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Claudia Apablaza, escritora:
Crédito Laura C. Vela

Claudia Apablaza, escritora: "La crisis climática son miedos que nos atraviesan a todos, salvo que seas negacionista"

Por: Matias Rojas | 28.12.2025
La escritora chilena conversó con El Desconcierto sobre su novela "La siembra de nubes" (Seix Barral, 2024), que entrelaza crisis climática, memoria política y vínculos afectivos. "Ella está interesada en encontrar nuevas fórmulas de hacer llover, que no sean estas técnicas tan tóxicas como la siembra de nubes", explicó sobre Amelia, una bióloga que investiga la lluvia artificial mientras enfrenta su historia familiar marcada por el exilio.

La siembra de nubes es una técnica para hacer llover artificialmente, pero también una imagen poética. Ese cruce entre ciencia y arte estructura "", la nueva novela de Claudia Apablaza (Rancagua, 1978) , donde la crisis climática se entrelaza con memoria política y vínculos afectivos.

Pero también es una técnica problemática: se usa en muchos países, incluido Chile, pero no está ni muy estudiada ni muy legislada. "Es finalmente algo más tóxico que se está produciendo", explica Apablaza. La protagonista de la novela, Amelia, investiga nuevas fórmulas de hacer llover que no sean estas técnicas tan dañinas.

Ella está interesada en encontrar alternativas menos dañinas para paliar la sequía.

El libro no nació como una novela sobre la crisis climática. Inicialmente se llamaba "La fractura del tiempo" y trabajaba solo la historia de Aquiles, la dictadura, su exilio en Brasil en 1983. "Pero para mí es súper importante anclar mis libros al presente", explica la autora. Cuál es la postura frente al cambio climático, qué va a pasar de aquí al año 2050, son miedos que atraviesan a todos, salvo que seas negacionista. Entonces decidió que el oficio de Amelia estuviese vinculado al tema de las lluvias. Además, el pasado de la protagonista lo pedía: sus abuelos se dedicaban a los cultivos en la sexta región y su vida siempre estuvo atravesada por las lluvias.

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Apablaza tardó seis años en escribir esta obra, su octava publicada por Seix Barral. La autora ganadora del Premio Alba de Narrativa 2012 con "Goo y el amor" reside en Barcelona, donde realiza un posdoctorado en la Universidad Autónoma sobre literatura y violencia de género, y coordina la editorial Los libros de la Mujer Rota. La novela sigue a Amelia, una bióloga que investiga técnicas para hacer llover mientras prepara su viaje a Canadá, pero antes debe resolver secretos familiares, enfrentar vínculos tóxicos y despedirse de su abuela.

—¿Cómo llegaste a la siembra de nubes?

Me puse a buscar posibilidades de oficio para ella y llegué a la siembra de nubes. Me calzó muy bien, tanto poéticamente como técnicamente. Si lees el título no imaginas que es una técnica. Tenía esa doble acepción. Cuando la encontré, me puse a investigar. Hay datos curiosos: el hermano de Kurt Vonnegut, el autor de "Matadero 5", fue quien inventó la técnica. Ese dato me hizo confirmar que tenía que ser este oficio. Investigué papers científicos, quiénes están a favor, quiénes dicen que es tóxico, legislación. En China se usa muchísimo, en Chile también, en España. En Australia está prohibida.

—El libro hace un contrapunto político: critica la siembra de nubes, pero la protagonista también tiene una decisión de consumir menos, recicla.

Totalmente. Ella no llega a ser una activista propiamente tal, pero sí es una mujer ecologista. Dónde decide vivir, qué tipo de consumo de agua tiene. Ella en su departamento tiene llaves que se apagan, la ducha se apaga a los 30 segundos. Genera prácticas muy ecologistas. Ahí está la pregunta que siempre nos ha atravesado: ¿este es el problema de las grandes industrias o nosotros también podemos aportar con nuestros gestos cotidianos? Siempre uno dice "no, si son las industrias", como que uno se desentiende. Pero nosotros también estamos en ese círculo vicioso de consumo y producción. No estamos ajenos a esos efectos del cambio climático, porque nosotros somos los que consumimos lo que producen esas industrias. Por eso la protagonista insiste que no es solo lo macro, sino también lo micro.

—Hay un cruce entre ciencia y arte, y encontrar una poética ahí.

Sí, está ese cruce, y lo traté de trabajar muy bien en el libro. Me metí en autores que han trabajado el tema de las nubes. Hay un libro de Goethe muy bello, un texto "Nubefilia" de Rebeca Yanke que habla de muchos otros libros sobre nubes. La que hizo la portada es una artista argentina, Maia Gattás Vargas, que trabajó el tema de las nubes desde el arte y el cine. Se me abrió un mundo que de verdad no conocía de nada.

—Al principio Amelia era escritora.

En otra novela hubiera sido una escritora con beca que va al extranjero. Dije: esto es prohibido. Es un lugar común que yo he usado mucho. No quería caer en mi propio lugar común.

Seis años trabajando por capas

Apablaza trabajó "La siembra de nubes" durante seis años, construyendo el texto por temáticas separadas. Primero el exilio, la dictadura, la memoria política. Después la historia familiar, la vinculación con la abuela, con los abuelos que se dedicaban a los cultivos. La tercera capa fue la catástrofe climática, darle espesura al personaje para que sea realmente una bióloga relacionada al medio ambiente. Luego sus afectos, parejas, vínculos, sexualidad, las violencias, lo tóxico. Por último, la poética del libro, cómo conectar todas estas historias.

—¿Cómo fue ese proceso?

Fui trabajando por temáticas. Son muchas capas, muchas historias, muchos personajes, y es un libro muy breve. Para poder conectarlos todos, y además trabajar la poética del clima dentro del texto, lo fui trabajando por capas, después la unificación del texto, los vínculos. Fueron como seis años.

Vínculos sin culpa

—Los vínculos afectivos de Amelia son múltiples y simultáneos, sin culpa.

Quería proponer cómo uno se vincula de forma distinta con distintos sujetos. Con su vecina se vincula desde la ternura, con Benito desde una cosa más violenta, más tóxica. Con el jefe del laboratorio consume drogas y tiene una sexualidad relacionada a eso. Renato es una cosa mucho más placentera. Ella los mantiene, son paralelos. Los sabe llevar sin limitaciones, sin culpa. Fluye en estos vínculos. Quise poner la relación tóxica también, porque los vínculos tienen mucho de eso.

—Muy distinto ese sexo tierno que tiene con su vecina, con esta cuestión más violenta, luego el consumo de drogas.

Totalmente. Pero todos esos vínculos ella los mantiene. Son paralelos. Los sabe llevar de alguna forma y también sin limitaciones. Ella tampoco se cuestiona, no lo hace con culpa.

—El tema de las becas también hace una suerte de desvinculación con el territorio, incluso con la familia.

En el libro hay distintos tipos de viajes. El de Aquiles es obligado por la dictadura, el exilio. El de Sergi, padre de Aquiles, viene de la Guerra Civil Española a Chile. Los niños de Rusia van desde España hacia Rusia. Pero el viaje de Amelia es deseado. Ella postuló, quería irse a este centro de investigación en Banff, Canadá. No es obligatorio, es una decisión personal y temporal. A diferencia del viaje de Aquiles, que se fue sin saber, sin horizonte específico. Quise trabajar los distintos tipos de viajes, cómo se deja un país y cuáles son las razones.

Crisis climática en la literatura

—¿Qué escrituras latinoamericanas están abordando la crisis climática y te resultan interesantes?

Samanta Schweblin con "Distancia de rescate", trabaja la contaminación de las aguas. "Mugre Rosa" de Fernanda Trías, uruguaya que vive en Colombia, también trabaja la contaminación. Malu Furche, chilena, con "Islas de calor". Y María Paz Rodríguez con "Arca", publicado en Tusquets, sobre ballenas. Es un tema poco tratado pero se está empezando a trabajar más a medida que empiezan a aparecer los efectos adversos de la crisis climática. Va a cobrar más relevancia y se va a empezar a tratar muchísimo más.