La paradoja de Jara
El neoliberalismo, como todo sistema de organización social, produce contradicciones. Jeannette Jara es un ejemplo de ellas, al ser una chilena nacida en la población El Cortijo de la comuna de Conchalí, es la viva muestra de movilidad social basada en la afamada meritocracia.
Jara es la mayor de cinco hermanos, hija de padre mecánico industrial y de madre dueña de casa criada en el seno de una familia, de un entorno humilde donde la cooperación es una fuente de ayuda indispensable.
La contradicción del sistema en el que Chile está sumergido, es la aceptación de la fantasía cultural del “si quieres, puedes”, de la que ella es el vivo ejemplo. El esfuerzo y el mérito han logrado lo que escasas veces sucede en nuestro país, que una persona de clase trabajadora acceda al cargo de máxima importancia nacional y que hasta ahora sólo estaba reservado para una elite.
El valor de Jara es la encarnación del tesón perseverante y del espejismo del mérito, donde una pequeñísima minoría logra el éxito. Un anhelo del voto antisistema del Partido de la Gente que cambió el panorama eleccionario en la primera vuelta.
La mayoría de la clase trabajadora no alcanza el éxito, ni de vida ni profesional. Sin embargo, logran verse identificados con Jara, en su figura carismática que representa la posibilidad de surgir a través de los estudios y del trabajo duro.
No parece que en las motivaciones personales de Jara exista un afán aspiracional, de ser una persona triunfadora. Parece improbable que su deseo sea convertirse en una mujer de clase alta, adinerada, socia de clubes elitistas y rodeada de lujos.
Lo suyo es cuidar de los que, como ella en su momento, necesitaban el soporte junto a una guía inspiradora, y no la negación de sus reivindicaciones sociales, dignas y legítimas.
De su orgullo de clase se desprende que ya no existe la vergüenza del origen social humilde. Los hijos e hijas de este sistema económico asumen que después de decenas de años de lastre financiero y su consumo feroz, se enfrentan a sus deudas y a su vacuidad.
Ante esa soledad existencial, Jara puede liderar una nueva organización de la convivencia, donde el respeto, la solidaridad y el diálogo con la gran mayoría han de convivir junto al empresariado, parte necesaria del entramado social productivo, como miembro de un todo comunitario.
No es una tarea fácil la que tiene por delante. Las amenazas del poder económico y mediático son feroces, donde el candidato alemán se enfrenta a la hija descarriada del Partido Comunista, la representante de toda la izquierda chilena y de la Democracia Cristiana.