también por ser una reconocida influencer de TikTok, con miles de seguidores y millones de reproducciones.
[caption id="attachment_877302" align="alignnone" width="401"] Sabrina Durán[/caption]
“Se ha hecho un espectáculo de la actividad delictiva y eso ha impactado a muchos jóvenes en casi todo el mundo”, señala Mendoza, quien ha seguido de cerca el fenómeno de la publicidad de este estilo de vida y la influencia que ha tenido en la sociedad y las nuevas generaciones.
Mendoza agrega que la producción cultural respecto al narco también ha sido explotada, no sólo por las bandas criminales, sino que también por los medios de comunicación e Internet.
“Netflix está lleno de series, las películas abordan permanentemente temas relacionados con la delincuencia organizada en sus diversas vertientes. Hay una naturalización excesiva de un lenguaje bélico, de un lenguaje de violencia, un lenguaje que está cada vez más cercano a esa cultura delictiva”, agrega.
Hace un par de años el consultor internacional y experto en seguridad, Eduardo Gómez del Campo, advertía que, si se coloca en una línea de tiempo comparativa, “hoy Chile se encuentra como México en los ‘90”. Los carteles mexicanos pueden resultar lejanos a la realidad de Chile, sin embargo, en 1997 el jefe del Cartel de Juárez, Amado Carrillo Fuentes, “El señor de los cielos”, uno de los narcotraficantes más buscados del mundo tras la muerte de Pablo Escobar, vivió por meses con un nombre falso junto a su familia en una casa en Calera de Tango.
Alejandro Cavieres, el líder de la desarticulada banda los Care'jarro, lleva más de 10 años tras las rejas y saldrá en libertad recién el 2043, a la edad de 69 años. Sabrina Durán, quien a sus 24 años perfectamente podría ser nieta de Cavieres, fue sepultada el viernes en el Cementerio Parque Manantial de Vespucio, luego de un cortejo fúnebre que fue custodiado con un fuerte resguardo policial.
“Me desmoraliza que muchos jóvenes nombren como referentes culturales a los narcotraficantes, que escuchen canciones que hacen pleitesía a la narcocultura sin darse cuenta en lo que ha impactado en el deterioro social en nuestros países”, dice Antia Mendoza. Palabras que, al ver cómo terminaron Cavieres y Durán, traen a la memoria el dicho mexicano “más vale 5 años de Rey que 50 de güey”.