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La democracia no garantiza la democracia: La ingenua tolerancia frente al fascismo
Foto: Agencia Uno

La democracia no garantiza la democracia: La ingenua tolerancia frente al fascismo

Por: Adolfo Estrella | 09.11.2025
La historia enseña, una y otra vez, que la tolerancia frente a los intolerantes no es signo de madurez democrática, sino de suicidio político. Este momento de creciente hegemonía autoritaria, desde el campo democrático, progresista y de izquierdas, debería ser un momento de repliegue, es decir, de resistencia y resiliencia para preparar en un futuro, ojalá cercano, una ofensiva de reconstrucción democrática, institucional y comunitaria, es decir, desde arriba, pero sobre todo, desde abajo.

Sabemos que el fascismo, o posfascismo como los denomina Enzo Traverso, cuyo regreso triunfal vemos todos los días y en todas partes, no es el mismo de comienzos del siglo XX, pero se parece bastante. Y no hay que despreciar a las copias, pues a veces pueden incluso superar al original.

Por eso sorprende -si es que a estas alturas del partido algo puede sorprender- la ingenuidad, irresponsabilidad y/o ignorancia histórica de todos los actores políticos "progresistas" frente al ascenso de la bestia autoritaria.

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La consolidación del fascismo en la historia del reciente siglo XX contó con la servidumbre voluntaria de la ciudadanía y con la permisividad y tolerancia de las fuerzas políticas liberales, en un contexto marcado también por la debilidad de las organizaciones de izquierda.

Los sectores liberales subestimaron la amenaza fascista, considerándola un movimiento sin arraigo verdadero, que eventualmente se agotaría o sería absorbido por el sistema político tradicional, según afirma el historiador Emilio Gentile. Peor aún: una vez que la marea autoritaria era imparable, muchos se sumaron a ella con entusiasmo de converso.

También muchos socialdemócratas alemanes minimizaron el poder de los nazis y pagaron caro su error en las salas de tortura y campos de concentración o, como describe Siegmund Ginzberg, fueron asesinados en el exilio tras ser entregados a la Gestapo por el gobierno de Vichy en Francia.

Este mismo autor señala que "resultaba pasmosa la sensación generalizada de normalidad" cuando Hitler accedió al poder en 1933. Seis años después, su régimen iniciaba la Segunda Guerra Mundial, es decir, la mayor matanza producida por la humanidad contra sí misma.

Los fascismos nacieron como minoritarios, pero se consolidaron y concentraron el poder mediante mayorías electorales. Las masas los apoyaron con fervor, adoraron a sus caudillos, los saludaron con los brazos en alto, marcharon uniformadas por calles llenas de banderas y no hicieron nada cuando supieron de los campos de concentración y exterminio diseñados para aquellos que el régimen definía como “parásitos” y/o “indeseables”. La servidumbre y la crueldad siempre van juntas.

Los fascismos y sus herederos, los populismos autoritarios de derecha, se desenvolvieron dentro del orden democrático, pero para desarrollar un proyecto antidemocrático. Su llegada y consolidación se produjo mediante los mecanismos y recursos de las democracias liberales, es decir, las elecciones y las leyes. Una vez en el gobierno utilizaron un creciente aparato de leyes autoritarias aprobadas por parlamentos serviles para la concentración del poder. La enseñanza paradójica es esta: la democracia no garantiza la democracia.

Este escenario se observó claramente tanto en la Italia de Mussolini como en la Alemania nazi. En ese período crucial, las fuerzas de izquierda presentaban una notable debilidad en su organización, ideología y programa político. Sobre todo, habían perdido identidad y arraigo social; oportunidad que los fascistas aprovecharon con maestría perversa.

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Este fenómeno tiene implicancias actuales, ya que los movimientos y partidos populistas -cuando no explícitamente neonazis- que constituyen las "nuevas caras de la derecha", emergen en contextos sociales y políticos donde las izquierdas oficiales carecen de propuestas alternativas sólidas, después de décadas de contaminación neoliberal.

Por su parte, los partidos liberales toleran y/o apoyan su ascenso, viéndolos como un mal menor momentáneo y controlable, pero también porque saben que sus propios votantes aceptan una parte importante de las propuestas regresivas, incluyendo las más extremas vinculadas con la inseguridad y su falso vínculo con los extranjeros.

Este autoritarismo mediante mayoría electoral es lo que desarrollan todos los regímenes populistas de derecha actuales, desde Bukele hasta Trump, pasando por Orbán, Milei y Meloni. Todos ellos, desde el interior de las democracias liberales, proponen medidas de restricción de esa misma democracia. No requieren, por ahora, golpes de Estado.

Lejos de ser fuerzas que irrumpen desde fuera, emergen y se consolidan dentro del propio sistema. Todos ellos participan de un simulacro democrático momentáneo para destruir la democracia a largo plazo en todas sus formas: representativas, directas, institucionales o comunitarias.

Todos los actuales candidatos de la extrema derecha en Chile han defendido, con mayor o menor énfasis, la concentración del poder ejecutivo y la gobernabilidad, a través de decretos, sin participación de los actores sociales -incluyendo al Parlamento-; la ampliación del uso de estados de emergencia con facultades excepcionales; la justificación o minimización de violaciones a los derechos humanos del pasado; propuestas de militarización extrema, control social y punitivo reforzado, junto con una crueldad represiva sádica dirigida, especialmente por ahora, contra los inmigrantes.

La historia enseña, una y otra vez, que la tolerancia frente a los intolerantes no es signo de madurez democrática, sino de suicidio político. Este momento de creciente hegemonía autoritaria, desde el campo democrático, progresista y de izquierdas, debería ser un momento de repliegue, es decir, de resistencia y resiliencia para preparar en un futuro, ojalá cercano, una ofensiva de reconstrucción democrática, institucional y comunitaria, es decir, desde arriba, pero sobre todo, desde abajo.

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