“No fue el final, fue el comienzo”: María Pía Heimpell y la fuerza de reconstruirse después del diagnóstico — Una Voz Savia
Con una honestidad conmovedora, María Pía recuerda su diagnóstico, los años marcados por la violencia intrafamiliar y cómo el VIH —que llegó envuelto en engaños y silencios— se convirtió, finalmente, en un punto de inflexión para reconstruir su vida.
“Hablar de VIH/SIDA es importante. No me escuches a mí, escucha a María Pía”, dice Kena Lorenzini, fotógrafa y conductora del programa, para dar inicio a un testimonio que remueve, ilumina y repara.
Un diagnóstico en medio del miedo y la violencia
María Pía revive el momento en que su vida dio un giro inesperado: un diagnóstico que llegó desde la traición, un balde de agua fría que la enfrentó al miedo, al estigma social y a una violencia que llevaba años marcada en su cuerpo. Sin embargo, ese mismo miedo fue también el impulso para buscar ayuda, contención y una red de mujeres que la sostuvieron cuando todo parecía derrumbarse.
“Yo me estaba separando porque recibía violencia intrafamiliar. Me empecé a sentir mal…recibir el diagnóstico fue como un balde de agua fría”, recuerda. Ese golpe inicial, lejos de paralizarla, abrió un camino donde la fuerza comenzó a superar al miedo.
Aceptar, cuidarse, tratarse: la red que salva vidas
Con claridad y generosidad, María Pía habla del inicio del tratamiento, los cuidados y la importancia de no vivir el diagnóstico en soledad. “Los cuidados no son solo médicos; son emocionales, familiares y comunitarios”, repite mientras relata cómo compartir su diagnóstico con personas de confianza —y luego con sus hijas— fue parte esencial de su proceso de sanación.
Su relato también se sumerge en el estigma: la culpa social que recae especialmente sobre las mujeres, la forma en que se les responsabiliza por sus propias violencias y cómo el VIH amplifica ese juicio injusto. Pero también habla del giro: de cómo el acompañamiento de otras mujeres seropositivas la ayudó a reconstruirse y a volver a confiar.
Retomar la vida: maternidad, amor y dignidad
El capítulo avanza con María Pía relatando cómo recuperó su vida paso a paso: volver a trabajar, reconstruir vínculos, abrirse nuevamente al amor, cuidar a sus hijas y, sobre todo, romper los silencios que la habían sostenido en la violencia.
En uno de los momentos más potentes, recuerda la importancia de estar indetectable: “Estoy indetectable, estoy bien”, dice con una mezcla de alivio y convicción, desmontando mitos y recordando que el acceso al tratamiento cambia vidas.
También nombra sin rodeos lo más duro: “Tener las pastillas es tener la pistola con las balas”, una frase que habla de la precariedad del tratamiento, pero también de la conciencia —hoy distinta— de que los medicamentos son una herramienta que permite vivir plenamente.
Donde hubo violencia también hay posibilidad de futuro
En el cierre, Facundo Ríos, miembro de Fundación Savia, ofrece una lectura íntima y política del testimonio:
“Aunque el diagnóstico remueve miedos, culpas y silencios aprendidos, muchas mujeres encuentran en ese momento la fuerza para reconstruirse. Vivir con VIH, para ella, no fue el final, sino el inicio de una vida más consciente, más libre y más acompañada”.
Memorias que se vuelven fuerza colectiva
Una Voz Savia continúa mostrando los rostros de la memoria viva del VIH en Chile: historias donde el estigma, la discriminación y la violencia se enfrentan con comunidad, cuidado y resistencia. El relato de María Pía es un recordatorio de que ninguna mujer debería enfrentar sola un diagnóstico, ni una vida marcada por violencias.