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No es momento para mirar hacia el lado
Foto: COP30

No es momento para mirar hacia el lado

Por: Ismaela Magliotto y Rodrigo Astorga | 01.12.2025
Surge una nueva oportunidad: la primera conferencia internacional para acelerar la salida de los combustibles fósiles, que se realizará en abril en Santa Marta, Colombia. En donde Chile ya confirmó su participación. Este espacio puede convertirse en el punto de partida para reconstruir la ambición que Belém dejó caer, siempre que exista voluntad política de hablar con claridad y sin evasivas sobre el fin de los combustibles fósiles.

Los combustibles fósiles -carbón, petróleo y gas- son, sin duda, los principales responsables de la crisis climática y planetaria que vivimos. El Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) lo viene advirtiendo desde 2001, y aún así se necesitaron 28 COP para que recién en 2023, en Dubái, se mencionara explícitamente la necesidad de disminuir su uso. Muchas y muchos celebraron este hito como un punto de inflexión, con la esperanza de que impulsará un verdadero programa de trabajo orientado a la reducción acelerada de combustibles fósiles.

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Con este contexto, era esperable que en la conferencia de Belém se elevase ese mensaje, generando un plan de trabajo u hoja de ruta para el transitar lejos de los combustibles fósiles. Pero la COP30 terminó sin una referencia concreta, sin compromisos vinculantes y reducida a iniciativas voluntarias, esto ocurrió en un escenario ya tensionado por cuestionamientos a la presidencia de la conferencia por no respetar los protocolos de las plenarias, incluyendo no dar la palabra oportunamente a los países de la región para intervenir sobre los documentos finales.

A ello se sumó la inédita disputa entre Brasil y Colombia respecto a la necesidad -o no- de explicitar la eliminación progresiva de los combustibles fósiles, una tensión que dejó en evidencia la falta de liderazgo climático incluso dentro de la propia región.

Como si fuera poco, hoy se proyecta una duplicación en la producción de combustibles fósiles. Esto es, sin lugar a dudas, un atentado contra la humanidad. Mientras la ciencia muestra que no podemos quemar ni una fracción de las reservas actuales si queremos evitar un colapso climático, las políticas energéticas globales avanzan exactamente en sentido contrario. ¿Cómo pretendemos habitar un planeta sin aire respirable, sin agua para beber, sin territorios seguros para vivir? El bienestar de las personas debe estar al centro de cualquier conversación seria sobre el futuro.

Sin embargo, dentro de este sistema, surge una nueva oportunidad: la primera conferencia internacional para acelerar la salida de los combustibles fósiles, que se realizará en abril en Santa Marta, Colombia. En donde Chile ya confirmó su participación. Este espacio puede convertirse en el punto de partida para reconstruir la ambición que Belém dejó caer, siempre que exista voluntad política de hablar con claridad y sin evasivas sobre el fin de los combustibles fósiles.

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Quien lidere Chile tiene que comprender nuestra profunda vulnerabilidad ante la crisis climática y actuar en consecuencia, siguiendo, como mínimo, el camino de los compromisos ya adquiridos internacionalmente. Considerando que vivimos en un contexto donde Chile posee 7 de las 9 características de vulnerabilidad,  debemos tomar la iniciativa y seguir elevando nuestra ambición climática. La falta de avances en Belém no puede ser excusa para ralentizar nuestras propias decisiones: por el contrario, debería ser un recordatorio de que los países altamente vulnerables necesitamos actuar incluso cuando el multilateralismo falla.

Llamar a esto ideología es irresponsable. No es ideología: es ciencia y política. Reducir la acción climática a un capricho ideológico revela una profunda desconexión con la evidencia y con la realidad territorial, además de una visión económica miope que ignora los costos humanos, ambientales y fiscales de la inacción.

Desconocer la relevancia de los ecosistemas y su vínculo directo con nuestra calidad de vida solo evidencia una desconexión peligrosa con el territorio que habitamos. Su real comprensión permitirá que se tomen decisiones que no nos perjudiquen en el mediano y largo plazo.

Seguir postergando la acción no es neutral: es una sentencia al sufrimiento. Y después de Belém, debería estar claro que mirar hacia otro lado ya no es una opción.

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