VIDEO | Campaña llama a proteger el nuevo punto de interés para la industria del litio: El salar de Maricunga
En la cuenca del salar de Atacama, los suelos pierden humedad y vegetación y aumentan su temperatura cada vez más rápido. Estos son algunos de los impactos que ha provocado la masiva extracción de salmuera para la explotación del litio. Y ahora, los ojos de la minería del litio están puestos en el salar de Maricunga; que contiene uno de los yacimientos más importantes del país.
“La extracción del litio no es sustentable. Conlleva un daño físico para los salares, sobre todo por el método de fosas de evaporación. Es preocupante el avance que han tenido los proyectos de extracción del litio en Chile, sin tener una conversación profunda sobre el futuro de estos ecosistemas”, explica Cristina Dorador, científica de Antofagasta y constituyente electa.
Para comunidad científica, comunidades colla y organizaciones ambientales, el salar de Maricunga no es solo un yacimiento de litio, sino parte clave de un frágil y complejo ecosistema, que todavía no se conoce en profundidad, y que sustenta distintas formas de vida, humanas y no humanas.
Las alertas ciudadanas por el salar de Maricunga confluyen en una campaña lanzada por organizaciones ambientales, de ecoturismo y comunidades indígenas. La campaña implica la difusión de testimonios sobre el salar, reportajes y un cortometraje. La exclusión de comunidades en la consulta indígena, la falta de estudios independientes y la amenaza a los cursos de agua son algunas de las denuncias de la campaña.
Maricunga y saberes ancestrales
“Lo que más nos preocupa es que se seque nuestro territorio. Nuestros ancianos decían que si se secaba el salar se secarían las lagunas y humedales aguas abajo, como la laguna Santa Rosa. Ningún estudio ha descartado esto. Nosotros estamos trabajando con organizaciones independientes y con proyectos de tesis para estudiar las conexiones subterráneas de los distintos cuerpos de agua”, comenta Elena Rivera, integrante de la Comunidad Indígena Colla Comuna de Copiapó y parte de la campaña.
Para Cristina Dorador, este testimonio ancestral se condice con la historia del lugar. “Los salares se originan de antiguos lagos del altiplano, que por distintos eventos se fueron aislando y formando cuencas separadas. Pero fueron un solo cuerpo de agua y es posible que resabios de esas conexiones existan. En el caso de Maricunga, es cuestión de ver la topografía del lugar, en que el salar está inserto en un sistema lagunar mayor”, analiza.
Según explica la científica, al extraer agua de un salar se puede generar un cambio climático local. Las lagunas disminuyen su volumen, se calientan más y eso hace que se acelere mucho su evaporación. Ya hay al menos dos casos de daños irreparables en los salares de Punta Negra y Lagunilla, a raíz de la extracción de agua.
Las lagunas, humedales y el salar tienen gran valor para la comunidad colla, sus estilos de vida y actividades de subsistencia como la trashumancia, un tipo de pastoreo extensivo y en continuo movimiento. “Esta actividad te permite conocer el tiempo y época en que los animales pastorean en distintos territorios, lo que permite ser más amigables con la naturaleza. Tu dejas que la pacha mama florezca y germine, no depredando todo a la vez”; explica Elena Rivera.
Falta de información
Uno de los problemas subyacentes a este conflicto, es la falta de información independiente sobre el estado de los ecosistemas y los cambios que han sufrido a lo largo del tiempo, contemplando el impacto de las distintas actividades que se realizan en ellos.
“Actualmente, la información se obtiene desde las líneas de base que las mismas empresas financian para presentar sus proyectos. Estos generan datos de uno o dos años máximo. Esto no es suficiente para entender estos ecosistemas. Chile tiene una deuda de conocimiento e información con respecto a la naturaleza. El estado debe hacerse cargo de dar mayor conocimiento a estudios hechos desde una mirada interdisciplinaria y no vinculada a las empresas”, opina Cristina Dorador.
Muchas veces, este conocimiento de la naturaleza existe en la experiencia de comunidades indígenas, transmitidos de generación en generación. Y una de las demandas, es que tanto los saberes ancestrales como el conocimiento científico comiencen a ser una base fundamental de las decisiones que se toman en materia ambiental. Para Cristina Dorador, el proceso constituyente abre una oportunidad para esto.
Y aunque en la convención constituyente hay una representante del pueblo colla, Elena Rivera hace un llamado a que se acerque a conocer las luchas territoriales. “La mayoría de los candidatos a constituyente para el pueblo colla eran de la zona urbana. Es importante que la persona electa venga a conocer a estas comunidades”, propone.
Participación y reconocimiento
Ser considerados en la toma de decisiones es una de las luchas de la comunidad colla involucrada en la defensa del salar, donde existen varios proyectos que han sido aprobados por el Servicio de Evaluación Ambiental (SEA). Elena denuncia que su comunidad no ha sido escuchada en los procesos de participación ciudadana y en la evaluación de proyectos, o que directamente no les han consultado. Por esto, han presentado recursos de invalidación para los distintos proyectos.
“En el caso de la minera Salar Blanco, ni siquiera nos llamaron. Tuvimos que acercarnos nosotros. Ellos hicieron la consulta indígena en Diego de Almagro, donde se van a colocar las piscinas. Pero la extracción se realizará en el sector donde habitamos nosotros y queremos saber por qué se da una Resolución de Calificación Ambiental (RCA) sin consultarnos”, reclama.
La misma alerta levanta con el sector turístico. “Se podría hacer en esta zona un ecoturismo real, sustentable y orientado a que la gente de la región conozca este lugar. Hoy se da muchas veces un turismo invasivo, donde incluso cuentan historias sobre los cementerios que no sé de dónde sacan, porque no tienen relación con nuestra cultura. Es importante que se acerquen a las comunidades y puedan contar que detrás de este lugar tan bello, también hay una bella historia”, reflexiona Elena.