Tres historias "detrás de cámaras" del acuerdo constitucional
Tras casi 100 días de negociaciones, las diversas fuerzas políticas del Congreso finalmente lograron un acuerdo para darle continuidad al proceso constituyente. El anuncio se dio luego de una semana de maratónicas jornadas, donde se dieron múltiples episodios que marcaron el devenir del proceso.
En El Desconcierto te contamos tres historias que ocurrieron en la trastienda de estos días decisivos, desde un primer acuerdo que se frustró por la llegada de un integrante sorpresa, hasta una compra masiva de helados para enfriar una acalorada discusión.
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La belleza de impedir un acuerdo
El miércoles 7 de diciembre fue la jornada en la que el acuerdo pudo haber quedado sellado. El oficialismo había revivido una vieja propuesta de Chile Vamos, que planteaba un órgano 100% electo sin miembros designados, pero que fuera guiado por un anteproyecto no vinculante que desarrollaría un comité de expertos en los meses previos al inicio del proceso.
A pesar de la resistencia inicial de Chile Vamos, con el correr de las horas sus integrantes empezaron a abrirse a esta fórmula. Toda esta situación provocó que estuvieran cerca de estampar la firma para el acuerdo, a tal punto que fuentes indican que hubieron abrazos y felicitaciones por el buen trabajo realizado entre quienes estaban negociando.
Sin embargo, todo se desplomó alrededor de las 20 horas, cuando Cristián Warnken llegó al ex Congreso. El máximo líder de los Amarillos fue apuntado ese día como la principal causa de que el pacto logrado se tirara a la basura.
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Según detallan distintas fuentes a El Desconcierto, la primera acción de Warnken en la mesa fue dar un discurso echando mano a su vocación de literato, apelando a los "sabios de la tribu", una metáfora sobre su exigencia de que en el órgano hayan expertos con voz y voto.
También dijo que estaban siendo perseguidos por "una manada de lobos", en referencia a una supuesta campaña de los medios en contra de su organización. También planteó que “hay que resguardarse de los demonios de elecciones abiertas”.
Sin embargo, pese a los esfuerzos poéticos de su intervención, nadie lo tomó mucho en cuenta en la reunión. Al percatarse de la indiferencia del resto, Warnken endureció su postura en favor de un órgano mixto, convenciendo en esa segunda arremetida a RN.
Dos de las negociadoras oficialistas, Paulina Vodanovic y Natalia Piergentili, denunciaron públicamente la intransigencia de los Amarillos tras la jornada. "Aquí no hubo la generosidad necesaria", disparó la timonel del PPD.
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María José Hoffman “enfriando” el ambiente
Pese a que hubo un feriado entremedio, los equipos negociadores llegaron el viernes 9 de diciembre con los ánimos caldeados. En las primeras horas, no se dimensionó ninguna apertura en las posiciones del oficialismo y la oposición.
Además, la temperatura en la capital ese día alcanzó 32°C. La propuesta de un órgano mixto no convencía y la desesperación comenzaba a nublar el juicio de los integrantes de la mesa.
En un momento, el presidente del Senado, Álvaro Elizalde, optó por llamar a un representante de cada partido a una mesa chica para acotar la discusión. Pero a pesar de sus esfuerzos, los distintos representantes no pudieron avanzar y se increparon mutuamente.
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Entre todo el caos, surgió la figura de la exdiputada María José Hoffman (UDI), quien sigilosamente urdió un plan para apaciguar los ánimos. Bajó del tercer piso rumbo a uno de los negocios de calle Morandé y regresó con una bolsa con helados “Cola de Tigre” los que repartió entre los asistentes.
El gesto de Hoffman tuvo efecto y las pulsaciones bajaron a tal punto que nuevamente las fuerzas políticas volvieron a acercar posiciones.
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Soto quería salir en la foto
La expectación en el hall de la biblioteca del Congreso era alta. Finalmente los distintos representantes habían llegado a acuerdo y ya se habían filtrado varios de los puntos claves del documento.
Sin embargo, los protagonistas no bajaban y las especulaciones comenzaron a surgir. “Se cayó el acuerdo” o “están afinando los últimos detalles”, eran algunos comentarios de los presentes.
Lo cierto es que una particular situación estaba pasando en ese minuto en el tercer piso. El diputado Raúl Soto le pidió a Álvaro Elizalde y Vlado Mirosevic poder firmar el acuerdo y aparecer en la foto de la firma final, a pesar de ya no ser presidente de la Cámara Baja.
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Esta solicitud descolocó a los timoneles del Poder Legislativo, quienes socializaron con los demás miembros de la mesa la exigencia del diputado. Las respuestas en su mayoría fueron negativas, aludiendo a que él ya no era parte de la testera y que solo quería figurar, o robarse el plano.
Cuando escuchó la negativa, Soto reaccionó airado. Acusó que habían egos de por medio y salió visiblemente enojado del salón.
Luego de conversar y reconsiderar la situación, Mirosevic y Elizalde decidieron darle un lugar a Soto en el documento, figurando como secretario técnico de la instancia. Lo que a su vez le permitió estar en la foto de la firma, a pesar de la visible incomodidad de los presentes en la mesa.