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Crítica a la tesis de la polarización en Chile
Foto: Agencia Uno

Crítica a la tesis de la polarización en Chile

Por: Arnaldo Delgado | 23.11.2025
Kast es la radicalización derechista vendida como algo normal. Lo antes anormal de a poco se normalizó, la incoherencia se volvió lentamente coherente, como esa de la gente más pobre, la población migrante y los presos votando en su mayoría por Kast. Pero esta mutación de lo anormal a lo normal no es neutra, tampoco el desplazamiento de eje del esquema político a la derecha.

Aparte de inferir que Chile se habría derechizado, a propósito de lo que dejó la primera vuelta, con una militante comunista y un ultraderechista en la segunda es tentador interpretar que Chile estaría polarizado, tal como han sostenido algunos analistas e intelectuales. Sin embargo, tal como me parece equivocado sostener que Chile se derechizó, cuestión a la que me referí más pausadamente en un micro-ensayo anterior, equivocado me parece sostener que Chile se polarizó. 

Primero: para que exista polarización política tienen que haber dos polos capaces de atraer con rapidez y fuerza no sólo a quienes se ubican en el centro político, sino que también a los indecisos que habitualmente se hallan por fuera del plano izquierdas-centro-derechas (¿votantes Parisi?).

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No obstante, la fuerza gravitatoria con la que tanto izquierda como derecha atrae las esperanzas de las y los comunes y corrientes hoy es bajísima. El polo izquierdo se comenzó a despotenciar exponencialmente tras el fracaso constituyente y el incumplimiento de la promesa de cambio desde el gobierno.

El polo derecho, por otra parte, de darse en segunda vuelta el escenario que parece más seguro, tendrá margen de maniobra gubernamental y parlamentaria a partir de marzo de 2026, pero difícilmente podrá reencantar a la ciudadanía con neoliberalismo si son los perjuicios del sistema lo que está a la base del malestar social: AFP, salud y educación subsidiaria, vivienda como mercancía, zonas de sacrificio ambiental, etc. Chile no está polarizado, entonces, en tanto no hay sector político con capacidad de proponer certeza y certidumbre de futuro; Chile no está polarizado, en tanto no hay sector político con la capacidad hegemónica de producir confianza duradera y estable en las y los comunes y corrientes.

Segundo: si bien las placas tectónicas de la política se han desplazado, el movimiento no ha sido polarizante; es decir, no ha habido un distanciamiento de polos, sino que el desplazamiento ha sido del esquema izquierda-centro-derecha completo.

En 2019, el esquema movió su eje circunstancialmente a la izquierda: los grandes empresarios hablaron de compartir privilegios, de meterse las manos al bolsillo. Las derechas acusaron recibo de los abusos y se comprometieron a los cambios necesarios, incluso el constitucional. Pero, tras septiembre de 2022, el esquema comenzó a desplazarse en sentido contrario. La ley Naín-Retamal, y el rol del gobierno en su promulgación, corrió el eje político a la derecha. Una buena parte del oficialismo se vio compelido a adoptar el discurso securitario de enemigos internos.

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Ahora bien, creo que caracterizar el momento actual aludiendo a una supuesta polarización tiene una función: normalizar la radicalización. No es polarización, entonces, sino radicalización; pero no una radicalización bipolar, sino que una radicalización por derechas. En los últimos tres años se ha ido produciendo una radicalización por derechas que tiene por objetivo la recomposición autoritaria del orden neoliberal ochentero.

Insistir en la tesis de la polarización, en esta línea, normaliza la radicalización derechista pasándola como natural: claro, sería obvio por el supuesto contexto de alta beligerancia entre dos polos: orden versus caos, crecimiento versus ideología, libertad versus comunismo.

“A frenar el comunismo”, rezaba el eslogan de campaña de un candidato a diputado de la UDI, “Vota 5, sin comunismo”, decía el jingle de campaña de Kast. Kast, como ningún otro, es resultado de la normalización de la radicalidad derechista: “Atención, el cambio radical comienza en 5”, decía de hecho el comienzo de una de sus franjas. Más que Matthei, y sus poco creíbles ropas centristas, más que Kaiser, que explotó la novedad disruptiva de su neofascismo. 

Kast, entonces, es la radicalización derechista vendida como algo normal. Lo antes anormal de a poco se normalizó, la incoherencia se volvió lentamente coherente, como esa de la gente más pobre, la población migrante y los presos votando en su mayoría por Kast. Pero esta mutación de lo anormal a lo normal no es neutra, tampoco el desplazamiento de eje del esquema político a la derecha. Sobre responsabilidades políticas me referiré en un próximo micro-ensayo.

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