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Política, crimen organizado y desprotección de la infancia
Foto: Agencia Uno

Política, crimen organizado y desprotección de la infancia

Por: Marcelo Espinoza | 09.11.2025
Cuando el servicio de menores no esté saturado y en las calles de los barrios periféricos no se vean niños ni adolescentes que han abandonado el colegio, sólo entonces, habremos cortado la cadena secuencial.  La implantación del narco tráfico y del crimen organizado en el país fue un proceso que tomó veinte años o más. Extirparlo, será también un camino largo que requiere de un esfuerzo nacional para combatirlo. Protejamos a los niños, a todos, como nos legaron nuestros ancestros.

Eva, un reciente libro de la investigadora norteamericana Cat Bohannon describe 200 millones de años de evolución humana, centrándose en el cuerpo femenino. Rastrea los diversos rasgos del cuerpo de la mujer desde sus fuentes evolutivas hasta el humano moderno, explicando por qué el cuerpo de la mujer es tan diferente al de los hombres, visto desde la biología evolutiva.

Explica la evolución humana a partir del rol de las mujeres en el desarrollo de la especie. El ser femenino habría contribuido de manera decisiva a que el Homo Sapien se convirtiera en la especie animal más exitosa. Para un animal tan frágil como el humano, apenas provisto de mecanismos para sobrevivir, que no camina hasta meses después de nacer, la cooperación social desde edad temprana en el cuidado de los infantes, más allá de la madre que lo ha engendrado, jugó un rol decisivo para la sobrevivencia del ser humano.

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La extrema debilidad de los recién nacidos habría contribuido al surgimiento de una cultura de la cooperación entre los miembros de la tribu primitiva: “Tuvieron que existir grupos de antiguos homínidos que fueran interdependientes y hubieran acordado consecuencias claras y consistentes para los comportamientos que pusieran en peligro a los niños”.

Sostiene la autora que sobrevivimos porque protegimos a los niños, dando comienzo a una organización social superior entre los animales. Cooperar, la acción colectiva, en especial en el cuidado de los infantes, era la única forma de sobrevivir como especie, y esta cooperación distinguió siempre al ser humano.

Del mayor interés la reflexión de la autora. Pienso que, en un principio, en los albores de la humanidad, esta cooperación en la protección de los niños debió darse en torno al techo, el abrigo y la alimentación. Y también frente a los peligros propios del ambiente, como las bestias circundantes y agresiones de los propios congéneres. Todos los niños de la tribu debieron ser cuidados, todos, sin discriminaciones. Nadie discurrió hacerlo de otra forma, que unos niños sí y otros no. Qué mensaje para la humanidad.

Ya avanzada la civilización, en vez de trabajar, a edad temprana los niños fueron a la escuela para prepararlos para la vida adulta en un entorno protegido. Pero atención… no todos los niños, sólo una fracción, los demás quedaban sin saber leer ni escribir, segregados. La humanidad hacía tiempo había descubierto la discriminación entre sus propios congéneres, al contrario de nuestros antepasados. Un sector dominante de la sociedad se preocupó de sus propios niños, unos sí y otros no, cualesquiera fueran sus razones. Entonces la vida humana comenzó a ser distinta, con menos cooperación y más segregación y desigualdad.

En nuestro siglo XXI, la protección a los niños sigue girando en torno al techo, el abrigo y la alimentación. Pero la sociedad moderna es muy distinta a la tribu primitiva, es muchísimo más grande, a la vez más fraccionada y segregada, más compleja y desigual. Ya no hay grandes bestias acechando fuera de la cueva primitiva. Ahora hay otras bestialidades al acecho de los niños, surgidas entre nosotros los mismos congéneres: la miseria, el abandono, la segregación, la pésima educación y la nueva bestia del crimen organizado.

Se han agregado nuevos peligros, con el agravante que la sociedad es otra y como consecuencia el ser humano es otro y no existe la cooperación de los tiempos primitivos. Ya no protegemos a todos los niños. El crimen organizado lo sabe y no está al acecho de cualquier niño como las bestias antiguas, no es necesario, solo acecha a los menos protegidos, los más débiles, los de allá, aquellos los abandonados.

En Chile el camino para llegar a esto se inicia hace cuarenta años. La dictadura militar eliminó el anterior Estado Docente y su rol preferente en la Educación Pública. Este rol preferente se consignaba ya en la Constitución de 1833 y se reafirmó en la Constitución de 1925. Pero fue eliminado de un sablazo. La educación pública dejó de ser importante, dejó de estar en permanente expansión para servir a más chilenos. Debía quedar a nivel municipal, debía ser preocupación de los alcaldes y desde allí, competir con la nueva educación particular subvencionada.

Esta última, podía efectuar un cobro adicional a los padres, también seleccionar alumnos sin restricciones, asegurando el ingreso de los mejores, y obteniendo así, mejor ubicación y prestigio en los rankings. El Estado también financió el mejoramiento de su infraestructura, y muchos se enriquecieron abriendo colegios subvencionados. Se creó un “mercado educativo”, en que la libertad de enseñanza se transformó en libertad para generar negocios y lucrar con la educación, algo jamás imaginado por Andrés Bello.

La educación subvencionada florecía, pero no alcanzaba para todos. Había que pagar, y quienes no pudieran pagar debían ir a la educación municipal. Esa era la lógica, la educación pública recibía a la población más empobrecida, y así han permanecido durante 40 años. En la educación municipal quedaron los más pobres, los del grupo D, el 36% de los hogares, y grupo E, con 14%, según la estratificación de hogares por nivel de consumo (AIM Chile 2019).

Los que pudieron cambiarse a la educación subvencionada, se cambiaron. Los que no pudieron, quedaron segregados, fuera de la modernidad, todos juntos en las poblaciones, abandonados por el Estado en colegios municipales. Si los alumnos faltaban a clases, lo que es más viable en familias disfuncionales por la miseria, la droga, el alcohol y la menor educación de los padres, no importaba a nadie.

Hoy, los niños más abandonados y excluidos, aquellos que no estamos protegiendo como nuestros sabios ancestros, son claramente identificables en las calles de los barrios periféricos durante las mañanas. Son los que han abandonado la escuela y que, según cifras del Mineduc, bordean los 48.000 niños y jóvenes anuales en los últimos años. Esto significa en diez años una masa de 500.000 posibles “soldados” del narcotráfico y crimen organizado. La provisión de “soldados” está asegurada, por la misma sociedad.

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Diversos estudios (Arancibia, 1996; Espejo, 2000; Marshall y Correa, 2001) han demostrado que los años de escolaridad de los padres inciden de manera directa en las trayectorias educativas de niñas, niños y jóvenes. Con esta base, los NNJ que conviven con padres que presentan mayores años de escolaridad tienen menor probabilidad de abandonar la escuela, versus los NNJ que conviven con padres que no culminaron su etapa escolar. Estos últimos presentan mayores tasas de abandono escolar. El 58,7% de los hijos de padres que no finalizan su escolaridad, no terminan su enseñanza escolar (UCINF, 2010). Reproducción de la desigualdad le llaman.

Respecto al consumo de drogas, los jóvenes que dicen consumir drogas a veces o frecuentemente tienen un riesgo de 3,8 veces mayor de desertar que aquellos que nunca o sólo una vez reconocen haber consumido. A su vez, la probabilidad de abandonar la escuela es significativamente mayor, en los estudiantes pertenecientes a los primeros dos quintiles de ingreso en todos los países. En Chile, según cifras de la CASEN 2017, un 62,5% de los niños, niñas y jóvenes entre 5 y 21 años que se encontraban fuera del sistema escolar pertenece al 40% de menores ingresos.

En la otra vereda, según estudio del PNUD (2017), los hijos e hijas de la élite chilena son educados en apenas 14 colegios, todos ubicados en la Región Metropolitana, representando el 0,1% del total de los establecimientos. Desigualdad social le llaman.

El reciente Premio Nobel de Economía 2025, Philippe Aghion nos entrega un mensaje para superar el atraso económico:

“Hay que asegurarse de que no se excluya ni se abandone a la gente. Hay que invertir de inmediato en el sistema educativo. Estarán en gran desventaja si se mantiene el sistema educativo como está. Sé que Pinochet por razones políticas, quería que los municipios se hicieran cargo de las escuelas. Pienso que ahora hay que cambiar eso. Desde Pinochet, mantuvieron un sistema educativo pésimo. Se puede dejar cierta autonomía a las escuelas. Pero los programas, la formación docente y la evaluación de la escuela deben ser nacionales, sin lugar a duda”.

Como para sentir cierto rubor que nos enrostren nuestro atraso en superar una de las herencias más desastrosas de la dictadura, que comenzó recién en el segundo gobierno de la presidenta Bachelet y con muchas trabas hasta hoy.

Por su parte Víctor Pérez, exrector de la U Chile, en carta publicada en los medios hace un fervoroso llamado a los actuales candidatos:

“La pobreza infantil, la educación inicial y escolar pública no están en los ejes centrales de los actuales candidatos a la presidencia. A sabiendas que los ambientes de pobreza y violencia narco social en que viven cientos de miles de niños en nuestro país, junto a la pésima calidad de la educación pública que reciben, son la cuna de nuestras brutales desigualdades e inequidades sociales, y les condena de por vida a la exclusión y a la marginalidad”.

En otro ámbito paralelo, el Director de Mejor Niñez hablando de los desafíos que enfrenta la nueva institución que vino a reemplazar al Sename, sostiene que en la RM el 80% de las residencias de apoyo de la institución están con su capacidad sobrepasada. Agrega que más de 156.000 niños ingresaron al servicio en 2024, año en que nacieron 135.000 niños en el país. Las cifras muestran la magnitud de la tragedia.

Una de sus muchas preocupaciones es enfrentar la nueva criminalidad, que recluta tempranamente a niños y adolescentes. Hay un aumento de menores vulnerados que llegan desde tribunales a Mejor Niñez, mientras una nueva criminalidad busca captarlos, sostiene.

Cuando el servicio de menores no esté saturado y en las calles de los barrios periféricos no se vean niños ni adolescentes que han abandonado el colegio, sólo entonces, habremos cortado la cadena secuencial.  La implantación del narco tráfico y del crimen organizado en el país fue un proceso que tomó veinte años o más. Extirparlo, será también un camino largo que requiere de un esfuerzo nacional para combatirlo. Protejamos a los niños, a todos, como nos legaron nuestros ancestros.  

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