Transformaciones de la agricultura familiar campesina a nivel global
La agricultura familiar campesina (AFC) es un espacio activo de producción de alimentos y abastecimiento de los países a nivel mundial. De acuerdo con datos de la FAO, la AFC produce la mayor parte de la comida del mundo. Ahora bien, a pesar de su alta contribución productiva, los hogares de la AFC progresivamente dependen menos del autoconsumo y más de sus ingresos para abastecerse de productos alimenticios.
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Los estudios señalan, y con mayor especificidad en África y Asia, que las compras de alimentos representan una proporción sustancial del consumo por parte de los hogares de la AFC tanto en países de ingresos bajos, medios y altos. Esta organización de la economía de la AFC supera la estacionalidad y se muestra como un rasgo estructural, porque no solo se compran alimentos en temporadas que se produce menos, sino que de manera constante durante el año.
Finalmente, no solo se compran granos o aceite en los mercados, sino que también frutas, verduras y productos animales. Estos datos permiten graficar las transformaciones del mundo rural y el dinamismo que tienen los mercados en el sector de los pequeños agricultores.
Lo que pasa en una parcela, entonces, depende tanto de las técnicas que ahí se emplean como del entorno con que esos hogares se vinculan. Los hogares de la AFC a nivel global hacen parte de las dinámicas de mercado y diversifican las formas de generar ingresos.
Al mismo tiempo que se cultivan hortalizas, alguien del hogar puede trabajar en transportes o brindando servicios de algún tipo en una empresa ubicada en un poblado cercano. Así se va articulando la economía doméstica de una parte importante de la ruralidad y se configura la realidad de millones de familias a nivel global.
En este circuito de intercambio descrito, un espacio que gana fuerza en la investigación es entender qué pasa con mayor exactitud entre la AFC y los segmentos medios que facilitan la producción agrícola, como aquellas pequeñas empresas que venden semillas, arriendan maquinaria, aseguran el transporte de los alimentos cosechados o las cadenas de frío, entre múltiples otros servicios.
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A partir de los pocos datos que existen, se observa que en este vínculo se concentra una proporción importante de empleos a nivel global, y con ello una fuerza de ingreso económico que nutre a la AFC y la ruralidad en general, permitiendo reducir las tasas de pobreza e inseguridad alimentaria de un segmento de la población que acumula las cifras más altas a nivel mundial.
Esta dinámica de intercambio es la que buscamos desentrañar junto a colegas de la Universidad de Michigan, del International Food Policy Research Institute (IFPRI) en India y del Instituto Tegemeo en Kenya, en una investigación que comenzó recientemente y se desplegará en siete países de África (Nigeria, Kenya, Uganda, Tanzania, Etiopía, Malawi, Ghana) y en el estado de Odisha en India, y que cuenta con el financiamiento de la Fundación Bill & Melinda Gates.
En concreto, buscamos comprender una relación aparentemente simbiótica entre los agricultores de pequeña escala y los segmentos medios (mipymes), en donde empresas de servicios como logística (transporte, almacenes, frigoríficos), vendedoras de insumos agrícolas y otras, permiten a los agricultores alcanzar mercados más lejanos y/o de mayor valor, así como mejorar sus rendimientos, toda vez que estos segmentos medios se fortalecen y aportan al crecimiento de los territorios rurales.
Nos parece importante destacar las implicancias de una investigación que se desarrolla en otros continentes, porque la AFC de la región latinoamericana forma parte de esta misma transformación global. Así, procesos tan distantes tienen implicancias directas, como entender que la compra de alimentos en la ruralidad no es un lujo, sino que los hogares necesitan de ingresos para poder comer.
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Asimismo, las estrategias para reducir la pobreza y superar la inseguridad alimentaria están asociadas también a las cadenas de suministros y servicios que envuelven a los productores y, por lo tanto, las políticas públicas que busquen mejorar la calidad de vida de los agricultores deben orientarse al campo, pero también a los circuitos donde ellos se despliegan.