Reconocernos humanos en la educación y la medicina: Comenzar por el nombre
Llamar al otro por su nombre es un acto tan simple y natural que sucede una y otra vez en nuestro cotidiano, y suele pasar desapercibido hasta que alguien que no conocemos nos llama por nuestro nombre y nos sorprende, o nos asalta la vergüenza, porque no podemos responder de vuelta con el nombre de esa otra persona.
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Al volver a las clases presenciales en el aula, luego de la pandemia, con un grupo de alrededor de 40 estudiantes cubiertos por sus mascarillas, realizamos juegos para comenzar los talleres de medicina narrativa. Uno de ellos era decir el nombre de los compañeros que estaban antes de ti y luego el tuyo, -Juan, Sofía, María y yo, Mijael- los afortunados que estaban sentados delante solo decían un par de nombres, los que estaban atrás hacían el esfuerzo por recordarlos todos, algunos se rendían, aparecían algunos sobrenombres entre medio de las risas y nervios.
Escuchar a los alumnos decir: -"me alegré mucho de que mis compañeros supieran mi nombre", "recién llegué a este curso y no sabía los nombres de mis compañeros", "fue importante para mí". Nos hizo recordar lo que las teorías del reconocimiento dicen, nos necesitamos unos a otros para construir nuestra identidad. En esos momentos de pandemia, de estar social y corporalmente comprimidos, había una parte de nosotros olvidada.
El campo de la filosofía ha sido prolífico en señalar la importancia del reconocimiento como eje de la acción social y humana. Hay básicos fundamentales para educar es pos de una ciudadanía compasiva, y si los que se preparan para dar los cuidados en salud a la población no perciben en sí mismos esa importancia, habremos partido con un pie cambiado. Axel Honnet, el filósofo alemán lo resume en tres grandes aspectos y son ellos el derecho, el amor y la solidaridad.
Impulsado por las necesidades sanitarias del país y otros fenómenos, se ha observado un aumento creciente de las matrículas en las carreras de salud y, quienes estamos en el rol de educar, podríamos ser entusiastas en promover genuinamente el reconocernos, si ponemos atención en ello, dado que si las clases o secciones de estudiantes son cada vez más grandes, y corremos riesgos de desatender estas ideas.
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La educación parte de una cuestión humana, donde sentirse respetado es un inicio esperable y un ejercicio simple, el cual, con una base tan bien fundamentada, nos ayuda a reflexionar sobre ello.
Cuando somos llamados a una atención de salud, cuando por una dolencia somos especialmente vulnerables, visualizamos aún más la necesidad de ser reconocidos. Imaginemos aquellos momentos cuando esperamos por una cirugía, o si viene el camillero a buscarnos para algún traslado, escuchar nuestro nombre nos da confianza, nos permite entender que hay un esfuerzo por reconocernos y así todo comienza mejor. Los espacios sanitarios se construyen no solo por los edificios y los muebles, los que damos vida a esos lugares somos personas con biografías, y hemos construido nuestra identidad desde hace mucho en la rica interacción con otros seres humanos.
Nombrarnos e interesarnos honestamente por conocernos un poco más humaniza nuestro trabajo y nos permite practicar atenciones más personalizadas.
Un gesto muy simple cuando estamos en espacios pequeños, un desafío enorme cuando estamos en aulas con 40 o más alumnos, y un ejercicio que nos interpela a todos, ¿Cuántos nombres recordamos? ¿lo intentamos? ¿hay alguien que saludemos cotidianamente sin saber su nombre?
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Comenzar por el nombre, para luego seguir con otras preguntas que las nuevas generaciones nos enseñan ¿Cómo quieres ser nombrado? ¿Qué pronombre te identidica?, con la intención de incluir a todos, usando el lenguaje y a ratos, quedándonos atrapados en él, con esas fallas que cometemos sin querer.