Vigencia del filósofo Juan Rivano con el sinsentido del poder
Se acaba de editar (por Ed. Tácitas) el libro póstumo "Evocaciones" del filósofo chileno Juan Rivano, un considerable conjunto de sus memorias y anécdotas que conforman más de 600 interesantes páginas. Sorprendentemente (porque, en general, nuestros medios no se dedican a informar sobre temas filosóficos o a recordar a los escasos grandes pensadores que hemos tenido), en los últimos días han aparecido varias notas al respecto en diferentes periódicos, tanto de la Región Metropolitana como de otras regiones.
Algunos amigos que saben que Rivano fue mi profesor en el Departamento de Filosofía de la U. de Chile, luego mi maestro y, finalmente, mi amigo con el correr de sus frecuentes venidas a Chile desde Suecia, donde estaba radicado desde su exilio en 1977, me envían por correo o whatsapp los recortes de estas notas, sobre todo porque en algunas se menciona mi nombre como uno de sus discípulos.
A uno de estos amigos le señalo que, ojalá, –con esta notoriedad que en este momento está adquiriendo este libro– las jóvenes generaciones “descubran” a este pensador y empiecen a leerlo. Porque la riqueza de su legado es incalculable para una lúcida y sólida formación de nuestros futuros intelectuales.
Si se investiga lo que los historiadores de la filosofía en Chile destacan de Juan Rivano, encontraremos que con frecuencia solo exponen su obra de la década del ’60, en la que después de estudiar y enseñar a Hegel y a los neohegelianos ingleses, como Bradley y Joachim, analiza las ideas de Marx y lo introduce en los ambientes académicos de nuestro país, especialmente en la Universidad de Chile y en la Universidad de Concepción, donde dicta clases en esos momentos.
Pero en los años ’70 se aparta del marxismo, denunciando que los regímenes inspirados en esta ideología devienen en estados totalitarios y policíacos y en los que el proletariado, lejos de eliminarse, sigue tan oprimido y explotado como en los mejores regímenes capitalistas.
Sin embargo, y esto es importante, no abandona nunca el enfoque materialista de la realidad, es decir, orienta su pensamiento por los hechos desnudos, por las condiciones naturales de los asuntos humanos, por la racionalidad de las cosas tal como son.
A partir de 1971, con un escrito titulado “Proposiciones sobre la Totalización Tecnológica”, Rivano comienza a desarrollar una tesis que ya no abandonará y que enmarca una porción considerable de su obra: lo que llama “el argumento tecnológico” (escribe un texto inédito hasta ahora, redactado en inglés, con ese título).
Es el análisis del impacto de las tecnologías en las culturas, en las sociedades, su determinismo en las conductas humanas y en los modos de pensar. En 1972 introduce al extravagante y visionario pensador canadiense Marshall McLuhan en los ámbitos universitarios, aplicando y extendiendo sus ideas en su propia visión sobre el efecto avasallador de las técnicas –como el dinero, el alfabeto, el libro, la televisión, las armas nucleares, etc.– en la cultura occidental.
Esta es una idea fundamental y original de Rivano: que hay una racionalidad propia de las cosas que muchas veces diverge de la racionalidad que los seres humanos tratamos de imponerles. Una idea que, como profesor de Lógica, siempre lo motivó, en la que siempre indagó y a la que siempre volvió en muchos de sus libros de filosofía social y cultural.
Ya en el exilio, en Suecia, trabajando como investigador en la Universidad de Lund, Rivano decidió no perder el contacto con sus discípulos chilenos (algunos seguíamos en el país, otros desparramados por diferentes lugares del mundo) y empezó a escribir para nosotros.
Todos sus libros están pensados para nuestra gente, nuestro país, nuestra cultura. Escribe sobre pensadores clásicos como Diógenes, Montaigne, Koestler, Watts y Popper, y escudriña lo que hay de interesante en las ideas de autores nuevos como Rufus Jones, Dawkins, Szazs, Toulmin, Tomkins, Zinkernagel, Hall.
Incluso, trata a autoras provocativas como Elaine Pagels, Mary Douglas y Susan Brown Miller. Hace un estudio crítico de Eclesiastés. Y traduce los “limericks” de Edward Lear, tomando para sí esta vez la noción de “sinsentido” y empleándola como instrumento de análisis de la realidad. Para Rivano, el mundo rebosa de sinsentido, por lo que el sinsentido tiene entonces un sentido, una lógica propia.
Conecta el sinsentido con el poder: el poder emplea mitos para mantenerse y crecer; con los cuentos que cuenta previene el sinsentido que, si se desplegara por los márgenes del poder, representaría un punto máximo de tensión y riesgo.
Rivano, y esto puede verse como auto-referencia, dice que el pensador crítico es quien, viendo con claridad y lucidez el sinsentido del mundo, puede enfrentarlo, denunciarlo y desnudar el poder. Al hacer esto, ciertamente, el pensador crítico y lúcido se arriesga a padecer la furia y la fuerza del poder.
He elaborado aquí una síntesis apretada del desarrollo del pensamiento de Rivano después de su trayectoria académica en Chile. Es un pensador que con mirada amplia y penetrante, desde nuestras latitudes, tiene mucho que develar sobre nuestra época contemporánea. ¡Hay que atreverse a leerlo!